Negociar para salvar a Venezuela
Trino Márquez
Después de más de dos décadas de confrontación entre el
proyecto hegemónico chavista y las fuerzas democráticas, hay cansancio y hastío
en la población. La gente siente la necesidad de que se produzca un encuentro
transparente entre el gobierno y la oposición. Son muchos y graves los
problemas causados por el afán continuista del régimen. Venezuela ha sido
arrastrada por procesos desconocidos desde que se estabilizó como nación a
comienzos del siglo XX. La caída del producto interno bruto, el cierre de
empresas, el aumento del desempleo, la informalidad y la pobreza, el colapso de
los servicios públicos y el éxodo masivo y constante hacia los países vecinos y
más allá, no tiene antecedentes en América Latina y el mundo en períodos del
paz. Es comprensible que los ciudadanos quieran que se logre una tregua
permanente que permita enderezar los planos y darle al país la oportunidad de
crecer de forma continua por un largo período.
Las cifras de los estudios que conozco muestran ese deseo. Destaco
los datos de Consultores 21, de
las empresas que mejor recogen esa aspiración.
Su más reciente estudio, que abarca el segundo
trimestre de este año, señala que 49% de los venezolanos está de acuerdo con una negociación en torno
de los temas más acuciantes de la realidad nacional. Los puntos de la
negociación deberían ser: un nuevo CNE, liberar los presos políticos,
elecciones libres en todos los niveles, aprobación de una ley de amnistía que
traiga sosiego y levantar las sanciones para que Venezuela sea parte armónica
de la comunidad internacional.
En
el sector chavista, 64% piensa que el gobierno debe negociar para buscarle
salidas a la situación nacional. Esta cifra disminuye entre los opositores: 51%
indica que debe negociarse con el gobierno. Entre los adversarios del régimen, 23%
sostiene que debe discutirse y presionar al mismo tiempo al gobierno en la
calle. 57% del país está de comparte el Acuerdo de Salvación Nacional. Entre
los opositores, este respaldo aumenta a 87%. En los chavista se reduce a 16%.
Ese
deseo de la mayoría de los venezolanos fue recogido por la oposición que decidió
sentarse con los representantes de Nicolás Maduro en México, con el fin de
firmar el Memorando de Entendimiento, documento que en siete puntos reúne
algunos de los aspectos cruciales de la situación nacional.
Frente
al acercamiento entre el gobierno y la oposición existe un optimismo razonable
y lógico porque a ningún pueblo le gusta vivir bajo el asedio de la crisis
permanente. Ninguna comunidad opta de manera consciente por el martirio. Los
pueblos que han vivido en democracia y conocen la prosperidad, como fue
Venezuela en el pasado reciente, aspiran
a recuperar el bienestar del cual una vez disfrutaron.
Junto
a esa esperanza convive el escepticismo de una sólida franja de compatriotas
descreídos porque el régimen que se instaló hace veinte años en Miraflores ha pulverizado
en varias oportunidades las posibilidades de llegar a acuerdos estables. Conviene
recordar lo ocurrido en Oslo, en República Dominicana y en Barbados para no
perder el realismo en las discusiones. Pero también hay que conocer lo sucedido
en Polonia y Checoslovaquia cuando dominaban los comunistas, o en Chile cuando
gobernaba Augusto Pinochet, para estar
conscientes de que los regímenes autoritarios, por infranqueables que parezcan,
siempre poseen fisuras que pueden ahondarse. Rupturas abruptas de las conversaciones, como las provocadas por el
gobierno de Maduro, suelen producirse cuando el bloque dominante no siente
amenazada su existencia debido a que el
adversario aún se muestra demasiado débil.
Esta
vez la oposición fue a México en un cuadro internacional más favorable que en oportunidades
anteriores. Estados Unidos recuperó la iniciativa diplomática. La amarga
experiencia con los talibanes debe de haberle mostrado a Biden que los aliados
débiles no deben ser abandonados a su propia suerte, menos cuando se encuentran
en sus propios predios. La situación de Cuba es desesperada. Su papel como
soporte de Venezuela resulta cada vez más frágil. La isla requiere con urgencia
que los norteamericanos al menos le atenúen
el embargo. El coronavirus y las sanciones han develado la miseria en la
que ha vivido desde hace sesenta y dos años, sólo que estuvo encubierta por las naciones que le brindaban apoyo
incondicional. El comportamiento despótico de Daniel Ortega ha alertado al
continente. No es saludable otro sujeto como ese en el continente. Resulta muy
mal ejemplo. La otra figura negativa es el señor Pedro Castillo. La región mide
sus pasos. Los primeros no han sido alentadores.
En
el plano interno, las sanciones del gobierno norteamericano han erosionado a
Maduro. Los chinos y los rusos preferirían asociarse con gobiernos que mantengan relaciones cordiales con la
primera potencia del mundo. Ya Venezuela no posee el atractivo que antes tuvo.
Ni siquiera puede considerarse una potencia petrolera. No es imprescindible ni
dentro de la OPEP.
El
nuevo marco global puede ser aprovechado para discutir los temas de la agenda,
definir un calendario electoral razonable y, por qué no, establecer el
referendo revocatorio para 2022. Ya veremos la talla de nuestros
negociadores.
@trinomarquezc
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