LUIS VICENTE LEÓN
Los acontecimientos que estamos viviendo en este momento sin duda representan una oportunidad para la oposición, luego de mucho tiempo en el desierto. No se puede decir que estamos inevitablemente al borde de un cambio, pero sí que se está creando un momentum de peligro nuevo para Maduro y tendrá que medir fuerzas en condiciones menos ventajosas que en el pasado.
Por una parte, el entorno está signado por la crisis y por la otra, la posición internacional ha sido contundente contra el nuevo gobierno calificado de ilegítimo. Es evidente que las sanciones, especialmente personales, seguirán creciendo y amenazando la unidad interna del chavismo, pero faltan los platos principales: la articulación de la oposición en torno a un líder y el apoyo militar.
Sobre la primera, el 10 de enero representa la oportunidad de crear estímulos para la unidad opositora, coincidiendo con el nombramiento del nuevo presidente de la AN, un actor desconocido, joven y fresco que ha generado nuevas esperanzas. Por ahora, sólo puede verse una unidad superficial, pues se mantienen las graves diferencias entre los grupos clásicos de la oposición, pero al menos se abren algunos espacios de diálogo y trabajo.
Las intervenciones de Guaidó sobre el tema de asumir la presidencial interina han sido deliberadamente ambiguas. Por un lado dice que la AN tiene el derecho de tomar las funciones de la presidencia, pero no se juramenta como presidente interino, probablemente evitando la cárcel, sin estar seguro que eso produciría el colapso del gobierno. Sin embargo, la ambigüedad le funciona (a corto plazo) para poner sobre el tapete un tema clave: se necesita la unidad opositora cívico-militar para que su juramentación no sea sólo un acto simbólico sino que pueda en realidad controlar el poder. Para elevar al máximo el costo del mantenimiento de Maduro se necesita un país completo dispuesto a defender sus derechos y presionar el cambio y la negociación política. De lo contrario terminará en más frustración. Pero para eso se requiere también el segundo plato: la presión militar y su posible desmarque de Maduro, lo que no luce claro, dentro de esa caja negra.
Guaidó está buscando una arista interesante hablando de amnistía, buscando con esto bajar los costos de salida del gobierno, condición indispensable para el éxito. El tema está tomando forma y caló incluso en algunos radicales, pero está aún en pañales.
Finalmente está la expectativa de acción de Trump. Algunos esperan que el gobierno americano reconozca a Guaidó, se juramente o no y eso le quite a Maduro el control de los activos nacionales en el exterior, incluyendo Citgo. La AN emitió un comunicado donde trata de asumir las funciones presidenciales de manera colegiada, quizás para proteger a Guaidó. Pero eso no luce muy efectivo, pues no sería un poder reconocido por las legislaciones extranjeras y una decisión de congelamiento de bienes en el exterior dejaría esos activos en el limbo hasta que se resuelva el tema formal del Poder Ejecutivo.
Aquí estamos entonces, con la oposición dividida pero con más vínculos y lazos de discusión. Guaidó construyendo un liderazgo, todavía débil e incierto, pero prometedor. EEUU hiperactivo buscando acciones para presionar a Maduro y apoyar a la oposición y Maduro tratando de minimizar a Guaidó, no convertirlo en un mártir, ni en un héroe, pero dispuesto a hacer lo que sea contra sus enemigos y consolidando sus alianzas con Rusia y China.
Es un momento de riesgo para Maduro, pero difícil y complejo también para la oposición, que no parece estar todavía a punto de medir fuerzas y ganar. El problema es que cuanto más se demore, más difícil será mantener el ánimo, la esperanza y la unidad.
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