martes, 13 de diciembre de 2011


La comunidad latinoamericana

SADIO GARAVINI DI TURNO |  EL UNIVERSAL
martes 13 de diciembre de 2011  
Si la integración latinoamericana fuese directamente proporcional al número de organizaciones de integración que se han creado en la región, América Latina debería ser el continente más integrado del orbe. La "sopa de letras" es tan larga que la mitad de esta nota se iría en sólo mencionarlas. Efectivamente, la Comunidad de Estados de América Latina y del Caribe (Celac), que se fundó recientemente en la Cumbre de Caracas, es la última de estas iniciativas. La idea original surgió del presidente Lula y la recogió el presidente Calderón, el año pasado, en la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobiernos de América Latina y del Caribe en Cancún. La Celac subsume y recoge el patrimonio de estas Cumbres y del Grupo de Río y permite que haya un foro de concertación política entre los países de la región, sin la presencia de EEUU y Canadá, reduciendo en algo el número de reuniones, aunque lógicamente se debería haber subsumido también el SELA, Sistema Económico Latinoamericano, que tiene los mismos miembros, ahorrando así unos cuantos gastos. El presidente Chávez, con el apoyo de sus aliados del ALBA, tenía la intención de convertir a la Celac en una especie de anti-OEA destinada a sustituirla, sin embargo la mayoría de los países prefirió un foro informal sin secretario permanente, ni burocracia. 

Como de costumbre, la Cumbre sirvió de escenario al anfitrión para una operación de propaganda, llena de discursos retóricos y de fotos para la galería. La buena presencia de mandatarios fue muy parecida a la de Cancún y muchos de ellos vinieron también a cobrar deudas, como Calderón, con el caso de la estatización de Cemex-Venezuela, a firmar jugosos contratos, como la Kirchner y la Rousseff y otros a asegurarse la continuidad del subsidio de Petrocaribe. Chávez quiso aparecer como el paladín de la integración, cuando en la práctica se salió de la Comunidad Andina, acabó con el G3 (con México y Colombia) y para colmo todavía no ha logrado su ingreso a Mercosur. En la realidad, América Latina está hoy mucho más desunida que hace una década. Simplificando un poco podemos decir que hay cuatro grupos de países. Los miembros del ALBA, Cuba, Nicaragua, Bolivia, Ecuador, Dominica, San Vicente y las Granadinas y Antigua y Barbuda, que forman una alianza política alrededor de la cooperación unilateral de Venezuela, con fuerte retórica "antiimperialista" y estatista, aunque los tres miembros anglófonos se solidarizan más con sus hermanos de la Comunidad del Caribe (Caricom). El tercer grupo es el Mercosur, que cada vez gira más alrededor de Brasil. Tiene posiciones relativamente proteccionistas pero mantiene negociaciones comerciales con EEUU, Asia y Europa. El cuarto grupo, más informal, comprende los países que "miran" al Pacífico, en sentido geográfico, pero también económico, que incluye todos los países que tienen costa en el Pacífico, desde México hasta Chile, con la relativa exclusión de Ecuador y con el caso especial de Nicaragua, miembro del ALBA, pero parte del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Estados Unidos y Centro América-República Dominicana. Este grupo ha firmado múltiples TLCs no sólo con EEUU, sino entre ellos y con muchos países de Asia. Mantienen excelentes relaciones con EEUU y políticas económicas que fomentan la empresa privada. 

Los latinoamericanos repetimos retóricamente que somos países hermanos, pero a la primera disputa "sacamos la pistola". Recuerden la guerra fronteriza entre Perú y Ecuador, hace apenas unos años, la reciente invasión del territorio de la desarmada Costa Rica, por parte del ejército de Ortega y la ridícula movilización de tanques, mecánicamente defectuosos, hacia la frontera con Colombia, ordenada por Chávez, para protestar por la muerte del narcoguerrillero de las FARC, Raúl Reyes. 

Los franceses y alemanes no se quieren, no tienen la ridiculez de llamarse hermanos, pero han entendido que les conviene ser socios. A ver si aprendemos, sin necesidad de pasar previamente por la experiencia europea de unas cuantas guerras desastrosas. 

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