TERCER COLLAGE
SOBRE RÓMULO BETANCOURT
CARLOS CANACHE MATA
Juan Vicente Gómez muere el 17 de diciembre de
1935, Rómulo Betancourt regresa del exilio a Venezuela en los primeros días de
febrero de 1936. Desde la madrugada del 18 de diciembre de 1935 estaba
Encargado de la Presidencia de la República el General Eleazar López Contreras,
de conformidad con el artículo 97 de la Constitución vigente (Constitución de
1931) que disponía que, en caso de falta absoluta del Presidente, le sustituye,
en “condición de interinidad, el Ministro que nombrare el Gabinete por mayoría
de votos”, hasta tanto el Congreso provea el cargo “por el tiempo que faltare del período respectivo”. El 31 de diciembre, el Congreso Nacional confirmó el mandato de López Contreras hasta el 19 de abril de 1936, cuando
finalizaba el período en curso.
Veamos cómo se fue conformando el escenario
político que encontrará Rómulo Betancourt al regresar del exilio a Venezuela.
Al morir Gómez, hubo una protesta frente a la
Plaza Bolívar de Caracas contra el gobernador Velasco, quien ordena disparar contra
la multitud y hay un saldo de muertos; es saqueado “El Nuevo Diario”, periódico
del régimen; y fueron destruidas residencias de funcionarios gomecistas y de
miembros de la familia del dictador recién fallecido. El general López
Contreras, que el día 20 de diciembre se había trasladado desde Maracay a
Caracas, se dirigió por radio a la Nación y pronuncia su famosa frase - “calma
y cordura”-, ordena la libertad de los presos políticos y, luego, el retorno de
los exiliados. Surgen nuevas organizaciones políticas y se reproducen protestas
y motines callejeros en varias partes del país. En la noche del 5 de enero,
después de dos días de motines en Caracas, el Ministro de Guerra y Marina,
coronel Antonio Chalbaud Cardona, y su Oficial Mayor, coronel Isaías Medina
Angarita, trataron de dirigirse al pueblo desde los balcones de la Gobernación,
pero les lanzaron una botella con gasolina inflamada. El Presidente López Contreras, que estaba
reunido con periodistas, les informó del hecho, y anunció
su decisión de suspender las garantías constitucionales. Y, efectivamente, en
la noche del mismo 5 de enero apareció en la Gaceta Oficial el decreto de
suspension de las garantías constitucionales. En Maracaibo, en la zona
petrolera del Zulia, y en varias ciudades del interior del país, ocurrieron
tumultos y manifestaciones públicas. El gobierno, presionado por sectores
regresivos, acentuó la suspensión de la libertad de expresión, y el Gobernador
Galavís, en una Resolución del 12 de febrero, agravó las medidas de censura de
radio y de prensa, lo que fue replicado
con la suspensión de los programas
radiales y las ediciones de diarios y semanarios. Sin embargo, el Presidente López Contreras
convino en el gabinete del 13 de febrero modificar algunos artículos de la
Resolución del Gobernador Félix Galavís radicalizadores de la censura de
prensa, lo que provocó la renuncia de éste y su sustitución por el General
Elbano Mibelli.
Cuenta López Contreras en su libro “Proceso
Político Social 1928-1936”, página 34, que “el día 14 en la mañana se
presentaron en Miraflores los Generales Galavís y Mibelli, a los fines de
prestar juramento el último, para salir a tomar posesión del cargo de
Gobernador del Distrito Federal… a la hora de estar llenando estos requisitos del cambio de Gobernador llegó
la noticia telefónica del sangriento choque
que se había producido frente al
Edificio de la Gobernación”, en el que hubo 6 muertos y más de 100 heridos. En
la tarde de ese mismo día, 14 de febrero, se realizó la gran manifestación
popular, en la que participaron alrededor de 50.000 personas en una ciudad de 250.000
habitantes. La manifestación partió desde la UCV al Palacio de Miraflores. Una
comisión, encabezada por Jóvito Villalba, Presidente de la Federación de
Estudiantes de Venezuela (FEV) y el doctor Francisco Antonio Rísquez, Rector de
la Universidad Central de Venezuela (UCV), planteó al Presidente, entre otras
demandas, la derogatoria del decreto de suspensión de garantías y en
consecuencia la desaparición de la censura de prensa y radio, la destitución de
gomecistas que permanecían en altos cargos de la nación, la libertad de los
presos políticos, etc. El Presidente López ofreció decidir en el
curso de los próximos 15 días, como en efecto lo hizo, sobre las solicitudes
que se le hacían. Al terminar la entrevista con el Presidente, la manifestación se dirigió
desde Miraflores al Panteón Nacional. El historiador Manuel Caballero, en su
libro “Rómulo Betancourt, político de nación”, dice (página
145), citando a Pedro Beroes, que “allí (en el Panteón) hablaron, agarrados de
un poste del alumbrado, Jóvito Villalba y Rómulo Betancourt”. En su libro
“Venezuela, política y petróleo”, publicado en 1956, Rómulo Betancourt evaluó
el resultado de las peticiones hechas y el alcance histórico del 14 de febrero:
“La impresionante manifestación de
energía colectiva de la jornada del 14 de febrero, sorprendió al régimen. Y lo
obligó a hacer concesiones en cuanto a la integración humana de los cuadros
gobernantes y a los rumbos que debía
imprimírsele a la acción administrativa. Abandonaron el país algunos de los
gomecistas de más repudiable historial. Doctores y generales recién regresados del
exilio fueron utilizados para darle un barniz renovador al neogomecismo
gobernante. Y concretas promesas de liberalización de la conducta del régimen y
de transformación económica del país ofreció el Jefe del Gobierno en uno como
inventario panorámico de las necesidades venezolanas, conocido en
la más reciente historia de Venezuela con el nombre de Programa deFebrero”.
Es en el marco de esa situación y de ese
clima político que Rómulo Betancourt regresa
al país en los primeros días de febrero de 1936. En entrevista concedida el 11
de febrero al diario“LaEsfera”, señala las tareas requeridas, entre otras, para
alcanzar la democratización: liquidación del gomecismo, revisión de los
contratos petroleros, y creación de un partido democrático.
Estaba planteado,
para el momento, un gran debate público sobre una cuestión de gran importancia
política: si debía o no disolverse el Congreso, que tenía una ostensible
mayoría gomecista. Frente a los que apoyaban la tesis de la disolución del
Congreso y la convocatoria a elecciones generales para una Asamblea
Constituyente, surgió la tesis de mantener “el hilo consitucional”, adoptada el
31 de marzo por los grupos democráticos de 1936. Betancourt respaldó esta tesis
del “hilo constitucional”, predominante desde el 14 de febrero, en un mitin
público en el que pedía que se aceptasen las reuniones del Congreso poniéndose
“el pañuelo en la nariz”. Después se hizo la autocrítica en artículo publicado,
el 17 de diciembre del mismo año 1936, en ORVE, órgano central del Movimiento
Organización Venezolana, en los siguientes términos: “…Esta vacilación del 14
de febrero se corona con el gravísimo error cometido días después cuando el
problema del Congreso de abril se situó sobre el tapete de la discusión
pública. Y si hay excusas para los dirigentes
del 14 de febrero por no existir
para aquel momento ninguna organización política, en cambio no tenemos excusa
alguna, a no ser la de una bobalicona e inconcebible candidez, quienes en marzo
aceptamos la tesis del ‘hilo consitucional´. Yo mismo me adelanto a cualquier
crítica que pueda hacérseme, recordando que fui el primero en sostener
públicamente –en un mitin al que asistieron más de 15.000 personas y que a
través de la radio escuchó toda Venezuela- la peregrina tesis de que no debía
romperse el hilo constitucional”.
En la columna de la próxima semana,
hablaremos de las actividades de Betancourt en el tiempo que sigue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario