lunes, 12 de julio de 2021

 LAS CONDICIONES: EL ETERNO DILEMA DE LA POLITICA

      Julio Castillo Sagarzazu


El aforismo: “la política es el arte de lo posible”, no es más que la versión, en ese terreno, de la ancestral limitación humana de no poder hacer siempre lo que se quiere sino lo que se puede.

No obstante que todo eso sea cierto, no lo es menos que la política también es el arte de trasformar la realidad y no necesariamente adaptarse a ella.

Para lograr este objetivo de cambiar las cosas, los liderazgos se valen de dos herramientas: Una es la voluntad y otra la organización, o dicho de una manera más plástica y quizás más poética: Se valen de la voluntad organizada.

Uno de los activistas más eficaces en el diseño de la lucha por la trasformación social y la toma del poder político es un señor que, pese a todas sus promesas de redención social, terminó engrosando la galería de los tiranos de la humanidad, se trató de Vladimir Ulianov, conocido en los bajos fondos de la política como Lenin.

El personaje de marras logro diseñar un  método de conquista del poder asignándole un papel a la táctica y uno a la estrategia y además, construyendo una organización de profesionales, afincada en el seno del pueblo, que fue el partido bolchevique. No se lo pensó dos veces y participo en las elecciones de la Duma zarista, una suerte de remedo de parlamento imperial y con unas deplorables condiciones  antidemocráticas para su elección, solo para que su partido creciera y para llevar sus ideas a todas partes. Tampoco tuvo reparos en aceptar que los enemigos de su país lo sacaran del exilio en Suiza, lo embutieran en un tren blindado y lo despacharan a Petrogrado. Sabían los alemanes que su presencia en Rusia desestabilizaría al gobierno de los zares y debilitaría su esfuerzo bélico. Dicho y hecho, Lenin desembarco en abril, en la propia estación se dispara un mitin y despliega las llamadas “Tesis de Abril”; lanza la consigna: Fuera los ministros burgueses del gobierno y todo el poder a los soviets. El mandado estaba hecho. Eso, como dijimos ocurrió en abril, y en Octubre ya era dueño de “Todas las Rusias”, como Catalina la Grande.

Este señor que habría sido un brillante guionista de Juego de Tronos, sabía cómo se asaltaba y como se administraba el poder; como se concebían y se ejecutaban la alianzas y como se avanzaba paso a paso hacia el objetivo. Fue él, justamente, quien diseño la tesis de la necesidad de que concurrieran las condiciones objetivas con las subjetivas para que fuera exitosa la tarea de conquistar ese poder.

Las condiciones objetivas hacen referencia a la situación material de vida de las grandes mayorías. El postulaba que para que hubiera un cambio, estas deberían ser penosas e insoportables para la gente.

Las condiciones subjetivas tenían que ver con el grado de organización de las mayorías, su nivel de conciencia y la dirección política.

Esta fórmula se las explico a sus partidarios de esta forma parabólica:

“Para que haya la revolución se necesita que los de arriba no puedan seguir gobernando como antes; que los de abajo, no quieran seguir siendo gobernados por los de arriba; que la mayoría de los del medio se pongan del lado de los de abajo y que haya una dirección política que guie a los que quieren un cambio.

¿Y cómo se come esta ensaladilla rusa en Venezuela? ¿Cómo se lee el tema de las condiciones objetivas y las subjetivas que son necesarias para un cambio por aquí en estos lares?

Veamos: Eso que llaman las “condiciones objetivas” están dadas de sobra y desde hace mucho tiempo. El nivel de vida de los venezolanos es ruinoso y no ha dejado de deteriorarse.

En efecto, un marciano desembarca mañana en nuestro país y seguramente vaticinaría que el régimen de Maduro no duraría ni tres días con esa situación.

Sin embargo, eso no es lo que va a pasar en tres días. ¿Por qué?

Aquí caemos en el tema de las condiciones subjetivas:

El nivel de conciencia de los venezolanos para luchar por ese cambio, que en algunos momentos fue altísimo, ha sido destruido por la falta de éxito de las iniciativas para salir del régimen. Lo más parecido a nuestro estado de ánimo es (de nuevo los rusos) una montaña rusa. En ocasiones percibimos como cercano un desenlace y en ocasiones caemos en barrena y lo vemos lejano.

El nivel de organización de los ciudadanos ha sufrido igualmente un descalabro: Los partidos políticos han sido desmembrados; han perdido contacto con la gente; están perseguidos. Las organizaciones civiles igualmente. Llegamos a tener un voluntariado de más de 700 mil personas que hacían colas para inscribirse para colaborar con el gobierno interino en sus inicios y ya no ni hay rastro de ello.

De manera que entonces, podemos concluir que aunque los de arriba no pueden gobernar como antes, los de abajo no quieren seguir siendo gobernados por los de arriba y la inmensa mayoría de los del medio están igual que los de abajo, falta sin embargo, el nivel de organización y  la dirección política que nos conduzca al cambio.

Si esto es así, se supone que el liderazgo político nacional debería estar trabajando en eso. Para ello, desde esta ventanita de papel, sugerimos lo siguiente:

1. Trabajar en la unidad teniendo en cuenta que es un reclamo nacional pero que debe ser explicada. Hay que decir que la “unidad” tiene sus límites y sus fronteras. Que no cualquier bicho con uñas puede ser recibido; que los alacranes ya eligieron su camino y están del otro lado. Que, excluyéndolos a ellos, los que quedamos deseando un cambio, debemos actuar en unión a pesar de nuestras diferencias y no pretender matrimonios de velo y corona, ni unidades quiméricas.

2. Esta sinergia unitaria debería abordar las negociaciones auspiciadas por la comunidad internacional con una posición común.

3. Hay que asumir que los tiempos de la negociación y los de las elecciones regionales no coincidirán. Es imperioso aclarar las condiciones aceptables para participar y tener una posición común clara. Sobre este particular es necesario decir que este acontecimiento solo podría ayudar a crear condiciones favorables al despertar opositor si se logra un entendimiento que pueda volver a entusiasmar a nuestro votante natural y que contribuya a volver a ganar confianza en el valor del voto como instrumento de  lucha. Es cierto que tanto partidos, como sectores sociales han venido evolucionando hacia ello, pero aun no es suficiente. Falta la foto de familia; buenos candidatos con perfil de seguir la lucha hasta el objetivo final y compromiso del liderazgo de mantener el esquema de entendimiento.

No todo será miel sobre hojuelas, nunca lo será en una dictadura, pero la actual coyuntura podría permitirnos dar un paso en la dirección correcta. Aún quedan muchos más, pero, como dice la sabiduría china, “una gran marcha comienza con un paso”.

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