El derecho al voto y el principio de Anna Karenina
José Azel
El principio de Anna Karenina se deriva de la oración con la que León Tolstoi abre su libro Anna Karenina:
“Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia
infeliz lo es a su manera”. En esencia, hay más maneras en que una
familia pueda ser infeliz que feliz. El principio, popularizado en el
libro Guns, Germs and Steel de Jared Diamond, afirma que una deficiencia en cualquiera de una serie de factores hace fracasar el esfuerzo.
Por consiguiente, para que un esfuerzo sea exitoso, se debe evitar
cualquier posible deficiencia. Las democracias están sujetas al
principio de Anna Karenina, y el derecho al voto es un factor en el que
se deben evitar todas las deficiencias posibles para que una democracia
sea viable.
Nuestra comprensión moderna del derecho al voto se sustenta en gran
medida en las ideas del filósofo británico John Stuart Mill (1806-1873).
Mill contribuyó grandemente a la teoría política. En su ensayo Sobre la libertad,
Mill aborda los límites de poder que puede ejercer la sociedad sobre el
individuo. Como miembro del parlamento británico, Mill fue uno de los
primeros en pedir el sufragio femenino.
En su texto Consideraciones sobre el gobierno representativo,
Mill presenta una exposición crítica de la participación democrática de
todos los ciudadanos: “No es útil, sino perjudicial, que la
Constitución proclame a la ignorancia y a la sabiduría como iguales para
gobernar al país”. Sin embargo, Mill creía que la democracia podría
superar la participación incompetente de ciudadanos desinformados. Pero
aquí es donde la teoría democrática se vuelve espinosa y discutible.
Aunque Mill desconocía el principio de Anna Karenina, trató de
proteger la democracia negando el derecho de voto a quienes reciben
dinero del gobierno para asistencia social, durante el tiempo que
recibieren apoyo financiero sufragado por los impuestos. Mill razonó que
los pagos de asistencia social crean un conflicto de intereses que
compromete la objetividad de alguien para votar sobre los fondos del
gobierno que proporcionan su propio sustento.
En el capítulo 8, titulado “De la extensión del sufragio”,
Mill escribe: “También es importante que la asamblea que vota los
impuestos…sea elegida exclusivamente por los contribuyentes a esos
impuestos. Hay muchas razones para que los que no contribuyen a los
gastos del país sean derrochadores con el dinero de otros y ninguna
razón para que sean ahorrativos».
Mill advirtió: «en lo que respecta a los asuntos de dinero, cualquier
poder de voto que ellos posean es una violación al principio
fundamental del gobierno libre… equivale a permitirles que metan la mano
en los bolsillos de otros para cualquier propósito que crean de
beneficio público. Considero que…, recibir alivio [del gobierno] debería
ser una descalificación terminante para ese derecho [al voto]”.
Esa descalificación de Mill para los votantes es impensable hoy. En
nuestros tiempos, la definición de «asistencia pública» incluye, no solo
los pagos de asistencia social, sino también programas como Medicaid y
Medicare. Sin embargo, los argumentos de Mill no carecen de mérito
intelectual. Se puede argumentar que, permitir que quienes no pagan
impuestos, o quienes viven del gobierno, voten sobre cuestiones
tributarias, es una violación de los principios democráticos. Tales
votantes son una «quinta columna» que socava la democracia desde
adentro. Desde este punto de vista, invocando el principio de Anna
Karenina, tal derecho al voto es una deficiencia democrática que debe
evitarse para salvar a la democracia.
Sin embargo, los argumentos de Mill comienzan a fallar cuando
consideramos algunas extensiones lógicas. ¿Deberían también ser
excluidos de la votación los empleados del gobierno? Después de todo, a
los empleados del gobierno se les paga directamente con el dinero de los
impuestos. Este es ciertamente un conflicto de intereses. ¿Qué hay de
los contratistas privados que obtienen parte de sus ingresos de los
trabajos del gobierno? ¿Deberían también ser excluidos por razones de
conflicto de intereses?
La democracia es desordenada y no podemos evitar todas las
deficiencias posibles. Necesitamos decidir quién puede gobernar, pero de
tal manera que no seamos mal gobernados. Para esto necesitamos el
derecho al voto generalizado.
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