ELECCIONES: LOS FACTORES VAN ALINÉANDOSE
TRINO MARQUEZ
Ningún
país, ni remoto ni cercano, desea participar en un conflicto bélico contra el
régimen de Nicolás Maduro, a pesar de todo el daño que su permanencia en
Miraflores causa. El éxodo masivo y creciente de venezolanos hacia Colombia,
Ecuador y Perú, con todas las dificultades que ese flujo continuo genera; la
actividad cada vez más evidente del ELN y de fracciones disidentes de las Farc
en territorio nacional; la presencia de oficiales rusos en el país; la
existencia de agentes terroristas del Medio Oriente y la importancia cada vez
mayor alcanzada por Venezuela en el tráfico de drogas, al parecer no son
suficientes para que los Estados Unidos y los demás países afectados por estos hechos irregulares,
se planteen seriamente una confrontación armada con el causante de estas
calamidades. Todos evitan el choque. El mundo y la región enfrentan demasiados problemas
para desatar uno nuevo. Una conflagración en Venezuela podría desbordarse. Maduro
es un incordio que debe removerse sin causar grandes traumas.
La tesis que ha venido ganando fuerza
en el plano internacional, se sintetiza en obligarlo a aceptar la convocatoria de unas nuevas elecciones
presidenciales, que corrijan los entuertos del 20 de mayo de 2018. En esta
línea se inscriben el Grupo de Lima, la Unión Europea, el Grupo de Contacto
Internacional, los Estados Unidos, Canadá y hasta el sinuoso López Obrador. El
leve giro de Rusia y China, expresado en Moscú la semana pasada con las
declaraciones de los cancilleres de ambos países, indica que Vladimir Putin y
Xi Jinping, también podrían estar contemplando esa posibilidad. Cuba todavía no
se ha pronunciado de forma categórica, pero si las sanciones norteamericanas
continúan, no habría que extrañarse si apoya la moción. Las piezas del tablero
internacional se han ido colocando en esa línea.
En donde se perciben más dudas y
confusión es el plano interno. Las tres fases propuestas por Juan Guaidó –cese
de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres- hay que quienes
las asumen como un dogma. Intentan ajustar la realidad a las consignas, cuando lo
sensato consiste en seguir el curso inverso: ajustar las consignas a lo que
permite la realidad. Proponer el objetivo del
cese de la usurpación tenía sentido cuando se suponía, o se creía
poseer información fidedigna, que el
estamento militar se fragmentaría y un sector muy amplio apoyaría a Guaidó. A
partir de esa premisa era válido plantearse formar un gobierno de transición. Por
las razones que sea, los planes abortaron. Padrino López no se sumó al proyecto
de desplazar a Maduro, o nunca formó parte de él. No cesó la usurpación, ni se
pudo formar el gobierno de transición. Queda en pie el último eslabón de la
cadena: las elecciones libres.
Entiendo que Juan Guaidó insista en la
trilogía. Su giro hacia el reconocimiento de la realidad debe ser progresivo y
lento. Lo que no comprendo y no comparto es que otros líderes opositores se aferren
de manera ortodoxa a la tríada, cuando todas las evidencias indican que los
esfuerzos hay que dirigirlos a arrinconar a Maduro para que acepte ir, en un
plazo cercano, a unos comicios tal como
lo manda la Ley Orgánica del Sufragio
aprobada por ellos en 2009, cuando mantenían la hegemonía de la Asamblea
Nacional. Para lograr este propósito ya se tiene el soporte internacional y
podría obtenerse el respaldo del Alto Mando, núcleo al cual se le está haciendo
cada vez más costoso sostener a Maduro en el poder. Si los militares calzan en
este mecano, Maduro tendrá que medirse sin apelaciones.
Imponerle a Maduro su propia Ley no resulta
nada sencillo. Le aterroriza una consulta transparente y justa, con un nuevo
CNE, con la posibilidad de que los venezolanos en el exterior sufraguen, con un
REP depurado, sin presos políticos, ni inhabilitados. Llegar a un acuerdo en el
que participen los actores internacionales y los líderes que aún quedan en el
país, será el resultado de una batalla gigantesca. Para alcanzar esta cota, Maduro
deberá aceptar, aunque sea de forma indirecta, que los comicios de 2018 fueron
fraudulentos y que, en consecuencia, tendrá que someterse a una nueva
evaluación popular. Este vuelco sería fenomenal. Hasta ahora, su argumento más
firme ha sido que la consulta del 20-M fue más cristalina que agua de
manantial. Tal fue su razonamiento ante el periodista Jorge Ramos y en
numerosas comparecencias públicas. Tendrá que tragar grueso para aceptar el
escamoteo.
Para obligarlo a admitir la trampa existen
varios factores cruciales en los cuales apoyarse: el respaldo y la presión
internacionales, que no cederán mientras Maduro se pasee por los pasillos de
Miraflores; la grave situación nacional, el descontento y la conflictividad
social que lo acompaña; las diferencias dentro de Psuv; el malestar dentro de
los militares y la brecha entre los cuadros bajos y medios con el Alto Mando.
Los países que apoyan la salida pacífica y
electoral han ido cuadrando. Falta alinear los factores internos fundamentales.
@trinomarquezc
No hay comentarios:
Publicar un comentario