viernes, 28 de junio de 2019

DELINCUENCIA TRANSNACIONAL ORGANIZADA Y TIRANÍA

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   MARTA DE LA VEGA


No es nueva la noticia denunciada en junio de 2019 por el Secretario General de la OEA Luis Almagro de la presencia de núcleos de terrorismo de Irán y Hezbollá asentados en territorio venezolano, en alianza con Nicolás Maduro. Las células islámicas terroristas se hallan sobre todo en la isla Margarita.

A ello se agregan las posiciones a favor del usurpador Maduro de los gobiernos de Rusia, Irán, China, Turquía y Siria y, en América Latina, Cuba y Nicaragua, Bolivia, Uruguay y México. En los primeros, los intereses económicos en el país y la captura de recursos naturales venezolanos priman sobre supuestas consideraciones ideológicas.

En los segundos,  o bien por fidelidad a la visión estereotipada de la izquierda como “redentora” y “progresista”, o bien como resultado de la defensa doctrinaria más dogmática y sanguinaria,  leninista y stalinista, del “comunismo radical”, como lo llama el Padre Alejandro Moreno, “que tiene 200 años de atraso”, a ser impuesto  con lógica implacable antidemocrática en los gobiernos de Chávez y la tiranía de Maduro.

Tampoco es reciente el antisemitismo implícito en el proyecto del socialismo del siglo XXI. Las declaraciones públicas de Chávez en contra de los judíos en diciembre de 2005 dieron lugar a la fundación del espacio anti-totalitario “Observatorio Hannah Arendt”, cuyas actividades formales comenzaron en marzo de 2006 con Heinz Sonntag como director general.

La red de narcotráfico y el afianzamiento de carteles internacionales de producción y distribución de cocaína en coalición con las narco-guerrillas de las FARC desde la época de Hugo Chávez se ha profundizado, gracias a un Maduro complaciente y la prolongada presencia en Venezuela de los antiguos jefes de los grupos criminales supuestamente desmovilizados, que no se acogieron a los acuerdos de paz con el Estado colombiano.

Hay, además, disidentes de las FARC convertidos en bandas de delincuentes, al igual que miembros del ELN en vastas regiones del territorio nacional, que se disputan el control de la minería ilegal y las extorsiones llamadas “vacunas” con paramilitares, contrabandistas de gasolina y traficantes de drogas,  no solo en las regiones fronterizas de Venezuela.    

Chávez es artífice de las calamidades actuales, que Maduro ha agudizado. No les ha interesado hacer un “buen gobierno” sino la “revolución”. No tienen dominio del hampa desbordada ni pueden detener la violencia;  impunidad, represión brutal y crímenes se volvieron políticas de Estado.

No hubo profundización de la democracia ni desarrollo con el excepcional aumento de la renta petrolera, sino imposición de una ideología heteróclita, alineada con la dictadura cubana y prácticas delincuenciales. Chávez sucumbió a la magnética seducción del discurso de Fidel. Con  una gestión negligente, sin sensibilidad social ni sentido de la equidad, manipuló las necesidades de la gente para servirse de los pobres en lugar de servirlos.

Es lo que hace hoy Maduro, para envilecerlos mediante la dádiva convertida en mecanismo de control social en lugar de “dignificarlos”, como anunciaba el difunto después de los miles de damnificados y muertos que dejó la catástrofe de diciembre de 1999 por los deslaves de las montañas costeras cerca de Caracas.

Creó las “Misiones” por consejo de Fidel Castro para contrarrestar su pérdida de popularidad y el inminente riesgo de perder el referendo revocatorio previsto en la Constitución a la mitad del mandato presidencial, que retrasó lo más posible mediante argucias y trampas leguleyas  hasta que fue finalmente realizado en 2004 con resultados muy cuestionados incluso hoy. Maduro repitió la historia, anulando de un plumazo el referendo revocatorio en su contra en 2016 a cambio de otro intento fallido de diálogo.

El inmediatismo y facilismo presentes en la mentalidad de los sectores sociales más vulnerables económicamente y menos educados ha sido estimulado por el dirigismo  y la exacerbada concentración del poder por parte del Estado. Se ha vuelto un círculo vicioso la dependencia creciente de la población con respecto al Estado como principal proveedor de empleos, bienes y servicios, no solo corrupto dada su estructura clientelar sino cada vez más ineficiente por la sobrecarga de funciones.

En este contexto, se entiende por qué es tan difícil salir de la pesadilla que es Venezuela, a pesar de las luchas ciudadanas. Y por qué se trata de un asunto geopolítico que no se va a resolver sin concurso internacional.

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