Dolarización
y depauperización
Trino Marquez
El
volumen de transacciones en dólares creció de forma exponencial durante 2019.
Al cerrar el año, más de 40% de los intercambios comerciales se realizaban con
la divisa norteamericana o con euros, la
otra moneda en la que se han refugiado los venezolanos para huir del escozor
que les produce la tenencia de bolívares. El modelo del socialismo del siglo
XXI, tan promovido y celebrado por Hugo Chávez y Nicolás Maduro, terminó por
decapitar nuestro signo monetario, uno de los más sólidos de la región y del
planeta, cuando el Pacto de Punto Fijo fijaba las fronteras de la
gobernabilidad, y la democracia surgida
el 23 de enero de 1958 luchaba por derrotar a las facciones insurgentes que pretendían
trasladar a Venezuela el modelo fidelista impuesto en Cuba. Esos grupos, luego
de ser derrotados por Betancourt, Leoni, Caldera y Carlos Andrés Pérez,
terminaron llegando a Miraflores, gracias a la irresponsabilidad de un sector
de la élite, incapaz de percibir el peligro que representaba Chávez para la
libertad en todos los campos.
Durante 2020, el uso del dólar como
medio de pago crecerá. Superará fácilmente 50% de las operaciones. Ese aumento
no será el resultado beneficioso de una economía saludable, sino una expresión
perversa de las enormes distorsiones que sufre el aparato económico. La dolarización
seguirá siendo salvaje y caótica. No será el resultado de políticas
macroeconómicas orientadas a estabilizar la economía, atraer inversiones
extranjeras, impulsar la expansión de la industria, la agricultura, la
agroindustria, el turismo y los servicios. Estos renglones se mantendrán tan
deprimidos como durante los últimos seis años. El Producto Interno Bruto, tal
como vaticinan los economistas y expertos más conocedores de la materia,
seguirá su marcha descendente. 2019 cerró con una economía reducida a un tercio
de lo que era en 2012. De acuerdo con Víctor Salmerón, uno de los mejores
periodistas del área económica, el tamaño de la economía venezolana, medida por
el PIB per cápita, se contrajo a niveles de 1944. El socialismo de Maduro nos
hizo retroceder 76 años. Una catástrofe nunca vista en los anales de la
historia latinoamericana.
Esa involución no es uniforme. No
afecta a todos los grupos sociales por
igual. Las capas más pobres de la población son las más afectadas. El
disparatado esquema de estatizaciones y controles aplicado, o mantenido, por
Maduro, acompañado por una reducción criminal del gasto público en áreas
fundamentales, ha hecho que la inversión en educación, salud, transporte
público, electricidad, agua y, en general, servicios para atender las
necesidades de los ciudadanos, se hayan reducido a cifras insignificantes.
Ya no se trata sólo de que el gobierno no
moderniza el Metro de Caracas, por ejemplo. O que no repara los hospitales, las
escuelas y las vías de comunicación. La
cosa es mucho peor. Es que no se ocupa
de reparar las escaleras mecánicas del Metro para que los discapacitados sufran
un poco menos el calvario que significa desplazarse en el medio de transporte
que fue motivo de orgullo de los caraqueños. Tampoco les coloca aire
acondicionado a los quirófanos para preservar las condiciones mínimas de
asepsia que debe poseer un quirófano. No es que abandonó la formación de los
docentes o no dota de computadoras los centros educativos; es que no refacciona
las escuelas para evitar que el agua de lluvia inunde los salones. Ni
siquiera repara los semáforos de las
avenidas. Los niveles de incuria alcanzan
cotas insospechadas.
Con la dolarización anárquica auspiciada
por el régimen, Venezuela se convirtió en el país más caro para los pobres, y
el más barato para los ricos. Los desequilibrios se expresan en desigualdades
abismales respecto a la capacidad de consumo. Hay un reducido segmento, entre
10% y 15% de la población, con posibilidades de acceder a los bodegones,
convertidos en símbolos de la opulencia socialista, adquirir productos
importados de lujo y comprar cualquier medicamento
o acceder a la medicina privada. Frente
a estas capas exclusivas, se encuentra la inmensa mayoría de los venezolanos: los
funcionarios públicos, los maestros y profesores, los soldados, los pensionados
del Seguro Social, los docentes universitarios, los vigilantes privados, y toda
la amplia gama de personas que desempeñan algún oficio por el cual reciben
bolívares o pequeñas cantidades de dólares, utilizadas de inmediato para
satisfacer necesidades urgentes.
El bolívar desaparece y el dólar se
fortalece al mismo ritmo que la pobreza se extiende. El abismo entre la
nomenclatura oficialista y la plebe constituye un rasgo típico de los modelos
socialistas. Maduro lo que ha hecho es reproducir en el siglo XXI lo que las
miserables y oprimidas naciones comunistas vivieron durante el siglo XX, y Cuba
ha padecido desde hace sesenta años. La dolarización forma un vínculo
indisociable con la depauperación. . @trinomarquezc
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