BACHELET EN VENEZUELA:
¿CABE ESPERAR ALGO POSITIVO LUEGO DE SU ESPERADA VISITA?
Emilio Nouel V.
Al fin la tan esperada visita de la señora Michelle Bachelet
a Venezuela se dio. No pocas organizaciones de la sociedad civil e
individualidades nacionales e internacionales habían solicitado que se
apersonara en nuestro país, a los fines de que in situ constatara horrendos hechos violatorios de los derechos
humanos, que muchas veces fueron denunciados y también registrados con lujo de
detalles tanto por el departamento de la NNUU que ella hoy dirige como por
otras organizaciones internacionales.
Como se sabe, su cargo es el de Alta Comisionada para los
Derechos Humanos; muy importante, sin duda, y sobre el cual pesa una gran
responsabilidad por la materia tan sensible que debe manejar en un espacio que
abarca el planeta entero.
Su figura, vinculada a una afiliación político-ideológica
conocida, no ha estado exenta de polémica.
Para nadie es un secreto que es de pensamiento
socialista/socialdemócrata. Sus relaciones cercanas y/o amistosas con
importantes figuras mundiales de la llamada izquierda, como los hermanos Castro
de Cuba, Ortega de Nicaragua, Lula en Brasil y Chávez y Maduro en Venezuela, le
ha ganado la animadversión de muchos que se han opuesto o se oponen a los
gobiernos que aquellos han presidido.
En su ejecutoria gubernamental -Presidente en dos ocasiones de
Chile- se ha conducido en el marco del Estado de derecho liberal de su país, y
adelantó, a mi juicio, políticas razonables y beneficiosas en el campo
internacional. Obviamente, a su gobierno interna o externamente, se pueden
formular críticas puntuales, pero, en definitiva, han sido gobiernos “normales”,
sobre todo, no autoritarios, ni en ellos se ha pretendido establecer regímenes
totalitarios, como los de sus amigos.
Sin embargo, sobre ella ciertos sectores políticos siguen
manteniendo reservas.
Son las que observamos en Venezuela con su visita, que, por
cierto, es la ejecución de un mandato de las NNUU emitido por el Consejo de los
DDHH de las NNUU en septiembre de 2018.
Está claro que en una visita de un día medio, prácticamente,
no se puede palpar en toda su magnitud la dimensión de la tragedia nacional
venezolana. Pretender que ella podría conocer de primera mano todos los
problemas es ilusorio. Tendría que instalarse semanas enteras y viajar por todo
el país. Porque el verdadero drama venezolano no se puede observar solo en la
ciudad capital.
Sin embargo, el equipo de esa Comisión, que ya conoce la
situación desde antes de que ella se posesionara del cargo, sí puede dar cuenta
con amplitud y profundidad de ella.
El Informe preliminar que han preparado hace algunos meses
atrás, es contundente. Casi todas las múltiples denuncias se han corroborado en
campo. Son igual o más graves que las de los Informes previos.
Pensar que una individualidad como la señora Bachelet, por
estar al frente de ese equipo, pudiera torcer o esconder evidentes y
comprobados hechos es un despropósito.
Por otro lado, el hecho de que ella se haya reunido con los
representantes de la tiranía no implica ninguna complicidad con sus
representantes, ni un juicio de valor respecto del régimen. A ella le
corresponde entrevistarse con todos los actores que protagonizan nuestro
conflicto doméstico. Se reunió con el Presidente interino de Venezuela,
reconocido como tal por más de 50 gobiernos democráticos.
No deberíamos prejuzgar nada sobre los resultados de esa visita, ni creer que
ciertos “maquillajes”, al estilo de las aldeas Potemkin, pudieron ocultar la
realidad.
Ha sido muy conveniente que la señora Bachelet haya venido al
país. Esa visita subraya y confirma, objetivamente, lo que hasta ahora se ha
dicho. Que hay una grave crisis política y social que requiere la atención de
los organismos internacionales, de toda la Comunidad Internacional.
Bachelet
pudo entrevistarse con familiares de víctimas y dirigentes de organizaciones
sociales y defensoras de derechos humanos diversas con los cuales pudo
compartir momentos muy emotivos. “Sus historias son desgarradoras”,
afirmó.
Este viaje refleja una enorme preocupación y le dice al mundo
que no es cierto lo que el régimen militar ha pretendido hacer ver acerca de
que todo marcharía normalmente en Venezuela, que no existe tal crisis. Hasta
Arreaza, conocido por su cinismo y su falta permanente a la verdad, con
Bachelet se ha visto obligado a reconocer la violación a los DDHH en el país,
cuando habla de “corregir” y “rectificar”.
Nuestra tragedia se agrava con los días. Sigue desbordándose
peligrosamente sobre nuestros vecinos más cercanos y más allá.
Solo resta saludar la visita realizada por la señora Michelle
Bachelet, y decir que ojalá que su corta estadía logre sensibilizar más al
mundo sobre lo que ocurre en Venezuela y también acerca de la necesidad urgente
de una pronta solución negociada antes de que sea muy tarde.
Su mensaje final al encontrarse con un grupo de venezolanos
nos deja un buen sabor de boca: “Si algo
puedo ayudar, estoy dispuesta”. Ya el 20 de Marzo próximo pasado había
declarado: “las
autoridades se han negado a reconocer las
dimensiones y la gravedad de la crisis en materia de cuidados médicos, alimentación
y servicios básicos, por lo que las medidas que han adoptado no han sido
suficientes”.
El Informe definitivo que deberá
presentar Bachelet próximamente sobre Venezuela, con seguridad no diferirá
mucho de lo que los anteriores han reseñado.
Solo deseamos que por ahora, al menos, se obtenga del
gobierno la libertad de los cientos de presos políticos injustamente
encarcelados por el régimen dictatorial que agobia a la sociedad venezolana. Desde
el escepticismo, a veces se puede aspirar a un milagro, sobre todo, cuando
pensamos en esos venezolanos torturados y vejados salvajemente, y en sus
familiares angustiados y sufriendo.
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