VENEZUELA: “RESETEO” POLÍTICO
Emilio Nouel
No me cabe la menor duda de que los venezolanos seguimos
viviendo momentos bien complicados y quizás cruciales.
A los que veíamos desde finales del 2018 al 10 de Enero como una
fecha clave, los acontecimientos que se han desencadenado en los días que
corren vienen a confirmar nuestras conjeturas.
En noviembre, con diversos actores de la sociedad civil,
habíamos comenzado a instar a quienes quisieran oírnos a que nos preparáramos
con tiempo para el importante evento que se avecinaba. Que no era otro que el
final del mandato de Maduro, sin que se hubieran realizado elecciones de
conformidad con la Constitución y las leyes de la República.
Situación inédita, por cierto, que nuestro ordenamiento
jurídico no contempla.
Porque el tan mentado artículo 233, a mi juicio, no es
aplicable en la situación de hecho que tenemos enfrente, sino a otras
circunstancias en un entorno de normalidad institucional.
Y este asunto solo lo menciono sin ningún ánimo
de entrar en polémica con algún jurista, ni
sumergirme en discusiones de formalismo jurídico a las que son muy dados
los abogados, toda vez que creo que el problemón que tenemos encima es más bien
de naturaleza política, aunque en la hora actual, se puede echar mano del
artículo 333 de la Constitución y con toda propiedad.
Dicho lo dicho, no queda otra que subrayar, a estas alturas
del partido, lo que ha sido planteado como ruta política por la Asamblea
Nacional, única institución con legitimidad popular y constitucional, para
salir de la calamidad política que en mala hora se abalanzó sobre el país.
Está claro que lo primero es ponernos en acción para
concretar el fin de la usurpación de la presidencia de la República que se ha
consumado, lo cual, obviamente, no es una menuda tarea.
Esta implica poner en práctica un plan de movilización
combinado de fuerzas políticas y sociales nacionales e internacionales que presionen
al régimen de facto establecido a apartarse o lo obliguen a negociar una salida
eficaz y satisfactoria, todo en un ambiente que esperamos sea pacífico.
Por lo pronto, ya la Asamblea ha sancionado importantes
instrumentos que apuntan a aquel primer objetivo.
Solo cumplido ese objetivo se podrá pasar a las otras fases
del plan (gobierno de transición y elecciones libres); las más lógicas en todo
proceso de esta naturaleza.
De allí que nos toque a todos los venezolanos que anhelamos
recuperar la democracia y las libertades, dar un paso decisivo al frente para
que tal camino sea recorrido en el más breve tiempo, sorteando o impidiendo
todo intento de frustrar un curso que ha sido concebido de manera inteligente y
razonable por nuestros representantes legítimos, y que goza del respaldo de las
más importantes democracias occidentales y la Comunidad Internacional.
Obviamente, estos propósitos sólo serán alcanzados en el
marco de la mayor unidad posible de las fuerzas democráticas opositoras,
incluidos los que han ido retirando su apoyo al gobierno.
Maduro está en Miraflores como gobierno de facto, sin ninguna
legitimidad; su soporte, ya sabemos, es el de las bayonetas. Los que absurda
y/o interesadamente, desde una supuesta oposición, le confieren alguna
legalidad al tirano, tengan por seguro destino -si es que ya no están allí- el
tacho de la basura de la historia política de nuestro país. Con políticos
amortizados, por un lado, y por otro, con los delirantes fantasiosos, no se
llegará a puerto.
A la Asamblea Nacional y a quien la preside, el joven
político Juan Guaidó, en estas difíciles circunstancias debemos prestarles nuestro
más resuelto respaldo, en el entendido de que ellos solos no podrán culminar la
tarea sin el concurso activo de todos los venezolanos. El recurso de los
cabildos abiertos con las comunidades es un gran acierto, y está dando
resultados satisfactorios. A esos representantes populares, les demandamos que
mantengan ojo avizor y oídos abiertos al clamor que se levanta a diario desde
nuestras distintas colectividades.
Que ésta sea la oportunidad de recuperar la esperanza y comenzar a transitar un nuevo derrotero de
prosperidad y libertad para Venezuela y, por qué no, de regeneración de la
política. Por ahora, no hay toalla que
tirar
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