EL CAMBIO ESTÁ BLOQUEADO
GONZALO GONZALEZ
Un acercamiento realista y objetivo a la
situación política indica que el necesario
cambio político está bloqueado;
independientemente de que la mayoría lo
apoye. Las opciones planteadas por los
actores políticos demandantes del mismo no
son factibles de concretarse en el mediano
plazo.
Es evidente que el régimen controla la
situación y posee la capacidad de iniciativa
para imponer sus objetivos y su agenda
respectiva. La pandemia (todavía bajo
control, no se sabe por cuánto tiempo
porque la fase de agudización del Covid-19
parece estar materializándose de acuerdo al
pronóstico de los expertos) ha terminado
siendo, por los momentos, un aliado de la
dictadura.
La posibilidad de un acuerdo entre el
régimen y las fuerzas democráticas para
construir una salida constitucional a la crisis
política mediante la convocatoria de
procesos electorales apegados a la legalidad
vigente (aunque fuese solo la renovación de
la Asamblea Nacional, opción a considerar si
se hubiese formulado) fue dinamitada por
las decisión abusivas, arbitrarias e ilegales
de: transferir al tsj (minúsculas a propósito),
la decisión de renovar el Consejo Nacional
Electoral, la consiguiente conformación
sesgada del mismo, que no garantiza ni su
imparcialidad ni competencia para asumir los
cambios necesarios en el ente para
recuperar la confianza del país, el atentado
contra el pluralismo y la competitividad
concretada mediante la expropiación de
algunos de los principales partidos
democráticos, las amenazas de declarar
como terrorista a otro y contra los demás de
correr la misma suerte si no aceptan los
designios del oficialismo. Por si todo esto
fuese poco, el tsj le confiere al CNE la
competencia de legislar sobre materias que
son constitucionalmente reserva legal del
parlamento como lo referente al sistema
electoral.
Es evidente, entonces, la intención del
chavismo de acomodar todo para
materializar un proceso electoral
fraudulento que le otorgue el control de la
Asamblea Nacional al margen y en contra de
la mayoritaria voluntad ciudadana.
Otra opción propuesta es la de concurrir al
proceso no importa las condiciones
confiando en que una votación mayoritaria
del cuerpo electoral impondrá el cambio o
generará una crisis de gobernabilidad tal que
obligará al chavismo a negociar el poder.
Está opción asumida por algunos de manera
honesta y sin cálculos subalternos y por
otros (mesita incluida preferencialmente)
para usurpar una representación que su
fuerza no les confiere, tiene varios
inconvenientes, entre otros, de bastante
calado: es verdad que los venezolanos
queremos votar para contribuir a resolver la
crisis, pero no de cualquier manera y sin las
garantías previstas en la legislación vigente y
las últimas decisiones al respecto adoptadas
por el régimen estimulan y solidifican la
desconfianza ciudadana, desconfianza
sustentada en lo ocurrido con el referéndum
revocatorio, en el desconocimiento de las
consecuencias políticas e institucionales de
los resultados de los comicios parlamentarias
del 2015 y la fraudulenta elección
presidencial del 2018 (resultado cuestionado
por el entonces candidato Henri Falcón),
nada garantiza que el régimen reconozca un
resultado adverso y no le de palo a la
lámpara; mención aparte merece la
consideración de que muy probablemente
nuestros aliados en la comunidad
internacional desconozcan por fraudulento
el proceso.
La intención del chavismo de imponer unas
elecciones parlamentarias a todo evento se
inscriben en su objetivo de instaurar un
sistema político de fachada democrática
pero dictatorial (más que autoritario) en su
funcionamiento con la presencia de una leal
oposición sin posibilidades reales de
amenazar su poder porque la arquitectura
del sistema se lo impide de entrada como
ocurría en Checoslovaquia, Polonia y la RDA
en tiempos del imperio soviético. Los
partidarios de esta fórmula subestiman los
efectos y consecuencias negativos para la
calidad de vida de los venezolanos si el
chavismo concrete su plan; más bien
devienen en cómplices de tal desatino.
La alternativa de que una coalición
internacional intervenga para desalojar del
poder al chavismo o que las sanciones
escalen de tal forma que estrangulen al
régimen no es un escenario viable porque los
potenciales actores de tal acción no están
disponibles por diversas razones, entre ellas
porque no consideran todavía al régimen
una amenaza a sus intereses vitales.
Ante tal panorama las fuerzas democráticas
(políticas, sociales y ciudadanas) tienen el
deber de debatir con realismo, sin prejuicios
ni reflejos condicionados el curso más
conveniente a seguir para resistir
convenientemente los esfuerzos del
continuismo y desbloquear el cambio.
Caracas, 23 de junio de 2020
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