sábado, 15 de octubre de 2011


LA BATALLA DE LOS NÚMEROS
 Fernando Egaña

Ya empezaron a salir, una vez más, encuestas para todos los gustos y colores. Unas reportan una caída en barrena del señor Chávez y su régimen, otras anuncian exactamente lo opuesto, y no faltan las salomónicas que registran un fuerte descenso del régimen y un apreciable ascenso de su máximo exponente. Y aquellas que más resuenan no necesariamente son las más rigurosas. Más bien lo contrario.
Y a la par de las encuestas, ya varios de los más conocidos encuestadores andan de medio en medio promocionando sus hallazgos cual producto comercial y pontificando sobre lo divino y humano. Oráculos de nuevo cuño en el confuso panorama venezolano. Unos parecen futurólogos, otros presentólogos, también los hay pasadólogos y eso sí, buena parte son todólogos...
En Venezuela hay encuestadores serios y responsables, pero no faltan sino sobran los faramalleros de la mercadotecnia que tanto daño le hacen a la credibilidad de la profesión y al proceso de formación de la opinión pública. Y no sólo porque se equivoquen con curiosa frecuencia, sino porque algunos operan con el doble sombrero académico y clientelar. En otras palabras son insidiosamente "independientes"...
Y eso suele suponer un condicionamiento directo a la profesionalidad del trabajo investigativo, que incluso llega a generar fundadas sospechas cuando el experto se esmera en no revelar para quién labora. Cualquier experto de la materia tiene pleno derecho a trabajar para quien quiera, pero el público también tiene el derecho a saberlo. A mayor opacidad en este campo, menor deberá ser la calidad del resultado.
Tenemos casos de estudios de opinión que suelen plantear tres escenarios: en el primero gana la opción A, en el segundo gana la opción B, y en el tercero hay un empate técnico. Y para explicar el resultado final, siempre se puede apelar a la teoría del "voto oculto"... Así, hasta el más lego se puede convertir en una notoria "autoridad".
Y uno de los aspectos más lamentables de esta charlatanería es que goza de estimable proyección en medios de comunicación de indudable importancia opinática. Quizá todo forme parte del "abajamiento" que viene sufriendo la dinámica política, por el que lo malo se empeora, lo bueno se desmejora, y lo peor termina convertido en referencia.
Las encuestadoras oficialistas, al menos las claramente identificadas, existen y se desempeñan a fin de ir abonando el terreno para los desmanes del CNE. Esa es su razón de ser, porque ni Chávez ni Fidel se van a fiar en las encuestas de maletín que monta la propaganda roja. En este respecto, ellos ni se engañan ni se dejan engañar.
Hay empresas supuestamente no-comprometidas que no lo son tanto... y por ende se prestan a participar en el juego de las expectativas. Y hay firmas de antigua y solvente data que, precisamente, son de las que menos se preocupan en la publicidad porque cuidan su crédito o principal patrimonio.
Y encima, el propio clima de intimidación política hace aún más difícil la realización de estudios fidedignos, y de serlos tampoco eso los convierte en seguros y confiables, ya que las preferencias políticas no necesariamente determinan el contenido del voto. Hay muchos descontentos que a la hora de la verdad sufragan movidos por el temor a la represalia. ¿O no?
La batalla de los números se está desplegando con toda la carga de intereses. Y el conjunto de la población se mantiene ajeno a estos entramados, y por tanto susceptible a su poder de convencimiento o manipulación. Bienvenido sea todo lo que se haga o diga para combatir esta situación.
flegana@gmail.com




DE ENCUESTAS POLÍTICAS, ORÁCULOS Y CHAMUSCADAS 

En los días que corren, las encuestadoras, en general, han recibido de parte de algunos analistas y/o articulistas, una severa e inusual andanada de cuestionamientos. Hasta retos han recibido, como el de nuestro amigo, el profesor Antonio Paiva Reinoso, quien las invita a debatir sobre el tema metodológico y a dejarse auditar.
¿Por qué se da en estos momentos tal debate?
Obviamente, por los resultados polémicos que en los últimos meses tales sondeos arrojan en el campo de lo político-electoral, los cuales, según una opinión, no serían reales, dados la crisis y el deterioro general de la situación económica y política del país. Y en este ámbito entran no sólo el tema de la popularidad del gobierno y los políticos y la intención de voto para el año entrante, sino también la disputa que se da en el sector opositor de cara a  las primarias.
Para algunos, aquellas resultas no se corresponderían con la “realidad” que los cuestionadores palpan por experiencia, “olfato” o percepción propia, amén de que sería legítimo y natural dudar de ellas, habida cuenta de ciertos aspectos a considerar a la hora de conferirles credibilidad.
Así, las encuestas adolecerían, por un lado, de errores de metodología o muestras engañosas, y por otro, estarían sesgadas por quienes las pagan. Dos asuntos éstos, ciertamente, que podrían ir juntos o separados. Las fallas metodológicas, por sí solas, pueden conducir a resultados equivocados. Pero en el caso del sesgo de quien paga, también. En el primero, está presente una carencia técnica involuntaria, y en el segundo hay una intención deliberada de mostrar un producto con miras a lograr ciertos efectos, en nuestro caso, políticos.
De modo que para saber a ciencia cierta frente a cuál de los dos casos estamos, habría que hacer una investigación exhaustiva que eventualmente realizaría una empresa independiente, imparcial, a la que se le permitiera una auditoría.
En las circunstancias actuales, este examen, a mi juicio, es de improbable realización, en el sentido de que no están obligadas a hacerlo, digo, legalmente. Por otro lado, ninguna encuestadora lo permitiría, no sólo las que supuestamente sesgan sus resultados respondiendo a los intereses del que la sufraga.
Quien escribe estas líneas, no es proclive a que se imponga una obligación legal de esta naturaleza para este tipo de firmas. Por sus obras los conoceréis, y el mercado, a mi modo  ver, se encargará de ellas tarde o temprano.
Ahora bien, otro asunto ligado íntimamente al tema es el de los exégetas, glosadores y demás intérpretes de los resultados presuntamente sesgados o no de las encuestadoras; me refiero a los que hemos llamado “los oráculos”. Aquí, principalmente, están personas de las mismas encuestadoras o no, que en su afán, legítimo por demás, de “vender” su marca y a ellos mismos, acostumbran ir a los canales de tv o radio, o utilizan las redes sociales, para emitir sus opiniones políticas o sus apreciaciones sobre lo que podría pasar en lo electoral -¡los escenarios¡-, incluidas las recomendaciones a las fuerzas políticas sobre lo que deben o  no hacer, o en qué se equivocan o aciertan.
Estos pareceres los exhiben en tanto que opinadores fundamentados, por supuesto, en los resultados de las encuestas de sus respectivas empresas. De allí que éstas hayan corrido con la suerte de las críticas que se hace a sus técnicos.
Es en este rol de opinadores en el que los encuestólogos, por lo general, se han excedido, y los ha colocado en el blanco de los que hoy los objetan. Y el que se mete al candelero pasional de la política, que no espere que le lancen sólo flores.
Así las cosas, se habla de encuestocracia, de la dictadura de las encuestadoras, las que por su proyección mediática influyen, sin lugar a dudas, en el ánimo o la voluntad del votante.
Claro, esto no es exclusivo de nuestro país. Lo que pasa es que en el nuestro, a diferencia de otros países, por la alta exposición mediática de sus representantes en los programas más vistos u oídos, se ha vuelto el de las encuestadoras un factor político de mayor influencia, lo que las hace susceptibles de las críticas señaladas más arriba.  
En la materia de encuestadoras y analistas de opinión pública, hay de todo. Los hay más o menos confiables. Siendo un venezolano de a pie, me inclino por confiar más en las encuestadoras que menos salen en los medios, en las que sus técnicos no andan todo el tiempo pontificando y han demostrado seriedad, ponderación, cuyos resultados pasados, por cierto, han estado más cerca de la realidad.
Pero hasta allí. En política, creo que si bien esos datos estadísticos son muy importantes a considerar a la hora de las decisiones, no pueden ser los únicos a tomar en cuenta. Lo que si me queda claro es que ellos no pueden dirigir o determinar la acción política. Y en el campo de la valoración y el análisis, la experiencia, el “olfato” y la intuición, aspectos más o menos “irracionales” de la política,  también aportan lo suyo, a veces más de lo que solemos creer. Lo mejor que podrían hacer los opinadores y exégetas pertenecientes a las encuestadoras es ser más comedidos, más profesionales y transparentes. Lo que sería por el bien y el prestigio de las empresas. No es mentira que algunas tuercen los resultados para favorecer una determinada opción política. Es verdad, igualmente, que los “oráculos” o exégetas, en lo individual, también lo hacen, aplicando su “olfato” y también sus preferencias personales o ideológicas.
Aquí reivindicamos el trabajo serio, científico, low profile y responsable de las encuestadoras. La que no quiera chamuscarse que no se arrime a la candela.
EMILIO NOUEL V.   



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