Las cúpulas podridas
Paulina Gamus
Todos los regímenes autoritarios basan su aspiración de dominio absoluto en incentivar el odio contra sus oponentes reales o imaginarios. Podemos empezar por la Inquisición española o ir mucho más atrás, pero no es necesario viajar tan lejos. Comencemos por Adolfo Hitler y su ascenso político en la Alemania de 1933. Su objetivo de lograr la adhesión absoluta del pueblo alemán lo obtuvo creando la figura de la raza aria superior a todas las demás, y de las razas inferiores, comenzando por los judíos y luego eslavos, para seguir con los homosexuales, artistas degenerados y personas discapacitadas.
Siempre es importante recordar que la demencia de un individuo, transformada en fanatismo y locura colectiva, causó la muerte no solo de seis millones de judíos, como el grupo humano perseguido y aniquilado con mayor saña, sino también de 50 o 60 millones de personas, según las cifras menos pesimistas.
Stalin asesinó a millones –quizá más que Hitler– mediante las subsiguientes purgas contra «trotskistas», «enemigos del pueblo», «imperialistas», «derechistas» o «traidores a la madre patria». Su discípulo más aventajando, Fidel Castro, bautizó como «gusanos» a todos aquellos que se opusieron a su dictadura y huyeron de Cuba. En 1994, ocurrió en Ruanda la matanza de un millón de tutsis a manos de los gobernantes hutus. Estos utilizaron los medios de comunicación, pancartas y toda clase de medios publicitarios para llamar «cucarachas» a los tutsis, quienes debían ser aplastados como tales. Y así fue. Llegamos así a esa especie de fenómeno telúrico o error de la naturaleza, llamado Hugo Chávez. Toda su campaña electoral en 1998 y la etapa siguiente a su toma de posesión en febrero de 1999, estuvieron signadas por las acusaciones de corrupción contra los dos partidos que se habían alternado en los gobiernos de la era democrática, y luego por el insulto al llamarlos las «cúpulas podridas».
Más adelante, cuando ya había logrado la adhesión de una parte importante de la población, los adversarios pasaron a ser «escuálidos». Por suerte y gracias a la idiosincrasia venezolana, esa despectiva calificación no llegó a mayores y hoy nadie la recuerda. A fin de cuentas, en estos momentos, el 90% de los venezolanos somos escuálidos en el sentido más amplio y al mismo tiempo literal del término.
La convicción del 56% de electores que votaron por Chávez en diciembre de 1998, era: 1º que los gobiernos de Acción Democrática y Copei fueron muy corruptos y así mismo lo eran todos los dirigentes y hasta militantes de esos dos partidos. 2º Que la misión y propósito fundamental del nuevo gobierno y del hombre nuevo chavista, era acabar con la corrupción e iniciar una era de transparencia y honestidad administrativas.
Quizá muchos de los lectores recuerden que, al finalizar el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, por donde uno pasaba y había una enorme edificación o un centro comercial estos eran «propiedad de CAP». Así sucedía con las Galerías Preciado, en Madrid, con el Centro Comercial Ciudad Tamanaco de Caracas y pare usted de contar. De su segundo gobierno, el acto de supuesta corrupción por el que fue enjuiciado y obligado a dejar la presidencia, fue el fallido intento de ayudar a la elección de Violeta Chamorro, en Nicaragua, con 17 millones de dólares. ¿Era rico CAP ? Vivió sus años de exilio en Miami en el apartamento de un amigo. Nunca tuvo otra propiedad que no fuera su casa de Oripoto en la que hoy vive su familia en estado de necesidad extrema. No tienen siquiera un vehículo para las diligencias más urgentes.
¿Fue rico Luis Herrera Campíns? Sus vecinos de Santa Eduvigis, en Caracas, lo veían con su carrito haciendo sus compras en el supermercado más cercano. Le robaron su viejo automóvil y no pudo comprar otro.
Es obligante reconocer que a la sombra de estos dos presidentes hubo funcionarios y negociantes que se enriquecieron, pero sus actos ilícitos jamás llegaron a los niveles de caída y mesa limpia de quienes han gobernado en estos últimos 22 años. Mientras ellos y sus descendientes exhiben con descaro sus fortunas mal habidas, un dirigente copeyano como Pedro Pablo Aguilar, quien ocupó altas posiciones en los 40 años de democracia, ha tenido –a sus 91 años de edad– que permanecer en la sala de emergencia de una clínica privada por no tener cómo pagar su ingreso a la misma. Otro importante dirigente, pero de AD, tuvo que vender su automóvil para subsistir unos tres o cuatro meses. La canallada de la mafia gobernante continúa con un afán de venganza contra los ancianos exdiputados y exsenadores de partidos políticos que ya apenas existen. Después de someterlos durante largo tiempo a la humillación del salario mínimo, decidieron aprobar un mísero emolumento de 120 dólares mensuales. Pero unos 40 jubilados, casi todos de AD, han sido excluidos de esa asignación.
¿Cúpulas podridas? Existe solo un país (salvo quizá el caso de Afganistán) en que sus gobernantes y enchufados se han robado miles de millones de dólares hasta dejarlo en la ruina y han destruido todo lo que no pudieron robarse: Venezuela bajo la tiranía chavo-madurista.
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