CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ
El gobierno se mete punzones en el cerebro para ver si salta la idea que induzca una derrota electoral a sus adversarios. Pese a que las encuestas evidencian un posible triunfo de estos, como decía aquél inolvidable catcher de los Yanquis de NY, el juego no se termina hasta que no se acaba. Puede percibirse una intención de voto que supere al adversario. Pero no existen mayorías mentales, sino las que están contadas y empapeladas. Es comprensible que muchos digan que la victoria "está ahí", que "ya tenemos mayoría", pero no es cierto. Primero hay que lograr que los adherentes concurran a votar, luego sumar más votos y defenderlos en las mesas, y para ello se requiere una impecable campaña, una estrategia de acero y una maquinaria logística y de testigos. Lo demás son ilusiones, potencialidades, autoalivios que terminan en dolientes "si hubiéramos... ". Dicen que "hubiera" es el tiempo verbal de los tontos.
Si se carece de eso, el verdor perecerá, a menos que se cuente con el apoyo de Aguanile dominador del universo y haya un milagro. Sin echar pelos a la leche, hay muchas dificultades para concretar ese objetivo. Argucias, dakasos, emociones nacionalistas contra Colombia y Guyana oportunamente administradas y unos diez mil millones de dólares para todo tipo de trapicheos. Pero el problema más grave es la fractura que el fatídico 2014 dejó en la emocionalidad opositora, cuando sobre los que no creen en pajaritos grávidos llovió la acusación de traidores porque afirmaban que el gobierno se reiría de los que pretendían derrotarlo con adolescentes en las calles y vecinos asfixiados. La palabra traición retumbaba ante lo que hoy es saber común: que la única posibilidad estaba en prepararse para las elecciones parlamentarias. Por desventura esa herida no se cierra aún.
Ruptura afectiva
La mantiene abierta un comando SWAT de insensatos en Twitter, amateurs en la política, que asumieron la faena de repetir las badulaquerías que el gobierno hace brotar, como ventrílocuo, de la boca de palo de las marionetas. Que dictadura no sale con votos, que "negociar con tiranos es traición", que las máquinas de votación están intervenidas, que hackers desde La Habana y Shangai alteran los resultados. Que la oposición ganó todas las elecciones y se las quitaron, porque son una manada de cobardes. Que la Unidad tiene negocios oscuros con el gobierno. Esa ruptura afectiva dificulta un debate racional sobre el elemento básico que permitiría convertir descontentos en mayoría política: que la alternativa democrática se presente ante los electores como una fuerza positiva, dispuesta a negociar para resolver los conflictos y no profundizarlos, como se ha dicho pero no suficiente, que sea esperanza y no amenaza.
En vez de eso empuñan vaciedades peligrosas "constituyentes", "transiciones", "revocatorios", días oscuros, la Guerra de las Galaxias. Ante esas retóricas de zozobra, los decepcionados pudieran preferir lo malo conocido a la incertidumbre. Eso es lo que habría que borrar del vocabulario para que los sectores populares capten la posibilidad de futuro que les brinda la oposición que por primera vez en 17 años arranca un proceso electoral con ventaja. A veces parece que preferirían perder antes que un triunfo compartido con los que advirtieron sus errores a tiempo. Presentarse en la campaña como jinetes del Apocalipsis, brazo de hierro del bíblico día de la ira, podría desvanecer el sueño húmedo de "somos mayoría". Salvo pequeños grupos de zelotes, nadie quiere votar por la discordia, persecuciones, correteos, confutatis maledictis. Lo indica la experiencia de los procesos de cambio desde regímenes autoritarios a democráticos
Pilotos de Fórmula Uno
Los pusieron en peligro (o los frustraron) radicales que ensayan la V de venganza, que siempre fracasan y arrastran los países a la inestabilidad. Al contrario Chamorro, Yeltzin, Lagos y muchos otros entendieron que había que fundar la paz, la convivencia y el entendimiento con los adversarios, enseñarles e imponerles la práctica de la libertad y la democracia Todos los factores que pueden contribuir a que el deseo de cambio deje de ser un amor sin esperanza, la ONU, Unasur, el Parlamento Europeo, los expresidentes iberoamericanos, quieren que sea para contribuir a la normalización de la vida del país. ¿Será que no se entiende la sonrisa de Shannon, tan sugerente como la de Mona Lisa? Y eso solo será posible si los opositores no lucen como una horda desgaritada que reclama sangre. En vez de confrontación de poderes, lo que se requiere en la Asamblea Nacional es diálogo de poderes y el debate sobre cómo superar errores en beneficio de la gente.
Más que una campaña conflictivista, que martille en la ciudadanía los problemas que no necesita que le recuerden, habría que sembrar que el país si es recuperable y lo que hay que hacer para lograrlo. Que hay una fuerza tranquila y decidida que encarna un mejor futuro. A los que quieran esparcir su testosterona por el universo y no pueden vivir sin alardes de machismo, debe recomendárseles que se hagan pilotos de Fórmula Uno, toreros o trapecistas y dejen la política a quienes tienen la cabeza y la bioquímica en su sitio y no pongan en peligro el destino de todos. La política no es meter la cabeza entre fauces de cocodrilos y tener carácter no es tener mal carácter.
@CarlosRaulHer
Si se carece de eso, el verdor perecerá, a menos que se cuente con el apoyo de Aguanile dominador del universo y haya un milagro. Sin echar pelos a la leche, hay muchas dificultades para concretar ese objetivo. Argucias, dakasos, emociones nacionalistas contra Colombia y Guyana oportunamente administradas y unos diez mil millones de dólares para todo tipo de trapicheos. Pero el problema más grave es la fractura que el fatídico 2014 dejó en la emocionalidad opositora, cuando sobre los que no creen en pajaritos grávidos llovió la acusación de traidores porque afirmaban que el gobierno se reiría de los que pretendían derrotarlo con adolescentes en las calles y vecinos asfixiados. La palabra traición retumbaba ante lo que hoy es saber común: que la única posibilidad estaba en prepararse para las elecciones parlamentarias. Por desventura esa herida no se cierra aún.
Ruptura afectiva
La mantiene abierta un comando SWAT de insensatos en Twitter, amateurs en la política, que asumieron la faena de repetir las badulaquerías que el gobierno hace brotar, como ventrílocuo, de la boca de palo de las marionetas. Que dictadura no sale con votos, que "negociar con tiranos es traición", que las máquinas de votación están intervenidas, que hackers desde La Habana y Shangai alteran los resultados. Que la oposición ganó todas las elecciones y se las quitaron, porque son una manada de cobardes. Que la Unidad tiene negocios oscuros con el gobierno. Esa ruptura afectiva dificulta un debate racional sobre el elemento básico que permitiría convertir descontentos en mayoría política: que la alternativa democrática se presente ante los electores como una fuerza positiva, dispuesta a negociar para resolver los conflictos y no profundizarlos, como se ha dicho pero no suficiente, que sea esperanza y no amenaza.
En vez de eso empuñan vaciedades peligrosas "constituyentes", "transiciones", "revocatorios", días oscuros, la Guerra de las Galaxias. Ante esas retóricas de zozobra, los decepcionados pudieran preferir lo malo conocido a la incertidumbre. Eso es lo que habría que borrar del vocabulario para que los sectores populares capten la posibilidad de futuro que les brinda la oposición que por primera vez en 17 años arranca un proceso electoral con ventaja. A veces parece que preferirían perder antes que un triunfo compartido con los que advirtieron sus errores a tiempo. Presentarse en la campaña como jinetes del Apocalipsis, brazo de hierro del bíblico día de la ira, podría desvanecer el sueño húmedo de "somos mayoría". Salvo pequeños grupos de zelotes, nadie quiere votar por la discordia, persecuciones, correteos, confutatis maledictis. Lo indica la experiencia de los procesos de cambio desde regímenes autoritarios a democráticos
Pilotos de Fórmula Uno
Los pusieron en peligro (o los frustraron) radicales que ensayan la V de venganza, que siempre fracasan y arrastran los países a la inestabilidad. Al contrario Chamorro, Yeltzin, Lagos y muchos otros entendieron que había que fundar la paz, la convivencia y el entendimiento con los adversarios, enseñarles e imponerles la práctica de la libertad y la democracia Todos los factores que pueden contribuir a que el deseo de cambio deje de ser un amor sin esperanza, la ONU, Unasur, el Parlamento Europeo, los expresidentes iberoamericanos, quieren que sea para contribuir a la normalización de la vida del país. ¿Será que no se entiende la sonrisa de Shannon, tan sugerente como la de Mona Lisa? Y eso solo será posible si los opositores no lucen como una horda desgaritada que reclama sangre. En vez de confrontación de poderes, lo que se requiere en la Asamblea Nacional es diálogo de poderes y el debate sobre cómo superar errores en beneficio de la gente.
Más que una campaña conflictivista, que martille en la ciudadanía los problemas que no necesita que le recuerden, habría que sembrar que el país si es recuperable y lo que hay que hacer para lograrlo. Que hay una fuerza tranquila y decidida que encarna un mejor futuro. A los que quieran esparcir su testosterona por el universo y no pueden vivir sin alardes de machismo, debe recomendárseles que se hagan pilotos de Fórmula Uno, toreros o trapecistas y dejen la política a quienes tienen la cabeza y la bioquímica en su sitio y no pongan en peligro el destino de todos. La política no es meter la cabeza entre fauces de cocodrilos y tener carácter no es tener mal carácter.
@CarlosRaulHer
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