ELECCIONES Y DIGNIDAD
Leandro Area
“Sigue creyendo creyón” me apunta un amigo que ya no vive aquí y que se fue para eludir la calima social que nos agobia. “Bueno, es verdad” me digo yo, y esto hay que comunicárselo al país para que lo entienda y se embraguete en la decisión de participar en las elecciones de septiembre para darle un parao a Chávez. Porque la actitud pendenciera del gobierno no va a variar como resultado de un triunfo opositor, sino que más bien radicalizará su discurso, decidirá arbitrariamente por sobre la opinión de la nueva Asamblea Nacional, atizará odios, espumará demás, pero el arpón democrático habrá hecho lo suyo y será hora política y ciudadana de plantearnos nuevos caminos de lucha para construir un país que se parezca a nuestras –en plural- ilusiones y deseos.
Muchas cosas van a ocurrir en Venezuela de aquí al septembrino mes electoral que se avecina y todas dentro de un clima de crispación política, social y quién sabe qué más, pues un proyecto-ambición, político y totalitario, cuántas veces decirlo, ha dividido al país en dos bandos hasta hoy irreconciliables, a capricho y bolsillo de un comandante-presidente “elegido legítimamente a través del voto popular”. Éxito electoral y fracaso histórico. Buena contradicción ésta para los entendidos.
Confrontación he dicho y no contienda civilizada, puesto que la situación enervada del sistema político venezolano no permite, desde nuestra realidad, hablar en los términos idílicos y pintorescos que se exponen hasta en la más rupestre enciclopedia que sobre la democracia exista. Aquí lo que pulula es una forma ladina de guerra civil encubierta, calculada y administrada desde el poder, que se expresa en violencia cotidiana, indefensión ciudadana, corrupción autorizada, miedo, ineficiencia, instituciones títeres y compra-venta de conciencias en todas las esferas. Petróleo matando dignidad.
No quiere decir, reitero, que un relativo y optimista resultado a favor de la oposición que la haga acreedora de entre el 33 y el 55 por ciento de las curules legislativas vaya a cambiar el temperamento del gobierno. Su estilo y médula seguirán siendo lo que no pueden dejar de ser y es posible que su naturaleza militar se neurotice más aún frente al avance de quien ellos consideran su enemigo. Esa es la “estirpe democrática” del gobierno.
Mas si los resultados oscilan entre las cifras antes mencionadas, al gobierno se le plantará una piedra en el zapato que le impedirá que los debates en la nueva Asamblea Nacional sigan siendo el sainete que han representado hasta ahora. Obligarán a que en las distintas comisiones tenga que haber oposición y que el espacio vital de la Asamblea ya no sea exclusivamente ocupado por el chavismo. Es verdad que vendrán nuevas marramuncias, agresiones, mal de ojo, pero tendrán que calárselos, porque el soberano tomará la decisión de barajar la mano. Ojala que la oposición se dé cuenta de esto, que no es sino la responsabilidad por la cual seremos juzgados cada día.
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