viernes, 18 de diciembre de 2020

ÚLTIMO EDITORIAL DEL AÑO-CEPYG UCAB


               BENIGNO ALARCÓN


 “Un régimen democrático es instalado, no por tendencias, sino por personas. Las democracias son creadas, no por causas, sino por causantes”. (Samuel Huntington, 1991)


Hoy, cuando nos toca despedirnos hasta el 2021, quisiera compartir con Ustedes, quienes nos han acompañado a lo largo del 2020, un año atípico, unas breves reflexiones.

El 2020, sin lugar a duda, será recordado como uno de los años más difíciles de la humanidad en varias décadas, especialmente para quienes vivimos en Venezuela. Un año en el que para muchos se esfumaron las expectativas y esperanzas que crecieron de manera desenfrenada a partir de enero de 2019, cuando la principal potencia internacional, los Estados Unidos, se alineaba con un joven líder del Movimiento Estudiantil de 2007, para ese entonces estudiante de la UCAB, Juan Guaidó, quien era elegido presidente de la Asamblea Nacional, y luego Presidente Interino para llenar el vacío de poder que implicaba el desconocimiento de la elección de Maduro en 2018.

Un año en el que, en medio de una crisis política sin precedentes, se continúan agravando todas las condiciones de las que depende el bienestar de la gente. La economía se derrumba, nuestro entorno social se desintegra entre seres queridos que perdemos, amigos que deciden emigrar para buscar un futuro, ellos en un lugar y sus hijos en otro, y un hábitat que se torna cada vez más hostil por la ingobernabilidad, el colapso de la economía y de todos los servicios públicos, y la pérdida del valor del trabajo que nos presiona a todos, pero en especial, a los más vulnerables.

Como comentábamos en el editorial anterior, el escenario para 2021 no luce esperanzador. Todas las tendencias indican que la autocratización cobrará fuerza, gracias a una mayor concentración de poder por parte del régimen liderado por Maduro, mientras el país se estabiliza en un foso, en el que la emergencia humanitaria comienza a transitar desde un estado complejo hacia uno catastrófico, como lo refleja la tragedia de los náufragos de Güiria, que es la punta del iceberg, o sea, lo que podemos ver de una realidad social que muchos aún se niegan a reconocer.

A esta crisis se suma, por si fuera poco, la pandemia que continuará acechándonos durante buena parte del 2021, y que será instrumentalizada políticamente por el régimen, como lo hizo durante 2020, que seguramente decretará una cuarentena estricta, no solo por razones sanitarias sino de contención política, a partir de la primera semana de enero, tiempo en el que se producirá la instalación de la nueva Asamblea Nacional con los diputados que participaron en el proceso del pasado 6 de diciembre, mientras se continúa avanzando en retomar el control de todas las instituciones, lo que incluye tanto a los funcionarios no electos que serán escogidos por el nuevo Parlamento, controlado en un 90% por el oficialismo, como los que serán electos en las elecciones regionales y municipales del venidero año.

Sin embargo, en medio de toda la oscuridad que ha traído el 2020, encontramos razones para la esperanza. Hoy son más las personas en el mundo, pero también en Venezuela, que hemos pasado más tiempo (física y virtualmente) con quienes nos importan, y hemos tenido más tiempo para reflexionar sobre lo verdaderamente trascendente en la vida. Hoy son más los padres que han encontrado momentos para caminar de la mano con sus hijos; las familias que han tenido que apoyarse incondicionalmente para salir adelante; las miles de empresas y organizaciones, como nuestra universidad, que se han mantenido abiertas y funcionando, contra todo pronóstico, apostando a un futuro que nos ha costado mucho y por el que trabajamos, y que algún día alcanzaremos. Asimismo, en horas complicadas hemos encontrado la solidaridad en los rincones más remotos y en las formas más diversas. También hoy son más los venezolanos que están conscientes de que no tendrán futuro ni presente mientras no haya cambio en lo político. En pocas palabras, hoy somos más quienes hemos ganado una mayor conciencia sobre lo que queremos y valoramos.

En momentos difíciles siempre habrá quienes tengan la tentación de aislarse, de encerrase en su círculo familiar o social más íntimo, e ignorar el dolor ajeno en una especie de ostracismo que busca salvaguardar lo que nos es propio, nuestra familia, nuestros bienes, nuestra supervivencia; pero nadie es autosuficiente ni sobrevive por sí solo, y mucho menos en condiciones como éstas.

Cuando uno ha tenido la oportunidad de acercarse y trabajar con comunidades pobres, lo primero que se aprende es a admirar su capacidad de participación y organización, y es que la participación y la organización en estas comunidades no es un asunto de voluntarios con tiempo libre, es un asunto del que depende la existencia misma.

En el 2021 hay muchas cosas que debemos cambiar, pero el primer paso hacia el cambio del país comienza por nosotros mismos. Venezuela nos necesita, necesita de la participación organizada de todos y cada uno de nosotros, como ciudadanos. De ello dependerá nuestra existencia misma.

Parafraseando de alguna manera la afirmación de Samuel Huntington, con la que iniciamos este editorial, no permitamos que las dificultades que se proyectan para 2021 nos derroten, y recordemos que restablecer la democracia no es un tema de tendencias, sino de lo que nosotros seamos capaces de hacer, porque las democracias son creadas, no por causas, sino por causantes.


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