¿Voto para perpetuar la dictadura?
Luis Ugalde sj
Es un grave error que la dictadura
madurista y la oposición democrática sigan ofreciendo sus platos
rutinarios a una población deprimida y desesperada. Sería una tragedia
de gravísimas consecuencias que los venezolanos no empecemos este año
con una rotunda decisión de cambiar de gobierno para producir soluciones
a esta agonía nacional. Pero la dictadura está decidida a perpetuarse
con elecciones presidenciales tramposas contra el voto limpio y libre, y
se siente reforzada por millones de opositores decididos a no votar a
causa de la trampa continuada gubernamental y su manipulación electoral
del hambre, la enfermedad y la miseria de la población; también le
favorece un liderazgo político que luce ausente de las angustias
socioeconómicas, dividido y sin rumbo unitario y contundente.
Para producir los cambios necesitamos un
nuevo presidente deseado, aclamado, elegido por voto libre y defendido
por la gran mayoría, lo que es imposible sin esperanza y unión.
Presidente elegido para liberar las fuerzas productivas, responder a las
más graves indigencias económico-sociales, y al mismo tiempo liberar a
los presos políticos, los inhabilitados y exiliados, rescatando la
Constitución y el respeto a los derechos humanos violados. El madurismo
hará toda la manipulación electoral posible para prolongar la
presidencia seis años más y lo logrará si continúan las actuales
ausencias sociales del liderazgo político, falta de unidad, carencia de
rumbo claro y directo y con primarias ideales pero inoportunas. Las
oposiciones dispersas y el abstencionismo no entusiasmarán ni vencerán.
Fin de juego. Esto es
demasiado grave para que los demócratas lo aceptemos con resignación y
desesperanza. No bastan los estallidos de protestas desesperadas, es
necesaria una gran insurrección del voto masivo, defendido y celebrado.
Para empezar, desde el día siguiente, a producir soluciones económicas,
políticas y sociales para todos. La justificada crítica al liderazgo
político y la desesperación actual no nos deben llevar a la antipolítica
paralizada, ni a esperar la solución de un mesías dictatorial.
Lograremos el triunfo democrático si sumamos en todos los frentes:
candidato único y excepcional; diálogo y negociación con apoyo
internacional para exigir condiciones electorales para la salida
democrática y la reconstrucción. Movilización social con presión
ciudadana por todas las vías posibles para el fin de la dictadura. Todo
combinado. El diálogo y la negociación abiertos en
Santo Domingo con acompañamiento internacional y presión democrática son
imprescindibles, pues la salida es complicada y en la nueva Venezuela
debemos caber todos como ciudadanos responsables y no la imposición de
unos contra otros. El fuerte apoyo de los países democráticos es
totalmente necesario sabiendo que el régimen se resistirá.
El actual desaliento, la falta de
esperanza y la resignación lleva a muchos a cultivar el pesimismo y
pensar que somos incapaces de producir soluciones como ciudadanos
responsables en una sociedad plural. Olvidan que entre 1920 y 1980 la
economía venezolana con la palanca petrolera, durante más de medio siglo
batió todo récord mundial creciendo 7,1% anual, con una pequeña
inflación anual de 2,1%. Durante tres décadas fuimos el país que atrajo
más migración en proporción al número de sus habitantes; población
adulta, trabajadora, que enriqueció mucho al país y formó familia aquí.
Se transformó vertiginosamente la infraestructura física del país y la
población mejoró en sus ingresos y en los servicios públicos con salud y
educación para todos, con gran esperanza de futuro. Se logró una
democracia con gobiernos que perdían elecciones y entregaban el poder.
No somos ingenuos y sabemos las insuficiencias, deformaciones e
injusticias presentes en ese proceso, y sobre todo el reempobrecimiento
desde finales de la década de los setenta. Pero ello no debe impedir la
comprensión de nuestras capacidades y potencialidades, si hay un
gobierno sensato. La Fuerza Armada fue clave en ese
proceso, porque entendió su gran misión en la sociedad democrática y
también lo será cuando renazca y predomine la conciencia responsable y
democrática, como lo exige la Constitución.
La unidad democrática. Los
partidos opositores, conscientes de su poca credibilidad en este
momento, tienen que nacer de nuevo y buscar de manera excepcional un
candidato unitario para la difícil transición de la actual ruina a la
transformación productiva. No un candidato antipartido, pero sí
claramente no partidista, que levante el ánimo nacional y que inspire el
despertar de la esperanza para cambiar la producción, política,
económica y social, organizando con la sociedad civil y con los partidos
el programa de reconstrucción (que está bastante claro) y barrer la
corrupción, la ineptitud y el clientelismo que nos ha traído tanta ruina
con un narco-gobierno empeñado en imponer y defender como remedio lo
que es causa y agravante de la enfermedad.
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