Carlos Canache Mata
La Navidad y el advenimiento de un Año Nuevo
son propicios para reflexiones que trascienden las preocupaciones que nos
depara la cotidianidad. El avance científico y tecnológico le ha aportado al
hombre, habitante del único planeta en el que hasta ahora hay la certeza de la
existencia humana, tal como la conocemos, grandes progresos en su nivel y calidad de
vida, pero, paradójicamente, ha creado a la vez, riesgos y peligros. Uno de ellos
es la cuestión de su enventual sobrevivencia si en la era nuclear, a la que
accedimos en los años cuarenta del siglo pasado, llegare a estallar un
conflicto bélico en el que se empleen las armas, ahora enormemente ampliadas en
su capacidad de destrucción, que, al final de la Segunda Guerra Mundial, se
utilizaron contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.
El político soviético Mijail Gorbachov,
secretario general del Partido Comunista entre 1985 y 1991, y presidente de la
URSS entre marzo de 1990 y diciembre de 1991, año en que ésta se desintegró, escribió
en su libro “Perestroika, mi mensaje a Rusia y al mundo entero”, cuya primera
edición se publicó en 1987, lo siguiente (página 127): “Al entrar en la era
nuclear y utilizarse la energía del átomo para fines militares, la humanidad ha
perdido su inmortalidad. En el pasado hubo guerras, guerras espantosas que se
cobraron millones y millones de vidas humanas, que convirtieron ciudades y
pueblos en ruinas y cenizas, y que destruyeron naciones enteras junto con sus
culturas. Sin embargo, la continuidad de la humanidad no se vio amenazada. En
cambio, hoy, si estalla una guerra nuclear, todo ser viviente será borrado de
la faz de la Tierra”, y más adelante (página 130), añade: “No habrá vencedores ni
vencidos en un conflicto nuclear global, y la civilización mundial perecería
inevitablemente…las palabras de Clausewitz, según las cuales la guerra es la
continuación de la política aunque por diferentes medios, palabras que fueron
clásicas en su época, han quedado totalmente desfasadas, relegadas tan solo a
las bibliotecas”. O sea que la guerra, que sería nuclear, ya no es un medio
diferente de continuar la política, por lo que la humanidad, debido a la
hipótesis de esa guerra, ha pasado a ser mortal.
Los
países que poseen armas nucleares saben que usarlas implicaría la destrucción mutua asegurada (MAD), lo que hasta ahora,
afortunadamente, ha impedido caer en la tentación bélica. El sabio y gran
físico Albert Einstein afirmó en 1949 que una Tercera Guerra Mundial, que sería
una guerra nuclear, “sería tan grave como para devolver a la humanidad a la
Edad de Piedra” y agregó que “la Cuarta Guerra Mundial se peleará con palos y
piedras”. El temor, por no decir el miedo, que se ha generalizado sobre la guerra
nuclear, ha condicionado las relaciones internacionales y ha suscitado la firma
de tratados y acuerdos dirigidos a mantener la paz y la seguridad.
A finales de la década de 1980, una
delegación parlamentaria venezolana, integrada por Abdón Vivas Terán, Víctor
Hugo de Paola, Lino Pérez Loyo, y el autor de estas líneas, estuvo en la
entonces Unión Soviética, atendiendo una invitación de ese país. Entre las
diversas entrevistas sostenidas con gobernantes y líderes en Moscú, Kiev y
Leningrado, quiero destacar especialmente la que tuvimos, durante más de dos
horas, con Andrei Gromiko, presidente del Presidium del Soviet Supremo. La
acechanza de una guerra nuclear, precisamente, fue un tema ampliamente
analizado en la conversación. Gromiko, cuando era el Representante de la URSS
en las Naciones Unidas, había solicitado en ese foro internacional, el 29 de enero
de 1948, la destrucción de todas las bombas atómicas existentes, en las que,
para el momento, Estados Unidos tenía una ostensible superioridad con respecto
al país comunista. Se comentó también el Acuerdo firmado por el presidente
estadounidense Reagan con Gorbachov sobre la eliminación de los misiles nucleares de alcance corto y
medio, como un primer paso importante en
el camino del desarme nuclear, al menos esa era la esperanza, que conduciría a
una reducción de los misiles nucleares de largo alcance o estratégicos de las
dos grandes potencias.
Una
guerra nuclear es, actualmente, una posibilidad bastante remota, después de la
desparición de la Unión Soviética en
1991. Se cree que un meteorito acabó con los dinosaurios, y se conjetura que
estaríamos a millones de años de distancia de la colisión con un gran
asteroide, que sería una catástrofe sideral.
Sí, por la posibilidad de una guerra nuclear,
la humanidad ha perdido la inmortalidad,
pero sigue viva y esperamos que siga
estando viva, y no desaparezca por un fenómeno natural o por causa provocada
por los propios seres humanos.
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