miércoles, 15 de julio de 2015

EUROPA MADRASTRA

LLUIS BASSETS
 
La pedagogía europea es dolorosa. Se aprende en los fracasos y se toman las lecciones en el castigo de unos acuerdos adoptados bajo amenaza. Dice bien el viejo dicho castellano: la letra con sangre entra.Tsipras ganó el referéndum y humilló a Merkel y a la troika. Echó a Varufakis (o Varufakis se zafó de un acuerdo que sabía tan inevitable como oneroso) y armó una nueva coalición parlamentaria con las fuerzas de centro. Pero no le sirvió para nada.
Ese acuerdo es peor que cualquier otro obtenido antes del referéndum. Paga la osadía de consultar a los griegos y todavía más el descaro de encerrarles en un corralito durante al menos esos quince días que ha durado el martirio. Quiso exhibir que sus conciudadanos podían decidir por sí solos y que podían hacerlo en sentido contrario a lo que le decía la troika y ha quedado demostrado que no ha valido para nada.
Los griegos ni tienen derecho a decidir ni son independientes. La escasa soberanía que les podía quedar ha quedado acotada por la hiper intervención diseñada en el acuerdo adoptado por unanimidad en el Consejo Europeo. Grecia será gobernada desde Bruselas hasta unos detalles como no se habían visto en ninguna intervención anterior de la troika.
Ganar un referéndum y perder la negociación entera no es un buen negocio político para quien lo hace. Su cabeza huele a pólvora. Requerirá un nuevo gobierno más amplio, probablemente de salvación y emergencia nacional, y elecciones lo más pronto posible, e incluso ambas cosas.
Tsipras paga con creces y con sangre, pero puede sentirse aliviado. Sin Francia hubiera podido ser peor. Grecia no se va del euro. Y menos todavía de Europa. Ni la echan ni tiene que irse de su propio pie. Eso que tiene ahora, como lo que tenía antes, es muy malo, pero todavía era peor lo que le esperaba si quedaba a la intemperie. Puede anotarse el mérito de que en el momento decisivo, en el límite, no ha dañado más a la eurozona ni a la Unión Europea, como hubiera sucedido con una salida precipitada: Grexit era letal para Grecia pero muy dañino para el euro y para todos.
Esta dolorosa clase magistral europea no ha terminado todavía. Las heridas infligidas son muchas y serias. Grecia desafió la regla de juego, la solidaridad entre gobiernos y el respeto de las soberanías ajenas: Finlandia, que no quería su rescate, vale tanto como Grecia; y los votos de los griegos, como los de los ciudadanos de cada uno de los países del Eurogrupo.
Hay que evitar ahora que Europa aparezca como la madrastra cruel que solo exige castigos. Es una tarea cuya mayor responsabilidad recae sobre Angela Merkel y que solo se resuelve con más Europa y mayor crecimiento económico, es decir, más política europea y menos austeridad.

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