JEAN MANINAT
Miren que anhelar la llegada del soldado Ryan y soñar recibirlo con un fraternal “we have beautiful señoritas, perfumaditas amigo” era de una ligereza impúber, alimentada por la euforia que se desató a partir de febrero de este año que, gracias a Chronos, está por terminar. Florecían las salas situacionales, provistas de pantallas con lucecitas incrustadas, y teléfonos satelitales para comunicarse con una flota que nunca soltó amarras de puerto alguno. Era de esperarse y bastante se alertó.
Está bien, no seamos tan duros en el juicio, cundía en el ánimo de la conducción opositora aquello de que: todas las opciones están sobre la mesa (si al enunciarlo se golpeaba la mesa con los nudillos… tanto mejor). De manera tal que cualquier cosa era posible, solo había que atreverse a tomar el mango por asalto -estaba bajito- y hasta se convidaron presidentes para que vieran desde una tarima en la frontera el comienzo del fin. ¡Y los “presis” asistieron entusiasmados! ¡Qué se podía esperar, salvo un fervor desmedido!
Pero transcurrido el tiempo y vistos los hechos que se han sucedido, que a estas alturas de tantos traspiés haya todavía dirigentes opositores evocando una intervención armada exterior, es prueba de una hemorragia severa de buen juicio. Porque quien tendría que dar la luz verde ya lo ha dicho -o mandado a decir- de diversas maneras: los tiempos no están para aventuras bélicas, es muy riesgoso. Pero eso poco importa, “que implique riesgos, no quiere decir que esté descartada”, argumenta un connotado estratega de un partido opositor. Se recurre al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), con bombos y platillos, creando expectativas que luego no se cumplen.
Se siguen alimentando fábulas que solo contribuyen a desanimar al país opositor, dejando de lado lo que debería ser la tarea imprescindible de la oposición: acorralar democrática y electoralmente al gobierno. A lo único que le teme la nomenclatura gobernante es a contarse transparentemente y a que la idea de hacer del voto el instrumento fundamental de lucha prenda de nuevo en la oposición. Por eso la combate tan fieramente.
No se puede seguir actuando como si nada pasara, como si la oposición democrática no tuviera nada que enmendar. Business as usual no debe ser la actitud. De los vientos ya húmedos de febrero a los huracanados de diciembre mucha agua ha corrido y grande y devastador ha sido el deslave opositor. Una vez más, no caería mal una breve pausa decembrina, para recapitular, sopesar, reflexionar. Actuar por actuar, por más voluntad que se tenga, a ningún lado conduce. Se corre el peligro de morir con las botas puestas, una de las maneras más incomodas de suicidarse.
Y por el amor de Dios, tomen nota de que la invasión nunca llegó, ni llegará…
@jeanmaninat
Está bien, no seamos tan duros en el juicio, cundía en el ánimo de la conducción opositora aquello de que: todas las opciones están sobre la mesa (si al enunciarlo se golpeaba la mesa con los nudillos… tanto mejor). De manera tal que cualquier cosa era posible, solo había que atreverse a tomar el mango por asalto -estaba bajito- y hasta se convidaron presidentes para que vieran desde una tarima en la frontera el comienzo del fin. ¡Y los “presis” asistieron entusiasmados! ¡Qué se podía esperar, salvo un fervor desmedido!
Pero transcurrido el tiempo y vistos los hechos que se han sucedido, que a estas alturas de tantos traspiés haya todavía dirigentes opositores evocando una intervención armada exterior, es prueba de una hemorragia severa de buen juicio. Porque quien tendría que dar la luz verde ya lo ha dicho -o mandado a decir- de diversas maneras: los tiempos no están para aventuras bélicas, es muy riesgoso. Pero eso poco importa, “que implique riesgos, no quiere decir que esté descartada”, argumenta un connotado estratega de un partido opositor. Se recurre al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), con bombos y platillos, creando expectativas que luego no se cumplen.
Se siguen alimentando fábulas que solo contribuyen a desanimar al país opositor, dejando de lado lo que debería ser la tarea imprescindible de la oposición: acorralar democrática y electoralmente al gobierno. A lo único que le teme la nomenclatura gobernante es a contarse transparentemente y a que la idea de hacer del voto el instrumento fundamental de lucha prenda de nuevo en la oposición. Por eso la combate tan fieramente.
No se puede seguir actuando como si nada pasara, como si la oposición democrática no tuviera nada que enmendar. Business as usual no debe ser la actitud. De los vientos ya húmedos de febrero a los huracanados de diciembre mucha agua ha corrido y grande y devastador ha sido el deslave opositor. Una vez más, no caería mal una breve pausa decembrina, para recapitular, sopesar, reflexionar. Actuar por actuar, por más voluntad que se tenga, a ningún lado conduce. Se corre el peligro de morir con las botas puestas, una de las maneras más incomodas de suicidarse.
Y por el amor de Dios, tomen nota de que la invasión nunca llegó, ni llegará…
@jeanmaninat
No hay comentarios:
Publicar un comentario