UN MAL CONSEJO
TRINO MARQUEZ
La designación del nuevo CNE por
parte del TSJ frustró la posibilidad de
que hubiese un acuerdo negociado entre el gobierno y la oposición, con miras a
comenzar a resolver la inescrutable crisis política mediante elecciones transparentes:
primero de la Asamblea Nacional y luego de las otras autoridades públicas.
El CNE nombrado
por el TSJ es igual, o peor, que el presidido por Tibisay Lucena, que ya es
mucho decir. La mayoría está integrada por figuras que a lo largo de su trayectoria
pública han sido fichas del oficialismo. Una fue Presidente del TSJ y antigua
militante del MVR y del PSUV. Otra, ha formado parte desde hace años del cuerpo
de rectores liderado por Lucena. La tercera, fue la encargada de decapitar a
los diputados opositores del estado Amazonas. Con esos antecedentes llegan al
CNE. Por el otro lado, se encuentran un simpatizante del grupo de adecos que
acaba de pactar con el gobierno la confiscación de los símbolos del partido blanco; y un historiador vinculado
con el chavismo en sus orígenes. Queda por agregar que entre los suplentes se
halla un señor que dice que el Holocausto es una mentira fraguada por los
sionistas. Me imagino que ahora dirá que acusar a Chávez y a Maduro de
autoritarios es una calumnia. Así luce
el panorama.
Cuando hace
algunos meses la AN designó el Comité de Postulaciones de común acuerdo entre
la bancada opositora y la del PSUV, parecía que podría transitarse la ruta
constitucional. En medio del ambiente tan crispado existente, lucía factible
que predominase la sensatez. El régimen, de un plumazo, trituró esa posibilidad.
Se nota que
a la nomenclatura del régimen no le interesa avanzar hacia comicios
transparentes. Sabe que los perdería por abrumadora mayoría. Tampoco le importa
la suerte del país. La selección aberrante de los rectores del CNE aísla aún más
al régimen de Nicolás Maduro en el plano mundial. Los factores internacionales
de poder saben que es competencia exclusiva de la AN designar los rectores
principales y suplentes del órgano electoral. La ‘omisión legislativa’ declarada
por la Sala Constitucional constituye un exabrupto, solo explicable como parte
de un libreto escrito por el gobierno y los miembros de la Mesa de Nacional de Diálogo,
mejor conocida como la ‘mesita de noche’.
Felipe Mujica,
miembro destacado de la ‘mesita’, tenía
que haber sabido, cuando elevó a la consideración de los magistrados la
consulta acerca de la ‘omisión legislativa’ en la que supuestamente habría
incurrido la AN, que el trabajo del Comité de Postulaciones estaba en curso,
que se había detenido por la pandemia del Covid-19 y, en consecuencia, que no
existía tal ‘omisión’. Se necesitaba un catalizador para cortar de cuajo la
ruta legal emprendida por el Parlamento. Mujica fue ese factor. Un veterano de
tantas lides quiere aparecer ahora como un humilde ciudadano, interesado en
destrabar un proceso que no marchaba por culpa de la ineficacia opositora.
El mismo
dictamen del TSJ en el cual se nombra a los rectores, le confiere competencias
legislativas al nuevo CNE, con el fin de que pueda ampliar el número de
diputados de la AN, reduciendo la base demográfica sobre la que se eligen los
representantes populares. En términos más precisos, para que a las
organizaciones que forman parte de la ‘mesita’ les sea más fácil obtener
representantes populares. El acuerdo con
el gobierno les quedó redondo: como esas minúsculas agrupaciones carecen de
apoyo popular, el régimen les permite que consigan diputados con pocos votos. Todo,
en el marco de la nueva legalidad. Los grupos de la ‘mesita’ no se preocupan
por la existencia de presos políticos, partidos y líderes inhabilitados, en el
exilio o refugiados en embajadas. Lo que les quita el sueño es ver cómo, con un
puñado de votos, pueden conseguir una curul.
Con el asalto
a las legítimas autoridades de Acción Democrática y Primero Justicia, el logro
se les facilita. Queda claro que el
gobierno busca convocar unas votaciones a las cuales concurra una oposición
domesticada e inofensiva. El régimen se ocupa de que pueda conseguir algunos
diputados.
Quien
sorprende con su candor es Rafael Simón Jiménez. En una de sus primeras
declaraciones a la prensa dijo que aspiraba conseguir las mismas condiciones que la
oposición pedía en 2017, en Noruega y en
República Dominica. ¿Cómo logrará ese milagro? Los demócratas no pudieron
obtenerlas a pesar de ir a una ronda de conversaciones concertada con el
gobierno y con la sólida presencia de un grupo de observadores internacionales. Jiménez, actuando solo en un
mar saturado de tiburones, pretende alcanzar lo que no obtuveron la oposición
unida y la comunidad internacional. ¿Alguien puede explicar en qué mundo vive?
El
nombramiento del CNE debilita todavía más la opción electoral. Le resta mayor credibilidad
a la autoridad electoral y sume al voto como instrumento de lucha en un abismo
del cual resulta muy difícil rescatarlo. El régimen promueve la abstención con
un grupo de socios muy pequeño, pero muy activo. Ese es un mal concejo.
@trinomarquezc
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