TRINO MARQUEZ
A la memoria de Emeterio Gómez, buen amigo e intelectual infatigable.
Teodoro
Petkoff solía decir que los gobiernos de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro eran
como los Borbones: ni aprenden, ni olvidan. Tenía razón el agudo Teodoro.
Maduro persiste en unos errores que
desconciertan, no porque de él y la gente que lo rodea no pueda esperarse
cualquier cosa, no importa cuán extravagante, ilógica o disparatada sea; sino
porque regresaron con furia a los controles de precio y a la política económica
represiva, luego de haberse anotado algunos pequeños logros desde que se hicieron
los desentendidos con las regulaciones paranoides. Desaparecieron las largas
colas en los supermercados. Dejaron de utilizarse las humillantes máquinas
biométricas. Aparecieron los productos de primera necesidad y de consumo
masivo. Los anaqueles dejaron de estar poblados sólo de refrescos o de los
productos que abundaban según la ocasión. El mercado negro se blanqueó y los
bachaqueros dejaron de ser el eslabón más importante de la cadena de
comercialización. Las empresas productoras de alimentos agroindustriales y
algunas actividades agrícolas se reanimaron levemente. El año pasado terminó y
este comenzó en medio de una tenue burbuja, que le dio un respiro al régimen,
luego de años de fracasos por los controles inútiles e inconvenientes que
aplicaba. Daba la impresión de que los responsables de diseñar e instrumentar
las políticas económicas habían dejado
de funcionar desde los sótanos del Sebin y habían subido a alguna oficina
ubicada en una terraza a plena luz del sol y bien ventilada.
Ahora vuelven a las medidas compulsivas. La
ocupación de Alimentos Polar, Plumrose y Distribuidora Capital (Coposa),
ubicada en el estado Portuguesa, podría ser el inicio de una nueva jornada de
ataques sistemáticos a la empresa privada. ¿Por qué toman medidas tan
desatinadas si saben que se repetirá la vieja historia de la escasez, el
desabastecimiento, la inflación, las colas interminables y todo el ciclo
infernal que conocemos? ¿Qué impulsa al régimen a perpetrar actos tan
insensatos en medio de un cuadro en el cual los empresarios particulares y los
trabajadores realizan gigantescos esfuerzos por mantener en pie unas fábricas
acosadas por la crisis global desatada por el Covid-19 y por los factores
internos –escasez de divisas, falta de electricidad, gasolina, transporte,
agua- que la agravan?
La respuesta podría ser que el componente
comunista y, en consecuencia, autoritario del gobierno sigue siendo el predominante
y el que dicta las medidas adoptadas por Maduro y su gente más cercana.
Conforman estos una mezcla compuesta de fidelismo, maoísmo y cheguevarismo. La burocracia del Estado posee una autoridad
incuestionable y omnipotente, que le permite dominar las leyes que determinan
la oferta, la demanda y la conformación de los precios. La economía gobernada
por decretos es típica del intervenciosmo,
mil veces fracasado. El dogmatismo estatista no cambia con facilidad. Ni
siquiera los éxitos lo modifican.
Maduro debe de estar pensando que en
Venezuela es posible un estallido social en gran escala, debido al incremento
tan acelerado de los precios en medio de la pandemia y a la caída de los
ingresos petroleros, que le impiden aplicar una política expansiva del gasto
social. Ese temor lo empuja a retornar al viejo patrón del control de precios y
la ocupación de empresas. Las gríngolas ideológicas le impiden ver que esa es
la forma más agresiva de crear un clima de desconfianza, temor e incertidumbre,
factores que conspiran contra la posibilidad de enfrentar con éxito los
desafíos que la actual coyuntura y el futuro plantean. La ocupación de empresas
encalló en el pasado y volverá a seguir la misma trayectoria. Todas las
empresas estatizadas o intervenidas temporal o indefinidamente, han terminado
quebrando y siendo un lastre para el Estado y el país. Allí están la Cantv, Movilnet,
La Electricidad de Caracas. Sidor, Agroisleña, Café Fama de América. La lista
es demasiado larga y preocupante.
Si Empresas Polar, Plumrose y Coposa son
finalmente estatizadas, el país se colocará muy cerca del desabastecimiento
generalizado de los productos que esas firmas fabrican. Ese sí sería un peligro
enorme. Llevaría a la nación a unos niveles de descontento e irritación
difíciles de contener, aunque todo el andamiaje represivo construido por el
madurismo se alinee para someterlos.
Maduro debería corregir la política
económica coercitiva, abrirse al diálogo y a la cooperación con los empresarios
y sindicatos que han logrado sobrevivir. Tendría que restablecer la seguridad jurídica
y los derechos de propiedad. Sería ese un mensaje positivo al país y a la
comunidad internacional, que tanto lo desprecia y aísla. Pero, no lo hará.
Teodoro habría dicho: es como los Borbones.
@trinomarquezc
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