La energía opositora
Leandro Area P.
Pareciera que
en la oposición venezolana nos volvemos locos por hacerle el mandado o remendarle
el capote y los embrollos que solo al gobierno de Maduro competen por tratarse
de asuntos de su inclusivo y exclusivo débito en los que se halla involucrado
estrepitosamente por acción u omisión.
Venezuela no
es un país normal y las brújulas decisionales de nuestras vidas, el lenguaje y
las acciones entre ellas, se encuentran en permanente estado de ambigüedad y
equívoco cuando no de desconexión con el mundo que nos rodea. La oposición no
se salva de esta trampa, es presa frágil de ella, es el cervatillo preferido de
la fiera que muestra dos cabezas, la ajena y la propia.
El dilema
entre ser o no ser aquí se ha enriquecido, iba a decir envilecido, bajo el chorrear
de una realidad o sentimiento de ella que nos traslada a cada momento de la
pasividad al no saber qué hacer o al comportamiento desafortunado por impulsivo
y errático. Es un problema complejo que a veces nos hace sentir responsables y
culpables por asuntos que rebasan existencialmente, léase en este caso
políticamente, nuestra capacidad y responsabilidad de decisión y de compromiso.
Tomo como
ejemplo reciente el lío creado desde hace tiempo por el socialismo del siglo
21, gobierno revolucionario se autoproclaman, relacionado con la defensa de
nuestros históricos y valederos títulos jurídicos sobre el territorio del
Esequibo, que ha llevado, ¿fatalmente?, ¿calculadamente?, a la Corte
internacional de Justicia de La Haya a declararse competente para conocer la demanda
interpuesta por en vecino guyanés en 2018.
En mi
opinión, la oposición no es ni puede convertirse en la cancillería alterna y Ad
hoc del gobierno que ya se encargó de echar por tierra toda la posición y
estrategia construida y cimentada por el Estado venezolano en la materia
durante décadas, la que debía ser, y que se alteró apenas asumió Chávez el
gobierno en 1999 para seguir a pie juntillas, como hasta el día de hoy, la
línea cubana de considerar los litigios fronterizos como remoras ideológicas
del pasado, expansionismo, herencias y legado del colonialismo.
Para muestra
un botón. Lee Chávez presidente, en video público y a la disposición, en 2011,
un aparte del documento firmado por los cancilleres de entonces, de Guyana y
Venezuela, Rodríguez y Maduro, en Puerto España: “Reconociendo que la
controversia en relación con el Laudo Arbitral de 1899 en cuanto a la frontera
entre Guyana y Venezuela sigue existiendo, los ministros reafirmaron su
compromiso con el Acuerdo de Ginebra y el procedimiento de buenos oficios. Reconocieron
que esta controversia es un legado del colonialismo (impostado por él en
el audio) y que debe ser resuelto. Los ministros informaron al representante
personal del Secretario General de las Naciones Unidas Profesor Norman Girvan
de sus conversaciones”
Entiendo de
nuestros estragos personales que nos convocan a ser útiles, protagónicos, a involucrarnos
denostadamente, mientras el gobierno ni se inmuta, en estos y otros temas con
el bagaje de conocimientos y experiencia adquiridos en el ejercicio de nuestras
funciones institucionales y/o de nuestras pasiones académicas que sentimos
inutilizadas y destruidas por un gobierno que al raspar la olla también
entendió que la “hegemonía” implicaba arrasar con la vida profesional y
personal de quienes los adversaban. Ese ha sido el trato y esa la realidad.
¿Qué hacer a
todas estas? Sin estrategia común de la oposición no hay posibilidades de
cambio en Venezuela. Oposición archipiélago. El gobierno de Juan Guaidó debería
convocar a todas las fuerzas dispersas que adversan al gobierno y ponerlas a
trabajar en un mismo sentido y con un propósito en común. Eso es gobernar.
El tema de
la reclamación y defensa de nuestro Esequibo podría constituirse en un espacio
político, coyuntura ideal, en el que toda la oposición coincida, se una y actúe
al unísono. Pudiera ser un primer paso. La creación de un vínculo afectivo con
la población más que un asunto de personalismos y estrellatos. Una acción que
lleve a la otra y así… Una esperanza, quizás, quién sabe.
Leandro Area
Pereira
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