MUD: ¿Tabla de salvación o delicada filigrana?/ Olga Ramos
Acostumbrados como estábamos a nuestro esquema democrático con fuertes dosis populistas, paternalistas y clientelares, más una débil, pero existente, división de poderes, con alternabilidad garantizada y con algunos elementos que perfilaban una futura e interesante madurez democrática, - como el inicio de la descentralización, los esfuerzos por profesionalizar la función pública, tecnificar la toma de decisiones sobre políticas públicas y el establecimiento de algunos mecanismos de control efectivo del ejercicio del poder- entramos en el autodenominado “proceso revolucionario” - que, por cierto, tiene de “revolucionario” su vocación por el cambio radical de sistema a través del desmontaje de la institucionalidad existente, para sustituirla por otra y el desplazamiento de las elites, política y económica, del país por una “vanguardia revolucionaria”. En su empeño de cambio, este “proceso” dio al traste con el esquema de descentralización que arrancó a finales de los años 80 y para sustituirlo, puso en agenda la necesidad de construir una fórmula de descentralización sustentada en la idea de participación directa de la población, a través de la creación de instancias de organización de base, de dimensión comunal, y la incorporación de mecanismos de consulta para procurar su incidencia en la definición de las políticas públicas nacionales, así como la creación de la figura de la contraloría social para promover el control ciudadano sobre el ejercicio del poder. A esta fórmula de descentralización que el “proceso revolucionario” se ha propuesto crear, la acompaña el debilitamiento progresivo de la democracia representativa, un esquema de concentración del poder político -que terminó de borrar los precarios límites existentes entre los poderes públicos y que atenta con acabar definitivamente con los restos del viejo esquema descentralizado-, una sustitución de la incipiente “profesionalización” de la función pública por la “partidización forzada” de los funcionarios y todo esto marcado por una fuerte exclusión política y fractura social derivada del uso de la polarización como táctica principal para ejercicio del poder político. Hay muchas otras dimensiones constitutivas de este “combo revolucionario”, a las que no haré referencia en este escrito, porque las mencionadas son suficientes para dibujar el ambiente político en el que se desarrollan los preliminares de las elecciones parlamentarias, ambiente que mucho se aleja de la “democracia” que conocimos y que poco se parece a los esquemas de talante realmente democrático que apreciamos en otros países del mundo. En este ambiente conformado por una institucionalidad prácticamente destruida, solapada con otra proyectada a medias, cuyas reglas de juego cambian permanentemente, coexiste la necesidad de la acción organizada y de la actuación de los grupos de intermediación política, con la visión anárquico-asamblearia, en la que cada quién cree tener la capacidad para determinar y definir el destino de todos, con el sólo hecho de alzar su voz disidente. Es en este ambiente en el que se desarrolla un nuevo esfuerzo por construir una plataforma de unidad de la sociedad democrática. Sin embargo, en este momento, hablar de esa unidad en términos reales y profundos, es una falacia, porque una unidad de ese tenor requiere un planteamiento de partida diferente: la procura de una opción que permita unificar, no a los grupos opositores, sino al país en torno a un proyecto que nos impulse a salir de la crisis generalizada cuyos orígenes preceden, al menos en un par de décadas, al inicio de este gobierno. Con esto no quiero decir que, en este momento, no exista una unidad posible. Pero esa unidad no pasa de ser la construcción de una “opción unitaria” para las elecciones de la Asamblea Nacional que se realizarán el 26 de septiembre y que se traduce en un listado de candidatos y suplentes por circuito electoral y de una base programática que sustente la agenda legislativa que este grupo de candidatos promoverá en esa instancia, una vez electos. Esta es la misión de la denominada Mesa de la Unidad Democrática, ser una instancia político-operativa para hacer posible la construcción de una opción unitaria para las elecciones del 26S, una tarea, por cierto, nada sencilla. Pero es ésta misión y no otra, a pesar de que muchas personas, incluyendo a muchos miembros de la mesa, esperan que adopte los roles de dirección y de operadora política a la vez, reclamando su pronunciamiento y coordinación de acciones en todos los eventos de la dinámica política nacional que lo ameriten. Pero además, es necesario precisar que se trata de una instancia de operación política, constituida para un fin muy específico, no para organizar las acciones que, en general y producto de las directrices de una instancia de conducción política, se requieran. Ni los alcances de la unidad posible, ni la misión específica de la MUD ameritan que ésta sea tomada como la nueva “tabla de salvación” del movimiento opositor, tal y como lo hizo mucha gente con los estudiantes en un pasado muy cercano. Por cierto, que esta inmadura manía de aferrarse a personas o eventos circunstanciales, no es más que la expresión de una típica patología política que hace que la mayoría de los venezolanos estén en la búsqueda permanente de un Mesías que resuelva de tajo los problemas del país y crea en la existencia de una acción mágica que devolverá o creará, dependiendo del caso, en un abrir y cerrar de ojos, la calidad de vida pretendida. La modesta misión para la que se formó la MUD es compleja y llena de dificultades que se derivan, incluso, de la naturaleza misma de su constitución, porque se trata de una instancia en la que deben hacer vida partidos, organizaciones no partidistas e individualidades con influencia, poder y pesos políticos diferentes. Hay partidos políticos de diversa talla, así como organizaciones no partidistas de distintos campos, con diverso grado de influencia y reconocimiento en la sociedad. Ni hablar de las personalidades cuyas trayectorias y reconocimiento público pueden ser muy diversos. Todos ellos con proyectos específicos que, en el caso de los partidos políticos, incluyen planteamientos ideológicos que en muchos temas pueden dar origen a diferencias que resulten irreconciliables. Adicionalmente a ello, se suma la diversidad regional, ya que, esta tarea la MUD decidió asumirla de forma descentralizada, por lo que en cada uno de los estados y municipios del país, funciona una instancia de este tipo, con complejidad y dificultades propias. Ya el sólo hecho de construir unas reglas de juego que permitan la máxima inclusión posible, en un marco que se haga justicia y respete a las organizaciones, constituye una tarea titánica que, sin un referente electoral previo que permita tener noción de influencia y peso político, requiere una mano muy firme para evitar que, como en otras oportunidades, el espacio de encuentro, se disuelva o pierda efectividad, por una ilusión “participativa” que no es realmente inclusiva. De hecho, difícilmente se logre un acuerdo con el que todos nos sintamos satisfechos y eso es natural a un proceso tan complicado y complejo. Pero adicionalmente, y producto de la falta de comprensión sobre la naturaleza de este fenómeno, es que encontramos “ individualidades” quejándose por no tener “representación” en la mesa y también, organizaciones que prefieren ver los toros, y criticar, desde la barrera, preferiblemente delante de un micrófono. Constituida con todos los defectos que tiene, en el cumplimiento de su misión, la MUD debe atender, al menos, tres dimensiones de trabajo. La primera de ellas es la elaboración del listado de candidatos con su la agenda legislativa, es decir, la construcción de la oferta electoral que presentará al país. Hasta el momento, y de acuerdo a las reglas aprobadas, para la elaboración del listado, la MUD apela a dos mecanismos: el acuerdo y las primarias. En este preciso momento, nos encontramos casi al final de la primera parte de este proceso, que, hoy debía haber sido presentada al país y que por las dificultadas propias de la construcción de consensos, fue postergada para después de Semana Santa. La construcción de la lista de candidatos, ha sido un proceso intrincado que se ha desarrollado en diversas instancias de la MUD a lo largo y ancho del país, en un ambiente político adverso, signado adicionalmente por la tensión que ha intentado imprimir al trabajo de la mesa, la promoción, hecha por algunos grupos e individualidades, de un cambio en las reglas de juego acordadas, que propone la realización de primarias en todo el país. Muchos han sido los intercambios acerca de la factibilidad e idoneidad de esta propuesta, así como muchos han sido los cuestionamientos al trabajo de la mesa, basados en una supuesta actitud de los partidos políticos a excluir candidaturas, por preservar sus propias “agendas”. Sin pretender abogar por un comportamiento intachable de la MUD, es importante recordar que los intereses particulares - cuya existencia es la base fundamental de la mencionada crítica- son naturales a las personas y a las organizaciones y además de natural, es deseable que existan. Por otra parte, los intereses colectivos no surgen de la nada, son determinados por las personas y por tanto, deben ser reconocidos por ellas para que se puedan identificar como tales, y nadie puede apropiarse del derecho a definir cuál es el interés colectivo sin contar con el concurso de los demás. Adicionalmente, lo ideal es que, antes que esperar que las personas y las organizaciones antepongan los intereses colectivos a los suyos, es preferible éstas que asuman dichos intereses como propios. Es por eso que la crítica romántica que propone que los partidos políticos hagan de lado sus agendas particulares, y los candidatos independientes sus agendas personales, para pensar primero en el país, carece de sentido propositivo, pues olvida que tanto los partidos como las individualidades, actúan desde la visión de país que tienen y de los intereses que reconocen como colectivos. La tarea entonces es la construcción de una visión colectiva, pero esa no es precisamente la tarea que tiene asignada la mesa, por tanto, la construcción de la lista y la agenda legislativa, tendrá que seguirse fraguando con base en la realidad política que tenemos, hasta que logremos que esta cambie. Así, una vez presentada la lista con los acuerdos y realizadas las primarias, tendremos, en cuanto a candidatos, la mejor oferta electoral posible de acuerdo a nuestra realidad política. Esperamos que la combinatoria que se alcance, tenga al menos un buen balance que permita a la mayoría sentirse reflejada o representada en dicha oferta. El que tengamos claros los posibles alcances de este resultado, no quiere decir que no aspiremos a una mejor oferta, pero para avanzar y transformar nuestra realidad política, se requieren importantes cambios de fondo, tanto en las organizaciones de toda índole, como en la ciudadanía en general. Por otra parte, para que ese listado de candidatos pueda ser electo, se necesita una campaña robusta y una maquinaria electoral que se encargue desde el apoyo a las actividades de campaña de los candidatos, hasta el cuidado de los votos el propio 26S. Esta segunda dimensión de la tarea, si bien se coordina desde la MUD, se instrumenta o se orquesta con el concurso de cada una de las organizaciones y de los grupos de apoyo ad hoc, constituidos en torno a este proceso electoral y a sus participantes. Esta dimensión es muy delicada y requiere también un esfuerzo especial, porque la campaña debe llegar a todos y cada uno de los rincones del país con una oferta electoral unificada, lo cual, no es nada fácil cuando ello está precedido de por proceso de primarias, en el que cada uno de los pre-candidatos ha trabajado por su propia propuesta de agenda. La construcción de una agenda legislativa para la oferta electoral unitaria, debería formar parte de la primera dimensión de la tarea de la MUD, pero en ella se requiere el concurso de todos, las organizaciones, las individualidades y los pre-candidatos. Esa, hasta ahora, es una delicada tarea pendiente. Pero hay una tercera dimensión que es imprescindible para el óptimo cumplimiento de la tarea de la MUD: la constitución del listado de candidatos en un equipo de trabajo legislativo. En esta dimensión tienen responsabilidad las organizaciones que participan en la MUD y los propios candidatos. En esta parte de la tarea se requiere, entre otras cosas, de una declaración expresa de candidatos y pre-candidatos, en la que se comprometan tanto a ser efectivamente la voz que permita a los electores tener peso e incidencia en la definición de las políticas nacionales, como a construir un equipo con el resto de los candidatos de la opción unitaria que actúe, de forma concertada, en la definición de la agenda legislativa a impulsar desde la AN y de las estrategias y tácticas que seguirán una vez en ejercicio. Esto, entre otras cosas, requiere una búsqueda de consensos y disciplina muy alejada de los micrófonos a los que muchos están acostumbrados a acudir, cuando su posición no tiene éxito frente a la mayoría y sería ideal que el anuncio de la lista de candidatos que la MUD tiene pendiente, esté acompañado de un texto que enuncie el compromiso de candidatos y pre-candidatos, en el marco de la construcción de esta opción electoral unitaria, para que sea suscrito por ellos. Finalmente, cabe recordar, que al igual que con lo que sucede con la MUD, los diputados que resulten electos de esta opción unitaria, tendrán una misión muy específica, no serán ni los nuevos Mesías, ni estarán dotados de una varita mágica. En lugar de ello, en lugar de ser asumidos como la futura “tabla de salvación”, tendrán, como la MUD, que moverse en el campo del tejido y la filigrana, para lo que, tanto los candidatos como sus electores tienen que tener muy claro que las dos demandas aquí enunciadas están en tensión, porque estos parlamentarios, además de buscar un efectivo mecanismo para lograr ser la voz de sus electores en las discusiones sobre lo nacional, por la coyuntura política, tendrán que concertar con el resto del equipo las posiciones y estrategias más adecuadas, pero ambas demandas se derivan de lo se perfila que será el ejercicio parlamentario en un ambiente político como el descrito al inicio de este texto. Olga Ramos31032010
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