AD, 80 AÑOS
Carlos Canache Mata
Muerto
el dictador Juan Vicente Gómez en 1935, el régimen decidió –para subsistir- que
era necesario vestirse con algunos atavíos democráticos. Supresión de la
persecución política y de la tortura, libertad de presos, regreso de exiliados,
información y opinión en prensa y radio, apertura de organizaciones políticas.
Por el postigo abierto, Acción Democrática entró a la historia y comenzó su
andadura vital.
En
alguna otra celebración aniversaria partidista, dije que Acción Democrática no
fue fundada sino descubierta por Rómulo Betancourt, porque ella ya existía en
el alma del pueblo venezolano, palpitaba agazapada en la entraña de la realidad
nacional. Tuvo su preanuncio cuando un
grupo de exiliados suscribió el 22 de marzo de 1931 el Plan de Barranquilla, en
la ciudad colombiana de ese nombre, que concluye con el compromiso de los que
lo firman, una vez desaparecida la dictadura gomecista, “a ingresar como
militantes activos en el partido político que se organizará dentro del país
sobre sus bases”. La forma embrionaria, oculta, se mantuvo clandestina, con el
nombre de PDN (Partido Democrático Nacional), durante el gobierno del general
López Contreras. Dos circunstancias se presentaron para que ocurriera después
el parto del descubrimiento, para que
saliera a la superficie la aurora del nacimiento. Una circunstancia
internacional: había un ambiente favorable al establecimiento de la democracia
–que se extendió a los países latinoamericanos- porque en 1941 se estaba en plena Segunda
Guerra Mundial, que era la lucha entre la libertad y la tiranía que encarnaba
el eje nazi-fascista. Y una circunstancia nacional: en ese año de 1941,
Venezuela estaba abocada al problema de la sucesión presidencial, que creó la
ocasión propicia para que se lanzara la candidatura “simbólica” de Rómulo
Gallegos y se permitiera la legalización de partidos políticos. Así fue cómo
Rómulo Betancourt, rodeado de los líderes que lo acompañaban, sacó al partido
que se escondía en el subconsciente
colectivo, en el subsuelo del sentimiento popular, y en un acto, no de
fundación, sino de descubrimiento, se le dió el nombre de Acción Democrática.
Se nos
entregó una democracia incompleta, recortada. Si con Gómez se había detenido el
tiempo durante 27 años, y Mariano Picón Salas
reclamaba que era necesario “darle cuerda al reloj detenido” para que
Venezuela pudiera “entrar al siglo XX”, es indudale que los gobiernos de López
Contreras y Medina Angarita empezaron a darle cuerda al reloj, pero sólo
convirtiendo el tiempo detenido en un tiempo enlentecido en su marcha hacia la
democracia plena. No se puede negar que con López hubo una apertura
democrática, que se profundizó con Medina, pero sin despejar el camino para
que, mediante el sufragio universal, se le devolviera al pueblo venezolano su
soberanía en la escogencia del Presidente de la República y de la totalidad de
Cuerpos Legislativos. Tuvimos –para
decirlo con palabras del historiador Germán Carrera Damas- una democracia como
ejercicio de la libertad, pero no una democracia como ejercicio de la
soberanía.
Haber hecho
de esa democracia inconclusa, una democracia cabal; dar a los venezolanos el
arma del voto sin amputaciones para construir y defender su destino, es uno de
los méritos que con complacencia y legítimo honor puede exhibir Acción
Democrática al estar cumpliendo este 13 de septiembre sus 80 años de vida.
En su
parábola existencial, Acción Democrática se honra con el brillo de otro gran
trofeo: haber iniciado en firme, cuando tuvo en sus manos el poder, el proceso
de modernización del país, no solo en su dimensión política, sino en los órdenes
económico y social, especialmente con una política del petróleo –“vivimos
recostados a una sombra”, dijo Valmore Rodríguez- que culminó con la nacionalización de esa
industria en 1976.
Hoy, en
este tiempo, confrontamos una situación difícil, pero la superaremos.
¡Feliz
cumpleaños, Acción Democrática!
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