RETRATO HABLADO
JEAN MANINAT
Quienes lo siguieron -y lo siguen- con el fervor de miembro de secta milenarista y apocalíptica no pueden creer que su redentor individual, y el de su país, habrá de abandonar la Casa Blanca a pesar de sus designios para permanecer en el poder contra viento y marea democrática.
Algunos, todavía patalean y anuncian que su líder sabrá revertir los acontecimientos y saldrá ganador de la contienda a última hora, gracias a su tenaz voluntad -y astucia- para vulnerar toda regla democrática de convivencia y el check and balances entre los poderes que caracteriza a la democracia norteamericana. “No chamo, el bicho no come con eso”.
Durante su mandato quiso socavar la institucionalidad democrática, despreciar las formas democráticas, dinamitar la convivencia, y fracturar las alianzas internacionales arduamente tejidas desde el siglo pasado con quienes eran socios tradicionales de EEUU y defensores de la sociedad libre y democrática en el mundo. A su paso iba detonando explosivos tweets y resquebrajando la confiabilidad y prestigio de todo aquel que se le opusiera. Y tuvo éxito en la empresa, fue aplaudido a rabiar por sus seguidores y temido por sus adversarios. El Great Old Party (GOP), el Partido Republicano, se le entregó de manos atadas rendido ante su popularidad.
Como todo autoproclamado salvador, señaló a un grupo humano de ser el portador de las desgracias y perversiones de su sociedad y promovió las medidas profilácticas para contener a los intrusos y sus malos hábitos. Los señalados fueron los mexicanos y por extensión los “latinos”, brown people, violadores y malhechores de nacimiento que había que contener con un muro infranqueable… su propia Muralla China. Más aplausos y los “fuera, fuera”, voceados con cólera en la plaza pública.
Sus contendientes geopolíticos se convirtieron en aparentes cómplices, a sabiendas de que su labor disruptiva los favorecía y su ausencia de sindéresis en política internacional les permitiría reforzar su influencia en importantes zonas ahora en disputa. Potencias menguantes pero armadas, y autoritarismos pobres nostálgicos de su pasado imperial, empezaron luego a cacarear como gallos envalentonados fuera de sus corrales. Y la gran potencia económica asiática se terminó de plantar en el mundo como la otra referencia imposible de pasar por alto. El tigre era de papel.
En esta región a la buena de Dios. Hubo gobiernos que se lanzaron a su vera, creyendo que cubiertos por el resplandor de su influencia algo se les pegaría de su proclamada grandeza. Y en la pequeña comarca de resonancia veneciana hubo quienes amarraron sus destinos políticos a quién parecía imbatible y se quedaron con las alpargatas hechas para bailar el joropo que tanto habían augurado. El dado en la noche linda no les devolvió ni un coroto.
Ahora tiene que irse, irremediablemente, pero deja atrás una sociedad diezmada por su manejo de la pandemia, a la que supo manipular exacerbando diferencias que pudieron haber sido resueltas mediante un diálogo cívico y democrático. Su intento por fracturar la república no tuvo éxito, la fortaleza de la institucionalidad democrática en EEUU prevaleció, pero como sabemos desde Camus, el bacilo de la peste no desaparece, si acaso inverna…
(Regresamos en enero. Muchas gracias por la lectura y felices fiestas).
@jeanmaninat
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