PEDRO LUIS ECHEVERRÍA
La Venezuela que emerge, después de conocer los resultados
de las mas recientes encuestas, es cualitativita y cuantitativamente diferente.
En efecto, la hegemonía numérica que el
régimen usufructuó por tres lustros llegó a su fin; ahora su ventaja se reduce
a unos cuestionables cientos de votos. Igualmente, la hegemonía política que
mantuvo tanto tiempo en las manos del que se fue y del heredero y que les
permitió manejar al país como feudos personales, se ha esfumado; no pued ser de
otra forma, son demasiados los errores y omisiones del gobierno que han llevado
al país al borde milimétrico del colapso total. Las grandes falencias del
heredero, sus profundas limitaciones, su falta de conexión con todos los
ciudadanos,erosionó el inasible legado recibido y ha ocasionado también, desde el interior del régimen,
rechazos a su liderazgo. Ahora el
equivocadamente ungido,debería reconocer, mirar y tomar en cuenta la opinión de
mas de la mitad del país que no comulga con los fundamentos del ideario
comunista de sociedad. Las circunstancias presentes le imponen al Presidente, de manera terminante,
revisar y replantear la filosofía y operatividad del modelo socialista,
establecer mecanismos de diálogo con el mundo opositor. De no hacerlo la
inviabilidad y falta de legitimidad de origen y desempeño de su gobierno, con
certeza profundizarán la parálisis y el caos en que se encuentra el país y
abrirá las puertas para una eventual búsqueda de soluciones no democráticas.
El presumible resultado electoral del venidero 6D no es de
ninguna manera un triunfo asegurado para la oposición,ni tampoco la resolución
inmediata de los problemas que confontamos.
El Gobierno y la oposición deben promover , por el bien del país, la
reconciliación y la paz y ello supone: fortalecer institucionalmente a la
democracia y el estado de derecho tan vilipendiados durante los últimos trs
lustros; construir y fortalecer
instituciones políticas y judiciales que sean respetadas y creíbles para
la solución de conflictos por la vía no violenta y; establecer un consenso
sobre los medios que resultan inaceptables emplear para la protección de los
intereses propios por legítimos que éstos sean
Desde hace poco, hemos empezado a vivir una
nueva era que irrumpe y destroza los paradigmas del pasado que nos impedían, a
ambas partes, ver la realidad, tal cual es. La verdadera revolución que necesitamos es la de nuestro
pensamiento. Sólo una transición del pensamiento hacia una nueva forma de ver
el desarrollo democrático, humano y
sustentable, capaz de administrar y resolver sus conflictos de manera
institucional y sin violencia, es la única forma en que podemos resolver
situaciones de confrontación y garantizar la paz en el mediano y largo plazo. Cuando
hay voluntad política, incluso los obstáculos que parecen insalvables pueden
tener una solución aceptable para las partes. La reconciliación no es un asunto
que podamos postergar para etapas venideras: debe ser el centro y esencia del proceso de
reconstruir hoy el país y la convivencia
entre los venezolanos. Esa es, a mi juicio, la gran tarea que tiene por
delante el liderazgo del país. Es la responsabilidad del gobierno y de la
oposición que debe ser abordada de inmediato en un clima político en donde es
claro que hay gran confrotación y la nefasta posibilidad, que millones de
ciudadanos seamos perdedores si la intolerancia, falta de visión y el odio
fratricida sean los inspiradores de la conducta de los líderes del debate
nacional.
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