El gobierno no quiere negociar: razones
Trino Marquez
La solución ideal, óptima, de la
terrible crisis que vive el país, sería la concreción de unos acuerdos
negociados entre el régimen de Nicolás Maduro y la oposición, liderada por Juan
Guaidó, quien es evaluado positivamente por 70% de los venezolanos, mientras su
oponente exhibe esa misma cifra, pero de rechazo. Maduro se encuentra aislado
en el plano internacional. Las elecciones del 20 de mayo fueron criticadas por
la mayoría de las naciones democráticas del planeta. Su legitimidad de origen
ha sido cuestionada. Se encuentra en bancarrota. Cercado financieramente. Carece
también de legitimidad de desempeño. Sin embargo, rechaza negociar con la
oposición, olocada en el punto más alto de reconocimiento internacional y apoyo
interno desde 2015, cuando se realizaron las elecciones para la Asamblea
Nacional.
Ese
negativa, por supuesto, no es frontal. El estilo insolente de Diosdado Cabello ha
sido sustituido, en parte, por el tono
más amable de Héctor Rodríguez, el joven gobernador de Miranda, o el talante
más cínico e inescrupuloso de Jorge Rodríguez, quienes formulan vaporosas ideas
globales sobre un hipotético diálogo. Según las piadosas expresiones de esos
personajes, el gobierno quiere ‘dialogar’ con la oposición.
¿De verdad
quiere hacerlo? Si en realidad estuviese interesado en mantener una relación
fluida con sus oponentes, podría tomar algunas medidas. Menciono solo las
siguientes. Liberar algunos presos políticos y líderes sindicales detenidos de
forma arbitraria; allí se encuentran Iván Simonovis, los comisarios de la
Policía Metropolitana, Juan Requesens, a quien se le violó la inmunidad
parlamentaria, y Rubén González, a quien se le quebrantó el fuero sindical.
Levantar las sanciones que pesan sobre Henrique Capriles y María Corina Machado, inhabilitados por ese ente fantasmal que es la Contraloría
General. Permitir la incorporación a la Asamblea Nacional de los tres diputados
de Amazonas, excluidos del Parlamento por una decisión caprichosa e inaceptable
en un Estado federal descentralizado como el que define la Constitución del 99.
Reconocer la legitimidad de la Asamblea Nacional y devolverle sus competencias,
entre ellas aprobar el Presupuesto Nacional. Debe mostrar algún gesto que
indique la posibilidad de cambiar la composición del CNE.
En resumidas
cuentas: Nicolás Maduro tendría que dar algunas pistas concretas de querer
negociar una salida pacífica a la grave situación nacional, que destruye al
país, afecta a los grupos más humildes y erosiona cada vez más las bases
sociales del gobierno. Las proposiciones abstractas que plantean los voceros
del régimen lo único que provocan son sospechas. Se nota que lo único que
buscan es ganar tiempo para el que temporal amaine, para que decline el efecto
Guaidó o para que ceda la presión internacional. Son tretas burdas que intentan
evadir la resolución del conflicto medular: el rechazo que produjo la elección
del 20-M y el intento de Maduro de perpetuarse en el poder mediante malas
mañas.
Nicolás Maduro
sabe que él representa el obstáculo fundamental y que mientras permanezca en
Miraflores los problemas persistirán.
¿Por qué, entonces, no negocia su salida ordenada del poder? Porque no se
siente suficientemente débil, ni ve a sus rivales con la fuerza necesaria para
desplazarlo.
Todavía
controla las FAN. Su cúpula, apunta Michael Penfold, se transformó en una
poderosa corporación de negocios económicos. Actúa como una compañía anónima
que resguarda sus intereses financieros. Por esa razón, se hacen los locos
frente a la destrucción de su propia institución, el avance del
paramilitarismo, el fortalecimiento de los colectivos y de la milicia, cuerpos
armados y violentos del madurismo. El régimen ejerce la represión, con el
beneplácito de las FAN, a través de esos grupos irregulares.
Mediante la
hegemonía y el chantaje comunicacional, Maduro ha logrado invisibilizar o
desvirtuar en cierta medida la crisis eléctrica y de agua y reducir su carga
explosiva. Las grandes estaciones de
televisión tratan con una sutileza irritante las penurias de la
población. A los circuitos radiales se les prohibió reportar en vivo el drama
de los habitantes de las ciudades y pueblos, sometidos al látigo de los cortes
intempestivos y prolongados de agua y electricidad. Las protestas populares son
sofocadas de inmediato y con virulencia. El gobierno viola los derechos humanos
de la población, entre ellos el derecho a estar bien informado. Los periodistas
han sufrido los rigores del sadismo oficial.
El Psuv
todavía cuenta con cerca de 30% de apoyo popular. Es el partido que aglutina la
mayor cantidad de militantes o simpatizantes dentro del espectro político
nacional. Esta fortaleza relativa del partido de gobierno permite que Maduro cuente todavía con alrededor de 25% de
aceptación. Estos números, que en otro contexto, obligarían al Presidente a
negociar, Maduro los asume como una fortaleza. Se considera una minoría, pero
una minoría significativa frente a la dispersión de los partidos opositores.
Maduro es apoyado
por las dictaduras más oprobiosas de la Tierra y por grupos guerrilleros y
terroristas internacionales. Considera esta, otra ventaja.
Por estas
razones, no negocia. Solo es posible obligarlo.
@trinomarquezc
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