VENEZUELA: BACHELET
TRINO MARQUEZ C.
La
Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos no va en
misiones oficiales a países donde prevalece el Estado de Derecho, se respetan
las minorías, la figura del preso político no existe, la gente come las tres
veces al día con una dieta balanceada, hay libertad de prensa, se consiguen con
facilidad medicamentos y la gente no emigra, ni les crea problemas a sus
vecinos, pues se siente a gusto de vivir en su territorio. La Alta Comisionada
no va a Suiza o a Noruega, salvo que quiera ver vaquitas con cencerros o
fiordos.
La doctora Michelle Bachelet nos visitó
porque Venezuela es notitia criminis.
Pasó a estar en la agenda internacional de forma permanente por los desmanes
que el régimen de Maduro comete. De ser
una democracia que causaba envidia en una región plagada de dictaduras, se
transformó en una nación cuyo Gobierno y Estado avergüenzan por la cantidad y
gravedad de atropellos que perpetran.
La sola presencia de la Bachelet en nuestro país fue una victoria de las fuerzas
democráticas. Las protestas internas y la presión internacional lograron sacudir
la pesada burocracia internacional. Nicolás Maduro, consciente de que la venida
de Michelle Bachelet a tierras
venezolanas sería inevitable, optó por invitarla en noviembre del año pasado.
Estimó preferible tomar la iniciativa y aparecer como promotor de la visita,
que quedar acorralado y verse obligado a aceptar una inspección a la cual no
habría podido negarse. La expresidente había sido, sin mucho entusiasmo, su
aliada en el plano internacional mientras gobernó a Chile.
En la oposición, algunos grupos y
personalidades se imaginaron que Michelle Bachelet se quitaría su ropaje de
funcionaria internacional y se convertiría, por arte de magia, en militante de
Voluntad Popular, de Primero Justicia o de cualquier otro partido opositor. Que
atacaría sin piedad los abusos del gobierno. En el oficialismo, en
contrapartida, la jerarquía del Psuv y del régimen a lo mejor estaban esperando
que la doctora se derretiría en elogios a los logros de la revolución en
materia de derechos humanos. No ocurrió ni lo uno ni lo otro. En medio de su
apretada agenda encontró tiempo para reunirse con las figuras claves del
régimen, con Juan Guaidó, líder de la oposición, y diputados de la Asamblea Nacional, con
organizaciones de la sociedad civil y familiares de las víctimas que han muerto
o han sido torturados, que sufren porque no consiguen las medicinas requeridas o pasan hambre porque no pueden
comprar alimentos. Testigos de esos encuentros destacaron el respeto y la
atención con los cuales la Alta Comisionada los trató. De esos testimonios,
destaco el de Susana Rafalli, una autoridad en el área alimentaria. La
especialista quedó gratamente impresionada por la actitud comprensiva de
Michelle Bachelet, quien, además de política exitosa, es médica pediatra.
Algunas voces, lamento que se encuentre
entre ellas la de Beatriz Becerra, la
combativa e incondicional eurodiputada, se levantaron para señalar que la
representante de la ONU vino a blanquear el rostro de la dictadura. Otros repiten
de forma obstinada que la Alta Comisionada no debió reunirse con los torturadores,
ni con el presidente de la írrita asamblea constituyente. Se horrorizan porque
tuvo un guiño con Maduro, al acotar que las sanciones internacionales agravan
la crisis económica y social.
Esas reacciones viscerales se comprenden
en personas alejadas de la atmósfera política; pero, sorprende cuando se trata
de dirigentes veteranos, quienes deberían estar conscientes de las complejas tramas que preceden la
presencia de una funcionaria de tan alta
jerarquía, en un país atravesado por conflictos tan graves como Venezuela.
El contenido del comunicado final de la
visita fue ecuánime. Ni adulante con el régimen opresor, ni meloso con la
oposición. Se mantuvo equidistante. Ajustado a los protocolos que deben
seguirse cuando lo que se busca es ayudar a resolver, o al menos atenuar, la vulneración
de los derechos humanos. Bachelet designó a dos representantes que se
encargarán de evitar los excesos del gobierno. La decisión representa una
ganancia neta.
La visita de Bachelet no supone un
triunfo de la justicia y el Estado de Derecho en el corto o mediano plazo. De
hecho, el mismo día de su partida, el régimen capturó y desapareció a cuatro
militares y a dos funcionarios del Cicpc. Poco tiempo después agredió a un
equipo de colaboradores de Juan Guaidó. La paranoia de Maduro
–justificada
por la deslealtad de algunos de sus colaboradores más cercanos- lo llevará a
cometer nuevas agresiones.
El régimen, que no anda pensando en que
los pajaritos van a la maternidad, reivindica la venida de Bachelet como un
triunfo. En realidad fue una concesión y una derrota a su política de negar que
en Venezuela se violan los derechos humanos, hay crisis humanitaria y se
encarcela a dirigentes políticos. El comportamiento de Michelle Bachelet fue
correcto. La victoria fue de la democracia, no de la dictadura.
@trinomarquezc
No hay comentarios:
Publicar un comentario