Elecciones:
con otras condiciones
Trino Marquez
La
oposición y el gobierno, aunque no se ajustaron con rigor a la Ley Orgánica de
Procesos Electorales (Lope) aprobada en 2009 -en pleno control del Psuv sobre
la Asamblea Nacional- dieron señales de sensatez al designar el Comité de
Postulaciones por unanimidad. Ahora viene el reto más exigente: elegir un Consejo
Nacional Electoral por consenso y evitar que ese cuerpo sea nombrado por el Tribunal
Supremo de Justicia, lo cual sería catastrófico, pues agravaría aún más el
precario cuadro institucional existente.
El desafío no es fácil encararlo
satisfactoriamente: el gobierno está interesado en designar un CNE dócil, que
no cuestione los abusos de poder que comete; mientras la oposición aspira a
nombrar un CNE ceñido de forma escrupulosa
a la Lope. Existe una contradicción evidente. El régimen siente un
desprecio olímpico por la democracia; por el voto en cuento expresión de la
soberanía popular e instrumento de constitución
de los poderes públicos. La oposición entiende que la recuperación de la
democracia incluye restablecer la seguridad en el voto, para lo cual se
requiere una institución confiable, con suficiente autoridad para imponer las
normas y garantizar la transparencia en los procesos electorales a lo largo de sus
distintas fases.
El CNE actual, ese que dirige Tibisay
Lucena, aparece entre las instituciones más desacreditadas del país. Comparte
el sótano de las preferencias populares con el TSJ de Maikel Moreno, el
gobierno presidido por Nicolás Maduro y las Fuerza Armadas acaudilladas por el
general Padrino López. El CNE se
convirtió en uno de los factores más estimulantes de la abstención. Una sólida
mayoría de ciudadanos, 63%, no quiere votar con esas autoridades porque siente
que su decisión será adulterada; que el órgano rector de los comicios la
irrespeta. Esta convicción se ha instalado en la mente de esos electores.
Decir que la oposición participará en
las próximas votaciones parlamentarias, sean cuales sean las condiciones
electorales, es un error lamentable. Una expresión de ingenuidad y voluntarismo
que satisface las aspiraciones de Nicolás Maduro. Resulta ingenua porque
complace sin costo alguno al gobierno. Lo que más desea el mandatario es que Tibisay Lucena y sus adláteres
permanezcan en el CNE. Pretenden que los cambios sean solo en el decorado. Ya
lo ha señalado en reiteradas oportunidades Francisco Torrealba, jefe de la
fracción del Psuv en la Asamblea Nacional. Esta pretensión podrían sustituirla por la formación de un
cuerpo de rectores que sea el clon de la señora Lucena y sus socias. Unos
rectores que se desempeñen de la misma forma mansa y complaciente mostrada por
las autoridades actuales.
Es una manifestación de voluntarismo
porque desconoce o, peor aún, desecha la opinión de la gente. Los votantes le
concedieron a la oposición la mayoría en las elecciones de 2015. Luego, el TSJ
se encargó de torcer los resultados y escamotear la conformación y funciones de
la Asamblea. Las elecciones legislativas no resolvieron la crisis de aquel
momento. Al contrario, la agravaron creando nuevos y mayores problemas que
antes no existían: el TSJ acromegálico de Moreno, la constituyente de Cabello y
el Decreto de Emergencia Económica, que dejó sin competencias contraloras a la
Asamblea.
Este despojo del cual fue objeto el
elector y sus representantes estampó una marca en la memoria del votante. Decirle
ahora al ciudadano que lo más importante reside en preservar los espacios institucionales
conquistados, y que si ya se obtuvo un triunfo en el pasado con Lucena en el
CNE, es posible repetirlo cinco años más tarde con ella, o
su equivalente, resulta de una candidez ofensiva.
La dirigencia opositora tiene que demostrarle a un electorado tan escéptico
como el actual, que se encuentra dispuesta a pelear hasta el final por lograr
que las condiciones electorales sean lo más transparentes y equitativas
posible. Luego se verá cuál es la decisión más conveniente. Este objetivo
implica desplegar todo el esfuerzo necesario para lograr un CNE con autoridad y
unas condiciones electorales con un mínimo de respeto por la democracia. En esa
dirección hay que aprovechar todo el apoyo internacional que la oposición ha
recibido y las terribles amenazas que se ciernen sobre el régimen autoritario de
Maduro. Para obtener esas conquistas se cuenta con un amplio respaldo de los
factores de poder internacionales y con capacidad de movilización interna.
Los
dirigentes opositores no pueden afirmar, antes de combatir, que irán como
corderos al cadalso porque los señores
Nicolás Maduro y Diosdado Cabello los amenazan y chantajean. Están
obligados a defender las convicciones, y a despejar las lógicas sospechas, de un electorado que ha sido consecuente
cuando se le ha llamado a votar o a abstenerse. Hay que ir a las elecciones,
pero con otras condiciones.
@trinomarquezc
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