DELINCUENCIA TRANSNACIONAL ORGANIZADA Y TIRANÍA
MARTA DE LA VEGA
No es
nueva la noticia denunciada en junio de 2019 por el Secretario General de la
OEA Luis Almagro de la presencia de núcleos de terrorismo de Irán y Hezbollá
asentados en territorio venezolano, en alianza con Nicolás Maduro. Las células
islámicas terroristas se hallan sobre todo en la isla Margarita.
A ello
se agregan las posiciones a favor del usurpador Maduro de los gobiernos de
Rusia, Irán, China, Turquía y Siria y, en América Latina, Cuba y Nicaragua,
Bolivia, Uruguay y México. En los primeros, los intereses económicos en el país
y la captura de recursos naturales venezolanos priman sobre supuestas
consideraciones ideológicas.
En los
segundos, o bien por fidelidad a la
visión estereotipada de la izquierda como “redentora” y “progresista”, o bien como
resultado de la defensa doctrinaria más dogmática y sanguinaria, leninista y stalinista, del “comunismo radical”,
como lo llama el Padre Alejandro Moreno, “que tiene 200 años de atraso”, a ser
impuesto con lógica implacable antidemocrática
en los gobiernos de Chávez y la tiranía de Maduro.
Tampoco
es reciente el antisemitismo implícito en el proyecto del socialismo del siglo
XXI. Las declaraciones públicas de Chávez en contra de los judíos en diciembre de
2005 dieron lugar a la fundación del espacio anti-totalitario “Observatorio Hannah
Arendt”, cuyas actividades formales comenzaron en marzo de 2006 con Heinz
Sonntag como director general.
La red
de narcotráfico y el afianzamiento de carteles internacionales de producción y
distribución de cocaína en coalición con las narco-guerrillas de las FARC desde
la época de Hugo Chávez se ha profundizado, gracias a un Maduro complaciente y
la prolongada presencia en Venezuela de los antiguos jefes de los grupos
criminales supuestamente desmovilizados, que no se acogieron a los acuerdos de
paz con el Estado colombiano.
Hay,
además, disidentes de las FARC convertidos en bandas de delincuentes, al igual
que miembros del ELN en vastas regiones del territorio nacional, que se
disputan el control de la minería ilegal y las extorsiones llamadas “vacunas” con
paramilitares, contrabandistas de gasolina y traficantes de drogas, no solo en las regiones fronterizas de
Venezuela.
Chávez
es artífice de las calamidades actuales, que Maduro ha agudizado. No les ha
interesado hacer un “buen gobierno” sino la “revolución”. No tienen dominio del
hampa desbordada ni pueden detener la violencia; impunidad, represión brutal y crímenes se
volvieron políticas de Estado.
No
hubo profundización de la democracia ni desarrollo con el excepcional aumento
de la renta petrolera, sino imposición de una ideología heteróclita, alineada
con la dictadura cubana y prácticas delincuenciales. Chávez sucumbió a la
magnética seducción del discurso de Fidel. Con una gestión negligente, sin sensibilidad
social ni sentido de la equidad, manipuló las necesidades de la gente para
servirse de los pobres en lugar de servirlos.
Es lo que
hace hoy Maduro, para envilecerlos mediante la dádiva convertida en mecanismo
de control social en lugar de “dignificarlos”, como anunciaba el difunto
después de los miles de damnificados y muertos que dejó la catástrofe de
diciembre de 1999 por los deslaves de las montañas costeras cerca de Caracas.
Creó
las “Misiones” por consejo de Fidel Castro para contrarrestar su pérdida de
popularidad y el inminente riesgo de perder el referendo revocatorio previsto en
la Constitución a la mitad del mandato presidencial, que retrasó lo más posible
mediante argucias y trampas leguleyas
hasta que fue finalmente realizado en 2004 con resultados muy
cuestionados incluso hoy. Maduro repitió la historia, anulando de un plumazo el
referendo revocatorio en su contra en 2016 a cambio de otro intento fallido de
diálogo.
El
inmediatismo y facilismo presentes en la mentalidad de los sectores sociales
más vulnerables económicamente y menos educados ha sido estimulado por el
dirigismo y la exacerbada concentración
del poder por parte del Estado. Se ha vuelto un círculo vicioso la dependencia creciente
de la población con respecto al Estado como principal proveedor de empleos,
bienes y servicios, no solo corrupto dada su estructura clientelar sino cada
vez más ineficiente por la sobrecarga de funciones.
En
este contexto, se entiende por qué es tan difícil salir de la pesadilla que es
Venezuela, a pesar de las luchas ciudadanas. Y por qué se trata de un asunto
geopolítico que no se va a resolver sin concurso internacional.
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