CHAVISMO-MADURISMO: MAS QUE UN PROBLEMA REGIONAL
Carlos Canache Mata
El régimen que por más de 20 años han encabezado Hugo Chávez y Nicolás
Maduro, uno de los más nefastos de nuestra historia republicana, no sólo ha
sido una tragedia para los venezolanos, sino que también ha creado graves y
preocupantes problemas en la región. Igualmente, del otro lado del Atlántico se
oyen voces de alarma y no son ajenos al aleteo de la crisis que ocurre en
Venezuela. La globalización es una
realidad en la que se recogen y registran las ondas expansivas de lo bueno y de
lo malo que el mundo de ahora nos ofrece.
Por la garganta de nuestro
país han pasado los tragos amargos de una recesión económica que va para su
séptimo año, de la hiperinflación que arrastramos desde noviembre de 2017 y ha
vuelto “polvo cósmico” el poder de compra del bolívar. La Iglesia,a través de
la Conferencia Episcopal Venezolana, en comunicado público, ha denunciado el
infortunio que aflige a los venezolanos: “La crisis se sigue agudizando: el
hambre, la falta de medicinas y de servicios públicos, el empobrecimiento, el
altísimo costo de la vida, continúan en aumento, así como el elevado número de
hermanos que migran huyendo de la agobiante situación del país”, y, como
implorando el auxilio divino, plantea que ya “es hora para que las autoridades
militares y policiales, de una vez por todas, honren su juramento de defender
el pueblo y sus derechos”. No es la oposición, ni el “imperio”, quien hace el
pedido, sino la Iglesia, en este tiempo de adviento en que se espera la Navidad.
El problema venezolano se ha
convertido en un problema regional, y, hay que decirlo, en algo más que un
problema regional, con impacto que trasciende el escenario latinoamericano. Estamos
protagonizando una emergencia migratoria con la salida diaria de entre 4.000 y
5.000 compatriotas que se van a otros países en busca de mejores condiciones de
vida y/o por ser objeto de la represión política y quieren vivir en democracia
y libertad. La crisis los ha aventado a varios países, en cifras que
impresionan: en Colombia, el principal destino, hay más de 1,5 millones (se ha
estimado que su atención tiene un costo equivalente al 0,3% de su Producto
Interno Bruto), en Perú 860.000, en Chile 371.000, en Ecuador 330.000, según
reportan los medios de comunicación. Son países que, como sabemos, tienen sus propios problemas y, al
ser sorprendidos por inesperadas avalanchas migratorias, ven desbordadas sus
infraestructuras públicas de salud, de educación y de capacidad de empleo. Eso
ha impulsado a países y organismos multilaterales de la comunidad internacional
a entregar importantes ayudas financieras a los pueblos amigos que reciben y
acogen la diáspora forzada de venezolanos. El representante especial para Venezuela de la
Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) y de la Organización
Internacional para las Migraciones (OIM), Eduardo Stein, hizo, el día 28 del
pasado mes de noviembre, la siguiente declaración: “Si los flujos (de migrantes venezolanos)
siguen como van, podríamoa llegar a finales de 2020 a cerca de 6,4 millones de
personas. O sea, se superaría las cifras del fenómeno sirio. Con dos
diferencias importantes. La gente está
saliendo de un país que no está en guerra y de un país que tiene las reservas
probadas de petróleo más grandes del mundo”.
Pero las peligrosas
implicaciones del que se ha llamado
“efecto Venezuela” van más allá de las situaciones críticas que el éxodo masivo
de los habitantes provoca en países vecinos. Es que la dictadura imperante se
ha mutado en un narcoestado que ha hecho de nuestro país una prominente vía de tránsito de las drogas hacia
Estados Unidos y Europa, que participa en el lavado de capitales, que se asocia con mafias para
explotar una minería ilegal, que tiene nexos y vinculaciones con organizaciones
del terrorismo internacional, y que desde el Foro de Sao Paulo es un factor que
contribuye a la perturbación de la seguridad y la paz del continente.
Sobran argumentos y razones
para sostener que casi tienen connotación existencial la necesidad y la
urgencia de cambiar a los que actualmente usurpan el poder y ponen en grave
riesgo el destino nacional.
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