Escalada riesgosa
Antonio Cova
Como si se hubiera propuesto corroborar las informaciones que Nelson Bocaranda ha ido aireando por estas mismas páginas, Hugo Chávez asignó todo el asunto de la importación y distribución masiva de alimentos a "la Vicepresidencia". Es decir, al señor Jaua y sus secuaces, la gente del fulano "Frente Francisco de Miranda", es decir, los encapuchados de corbata, que ya dejaron los alrededores de las salidas de la UCV los jueves por la mañana, para instalarse en múltiples ministerios, apoyados nada menos que por la GN, otrora su némesis. Desde una mirada quizás demasiado superficial, el diagnóstico rápido es contundente: ¡La Ultra tomó el poder! El temor que tal veredicto despier- ta -primero que nada en el chavismo respetable, que aunque usted no lo crea, existe... y actúa- deja de lado detenerse en el hecho simple de un traslado de funciones. Revisemos el hecho con dedicada atención.
Lo primero, Hugo Chávez, a pesar del humo que, a cada rato esparce para sorprender a incautos, sí acusó el golpe. Conoce ya, muy bien, lo que el pueblo opina acerca de Pudreval; tanto que salió con un cuento enternecedor: usar esa expresión, según él, es "un atentado contra los trabajadores". ¡Por favor!
Pdval ya no existe; la reemplaza una tal Corporación de Alimentos. La ahogó la podredumbre y piensa que las miasmas pueden enterrarse con... ¡el cambio de nombre! Vieja táctica adeca que dudo le dé beneficios. Pero lo más importante no es enterrar a Pdval, por fallar en enterrar los alimentos, sino que saca al NEGOCITO del regazo del más grande ministro, el Ramírez, y lo pone en las manos de la Ultra. ¿Jugada maestra, o jugada riesgosa? Decida usted luego de leer y analizar las propuestas que a continuación expongo. Que el CÍRCULO INTERIOR del chavismo es un nido de alacranes parece ser ya una opinión generalizada. Y no por ser chavistas, que ya con ello bastaría, sino por ser la CONSECUENCIA inexorable de este tipo de regímenes. En efecto, cuando todo el poder reside en el autócrata, la lucha por controlarlo abandona, por inútiles, los canales normales y se traslada a la Corte, a la Corte monárquica, me refiero.
Todos los casos históricos que conocemos, desde la lejana Roma hasta el Kremlin de Stalin y la Ciudad Pro-hibida de Mao Zedong, prueban, sin dejar dudas, que las grandes batallas por conquistar el poder se confinan al círculo de los más cercanos al déspota. En ese aspecto es muy interesante lo que afirmó el hispanista Raymond Carr: "En toda dictadura blanda, el patrocinio que el dictador concede (siempre) ha creado una oposición de quienes 'quedan fuera'. Y (en un inicio) esa oposición es de roscas, fundamentalmente expresada en conversaciones ocasionales y que 'se expresa en quejas privadas, silencios expresivos y, por sobre todo en abstenerse de cualquier alabanza, mientras deja colar tímidas insinuaciones'" (p. 83 de su libro SPAIN 1808-1939). No albergo duda alguna de que hace rato eso es lo que corre entre Fuerte Tiuna y Miraflores. Es cuando ese chismorreo de palacio salta a la calle que estalla el conflicto. Ese momento está ya muy cercano, y lo está porque lo que hay en juego es muy serio para los involucrados. En primer lugar, para los beneficiarios del negoción multimillonario. ¿Se quedará tranquilo el entorno de Ramírez con lo que acaba de perder? Pero hay más ¿quién les garantiza que los "duros" parapetados tras la figura de Jaua no llegarán buscando culpables y pidiendo sangre? Basta con descubrir -y publicitar- los guisos para que el asunto se torne explosivo. En segundo lugar, la CLIQUE triunfante -los de Jaua- corre el riesgo de envalentonarse y creer -como lo hizo en los estertores de Mao en China la Banda de los Cuatro- que su poder es para siempre, y que no hay enemigo lo suficientemente poderoso como para sacarlos del juego. Esa es siempre la debilidad capital de los ultrajacobinos. Si las intrigas y puñaladas traperas, típicas de los grupos palaciegos, los torna frágiles, su retórica incendiaria provoca su desaparición.
Y hacia eso van, porque entre tanto -siempre ha sido así- el dictador se ha dado cuenta de que la mejor forma de mantenerlos a raya es ponerlos a pelear unos contra otros. Además, la inmensa tarea que le acaban de asignar a la Ultra los torna muy frágiles; y todo el país teme que triunfen, porque ese triunfo aseguraría el del comunismo. Por eso Diosdado y Ramírez, venciendo las mutuas sospechas y desconfianzas, se confabularán y encontrarán aliados donde menos se imaginan.
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