domingo, 13 de enero de 2019

Contra la usurpación 

Ramón Peña  

Dos caminos se abren a partir del próximo diez de enero, el primero, la usurpada prórroga de un Estado abusivo – comprimido en un poder único- que estructura sus decisiones sin consideración alguna por los derechos humanos, con una legalidad que es una ficción unilateral y cuya ética no es más que una conducta delictiva encubierta en un teatro de mentiras. Es el residuo vil de lo que hace dos décadas fuera un proyecto de revolución; una fábula cruel, corrupta, que ha liquidado todo progreso en salud, educación, infraestructura, incapaz de garantizar la seguridad personal de sus ciudadanos y causante de dramática penuria alimenticia. Seis años más bajo la férula de este Estado que, por primera vez en nuestra historia, reúne las condiciones de Forajido y Fallido, es sencillamente una condena indefinida a la miseria. La segunda opción es emprender la vía hacia la restauración de la institucionalidad democrática. Senda indudablemente ardua frente a un establishment sustentado en la complicidad del poder militar. Difícil entender que ante una perspectiva semejante no fuese ya palmaria la cohesión entre nuestros partidos democráticos, sus dirigentes, las organizaciones de la sociedad civil, gremios y sindicatos, para armar una estrategia común e impedir el enquistamiento del azote gobernante. Más difícil aun es comprender cómo el divismo y el tribalismo han subordinado a sus propósitos particulares el interés de la sociedad entera, sembrando escepticismo y resignación en el colectivo. No superar estos desatinos sería imperdonable ante la historia y ante los demócratas del mundo que nos apoyan y esperan de los venezolanos una reacción a tono con la crudeza de nuestro drama.

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