FERNANDO RODRIGUEZ
La puesta en escena fue poco elegante como siempre, pero se podría afirmar que efectiva: el Parlamento de escenario, gabinete en pleno, todos los poderes, barras más nutridas que de costumbre y preparadas para aplaudir cualquier crescendo patriótico. Maduro de traje muy formal. Cadena de casi cuatro horas en prime time. Pero sobre todo un Maduro de excepción: sereno, amable, hasta manejando material histórico abundante y, he ahí la novedad de novedades, amplio, presidente de todos los venezolanos, en supuesto momento decisorio para la integridad y soberanía de la patria. Se trataba de la crisis diplomática con la República Cooperativa de Guyana.
Lo de Maduro abierto a la oposición, invitándola a acompañar la gesta patriótica es simplemente desconcertante. Dice respetar a los parlamentarios opositores e incluso señala que tiene verdaderos amigos entre ellos. Y les sugiere, más allá de la circunstancia, el famoso y siempre postergado diálogo.
Cuando tuvo que precisar enemigos externos fue muy selectivo: los gringos, pero la Exxon Mobil y el Pentágono y hasta el “pelucón” de Donald Trump. Mas no Obama. Como Raúl en Panamá, ¿se acuerdan? Y en Colombia la cogió con los medios y una campaña brutal contra su persona. Mas no contra Santos. (Este saludó casi al instante el esfuerzo de su diplomacia que hizo cambiar en pocos días el reciente decreto militar venezolano sobre fronteras que también afectaba a Colombia). Pero lo más increíble fue su amistoso señalamiento de Uribe, sí, Álvaro Uribe Vélez, de quien recordó históricos momentos que compartieron con Chávez Frías y la deferencia que merece. Hace pocos días lo acusaba de ser el autor intelectual del asesinato del diputado Serra utilizando sus paramilitares. Enésima acusación de cuanto magnicidio o invasión ha inventado este gobierno. E igualmente sorprendente fueron sus exhortos al buen hablar político, equilibrado y decente. Lo cual no le impidió calificar de vomitivo las recientes declaraciones del presidente guyanés. Simplemente uno se pregunta si no tendrán los mismos efectos gástricos quince años de improperios chavistas sin mesura, ahora en especial del hombre del mazo que tenía a sus espaldas. Pero nada, esa noche era de paz, de leyes e instituciones internacionales, el país permanente y en lucha por su dignidad y su legado.
Seguramente el problema con Guyana es real y la actitud de su gobierno no ha sido la más diplomática y justa. Paradójicamente en gran parte por la actitud misma del chavismo, omitida en la historia del orador, el servilismo del Difunto a la política cubana al respecto y que además propiciaba los votos del Caricom en las instancias internacionales, tan preciadas por las ínfulas egolátricas del líder del “país potencia”. De manera que tenemos allí un problema cierto, con su tempo, muy lento, por supuesto ajeno a las truculencias bélicas anunciadas. Un problema, tenemos miles. Y muchos de ellos más urgentes y esenciales. Como que no sigan asesinando policías o hermosas cantantes populares a cada instante. O que no se muera la gente en los hospitales por falta de insumos. O que cada día haya menos que comer y a precios más inalcanzables. O que los tribunales, los derechos y la libertad de prensa sean juguetes de los mandarines y boliburgueses.
De manera que es evidente que esta es una gran jugada gubernamental para amortiguar la derrota electoral de diciembre. Todos unidos detrás del líder, o sea Maduro, y con una sola consigna, la salvación de la patria de una conjura planetaria. Es un cuento malo y perverso. El horror cotidiano sigue ahí, el país destrozado por la rapiña, la ignorancia y el delirio político. La lucha sigue.
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