miércoles, 8 de enero de 2020

Visión y temple


Américo Martin
Talcual
El optimismo, el valor físico y la certera visión mostrada el martes por el legítimo presidente Guaidó y la valiente mayoría parlamentaria que ni por un momento lo deja solo, ha tenido el premio mayor. Ver a Guaidó, Guanipa y Berrizbeitia juramentándose en el presídium de la Asamblea Nacional, sí, en el propio recinto tutelado por la Guardia Nacional, el cuerpo armado que demostraría su capacidad de rechazo a un enemigo desarmado como el conformado por los diputados de la mayoría. Confieso que esperaba una heroica batalla pero suponía que los superarmados al servicio del oficialismo se saldrían con la suya. No parecía haber posibilidad alguna de romper aquel cerrojo, tan desigual era el  encuentro.
Pero señores sí que pudieron. La lucha con  los militares fue impresionante. Las diputadas no se quedaron atrás en el reparto de tortas. Avances, retrocesos hasta que el presidente y los dos vicepresidentes, encaramados en la tarima con el brazo en alto y nuevos avances en señal de clamorosa victoria procedieron a ejecutar lo que les llevó a la singular situación de que la directiva sostenida por el oficialismo había desaparecido del lugar en tanto que la legítima pero perseguida ocupaba el espacio adornada con amplias sonrisas.
El oficialismo solo tenía que impedir por segunda vez el ingreso de la mayoría al Capitolio, sede central para el desempeño de sus competencias constitucionales y legales, verlos asumir sus obligaciones, cumplir a todo riesgo su deber frente a  su dorada centuria de diputados serenamente firmes, en presencia además de miembros invitados del solidario cuerpo diplomático leales a sus principios y aquella masiva presencia de honrados periodistas  arriesgando la piel para llevar al mundo con total respeto a la verdad estos grandes acontecimientos, todo eso en conjunto, ha comunicado coraje y optimismo hasta a los más escépticos y dados a interpretar negativamente cualquier suceso.
La entrada y rechazo, Guaidó y sus compañeros al Palacio Legislativo, no impidió que en los amplios espacios del diario El Nacional se produjera su juramentación, tras la cual citó en tono tomado como de reto a una nueva sesión en el lugar prohibido, el Capitolio, con el fin de juramentar a los vicepresidentes Guanipa y Berrizbeitia  que todo el tiempo estuvieron a su lado.  Tuvieron que vencer obstáculos inauditos en confrontaciones para llegar al palacio legislativo. Guaidó y sus compañeros corrieron, iban temerariamente a la boca del lobo. La Guardia Nacional y los cuerpos  paramilitares no tendrían mayor dificultad para cerrarles herméticamente  el paso. Verdad es que el temple de los diputados está en el cenit lo que daría para sostener valientemente una llamativa confrontación, pero escapa a la lógica que a la postre no se impusiera la fuerza armada.  Pero ocurrió lo inesperado: diputados de la mayoría perforaron el cerco blindado y con ellos entraron los diplomáticos y los medios, ávidos de informar. Guaidó, Guanipa, Berrizbeitia se posesionaron de la directiva solo para encontrar que los autonombrados directivos del oficialismo habían dejado vacíos  sus cargos. ¿Adónde fueron? De nuevo los medios brindaron en nítidos videos la verdad de lo ocurrido, descubrieron que se dieron a correr como almas que se lleva el diablo. ¿Pero por qué los oficiales de la Guardia Nacional o los oficiales al mando parecieron desinteresarse  en seguir arremetiendo a la brava y disparando a mansalva  contra  actos de afirmación principista como los de esta semana? Sea lo que fuere con la audaz ocupación de la sede oficial de la Asamblea Nacional y las virtudes demostradas en las recientes semanas por los parlamentarios de la mayoría, se ha hecho visible virtualmente  en todas las plazas con auspiciosas profundidad, consistencia y velocidad. Para conservar sus logros solo debe conservar su temple, su visión.

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