EL IMPACTO SOCIAL DEL COVID19
TRINO MARQUEZ
Aún
es muy temprano para determinar cuáles serán las consecuencias sociales globales
del Covid-19, ese enemigo microscópico, aparentemente dotado de una
inteligencia diabólica y con una vocación expansiva peor que la del mismísimo
Hitler. El condenado no se detiene ante nada.
Los signos más evidentes de su paso
arrollador son miles, tal vez millones, de pequeñas, medianas y grandes
empresas, que sólo podrán subsistir si reciben financiamiento, subsidios o exoneraciones
fiscales de los gobiernos. La consecuencia inmediata se reflejará en el empleo
y en las remuneraciones de los trabajadores. Ya en algunos países, por ejemplo
Inglaterra, las empresas pequeñas han reducido un tercio el salario de sus
trabajadores. Adoptaron estas medidas para no tener que bajar la santamaría. El
ingreso de los trabajadores disminuirá y las posibilidades de cambiar de empleo
serán remotas. Los trabajadores tratarán de preservar su oficio, aunque el
salario disminuya.
En numerosas naciones afectadas por la
pandemia, el trabajo por internet se ha incrementado de forma apreciable. Esta
tendencia venía despuntando ya desde hace bastante tiempo, sobre todo entre los
trabajadores por cuenta propia. Ahora, con el Covi-19, se ha exponenciado. En
Alemania, el canal de televisión Deutsche Welle habla de un crecimiento
superior a 15% desde que el virus se universalizó. Si la propensión se
mantiene, es muy probable que las relaciones de trabajo se modifiquen a partir
de ahora, y cada vez mayor cantidad de actividades se realicen desde las habitaciones
privadas o en lugares públicos donde los trabajadores compartan un espacio
común.
En ambos casos me refiero a lo que sucede en países con altos
niveles de desarrollo, como Inglaterra y Alemania, dos de las principales
economías del planeta. La situación es
distinta cuando nos trasladamos a Venezuela. En el plano de las remuneraciones
y la dinámica laboral, lo que puede esperarse no resulta tan benigno como lo
que está pasando en las naciones europeas. En el caso de Venezuela, el cabezal
atómico del Covid-19 está impactando sobre una economía maltrecha, con siete
años de deterioro continuo. Aquí ya no se trata de que las Pymi van a verse
obligadas a disminuir los salarios o que los trabajadores van a tener que
cumplir sus labores por la red. La cuestión resulta mucho peor. Durante toda la
década actual, y con especial agresividad desde que Nicolás Maduro llega a
Miraflores, las empresas se han descapitalizado, han perdido mercados, no
consiguen materias primas y han sido víctimas de la voraz hiperinflación que
las ha llevado al borde de la quiebra. Si la parálisis se prolonga, las
pequeñas y medianas empresas se verán forzadas a cerrar sus puertas porque no poseen
el músculo suficiente para afrontar el pago de la nómina. La capacidad de
ahorro de esas unidades es nula o cercana a cero. Su tasa de letalidad será muy
elevada.
Las posibilidades de reconvertir o reorientar
la dinámica laboral para trabajar en los hogares utilizando la red, también son
muy reducidas. Venezuela cuenta con uno de los peores servicios de internet de
la región latinoamericana, luego de haber sido pionera en este campo durante la
primera fase de la revolución informática, cuando podíamos compararnos con los
países más desarrollados.
Las opciones que ofrecen los gobiernos
de Europa, los Estados Unidos y otros países con economías más sólidas, no son
viables en Venezuela. Aquí el Estado carece de la fortaleza financiera para
auxiliar a las empresas y los trabajadores. La hecatombe del corona virus
coincide con el colapso de la industria petrolera, el cierre de la refinerías,
la paralización de numerosos taladros y el desplome de los precios del crudo.
La situación del gobierno de Maduro es tan desesperada que se vio obligado,
rompiendo con todas sus promesas anteriores, a pedirle al FMI cinco mil
millones de dólares. En vista de que le negaron el préstamo, ahora dice que se
conformaría con apenas mil millones. El venezolano, o mejor dicho el madurista,
es un Estado tírame algo. Quebrado y
leproso con el cual ningún organismo internacional o país serio quiere mantener
contacto.
Al lado de ese Estado fallido, tenemos una
clase trabajadora y unos sectores populares sin la potencialidad para ahorrar.
La hiperinflación pulverizó sus salarios y las pocas provisiones que pudieron
haber acumulado a lo largo de los años. Las capas humildes están enfrentando al
maligno virus, en situación de pobreza extrema, sin agua, sin luz, desnutridos,
sin medicinas, con hospitales miserables y con una red sanitaria destartalada.
Este cuadro social, en sí mismo grave y sombrío,
será todavía más deprimente si Maduro no lo enfrenta desde una perspectiva global.
Si no une al país para encararlo. Si quiere actuar como Presidente de los
venezolanos, lo primero que debería hacer es buscar un acuerdo con la oposición
liderada por Juan Guaidó. Se abrirían las puertas para un entendimiento
nacional y una masiva ayuda internacional.
@trinomarquezc
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