El Manifiesto comunista reinterpretado
ELNACIONAL EDITORIAL
En los próximos días se publicará en España una nueva edición del Manifiesto comunista, el influyente texto escrito por Carlos Marx y Federico Engels y dado a conocer por primera vez en Londres, en 1848. La nueva edición en idioma español coincide con el centenario de la fundación del Partido Comunista de España. Podría pensarse que nada hay de especial en esto, pues se trata de un texto de importancia en el plano de la historia de las ideas políticas y sociales. En cuanto a conmemorar la fundación de un partido con un pasado plagado de episodios violentos y aventuras sangrientas, en fin, ¿qué se puede decir al respecto, excepto que todavía quedan por allí personas de ideología marxista, que se niegan a asimilar las lecciones de la historia?
Ahora bien, lo que otorga especial relevancia al hecho que comentamos, y nos lleva a redactar estas notas, es que la edición pronta a alcanzar las librerías españolas contiene un prólogo escrito por Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del actual gobierno español, ministra del Trabajo en el Ejecutivo de Pedro Sánchez, y por si ello fuese poca cosa, flamante militante del Partido Comunista Español, o lo que resta del mismo.
En dicho prólogo la señora Díaz, entre otras hazañas del cinismo, nos asegura que el Manifiesto comunista «nos habla de utopías, encriptadas en nuestro presente», y asegura que en el texto de Marx y Engels «late, hoy como ayer, una tan vital como apasionada defensa de la democracia y la libertad».
Ante semejante desatino, dos diputadas de la oposición democrática, Cayetana Álvarez de Toledo y Pilar Marcos, han remitido a la Mesa del Congreso español, con el propósito de suscitar un debate, la siguiente pregunta: «¿Cómo justifica la vicepresidenta segunda del gobierno su apología de una consigna política que ha causado cien millones de muertos?». El objetivo que se persigue con la pregunta es que Yolanda Díaz, quien es también líder de Unidas Podemos en el Ejecutivo, explique su prólogo y su posición respecto al comunismo. No es ociosa la gestión de las disputas democráticas, aunque es de presumir que no se logrará nada en concreto. No obstante, nunca debe permitirse que se proclamen, sin ser cuestionadas, tan palpables y grotescas distorsiones de la historia como la que pretende unir al comunismo con la libertad, empujando a un lado la estela de destrucción, horror, opresión y muerte que siempre ha dejado y sigue dejando a su paso esa funesta ideología.
Si bien ya vendría siendo hora de acostumbrarse a la estupidez humana, no deja de causar asombro que un miembro del actual gobierno español tenga la ligereza, o más bien temeridad, de asociar la ideología comunista con la libertad y la democracia. Es cierto que el gobierno de Pedro Sánchez es “de izquierdas”, como se dice en estos tiempos, pero sumar entre sus miembros a militantes comunistas, con la cabeza tan llena de basura marxista, nos transporta a los límites del estupor.
¿Se trata acaso de ignorancia? Seguramente ese factor tiene en alguna medida un papel, así como el autoengaño. No olvidemos las estupendas frases de Goethe: “Nadie nos engaña, nos engañamos a nosotros mismos”. Ser marxista en nuestros días, pregonar las presuntas virtudes democráticas y libertarias del socialismo, y de paso reivindicar la utopía comunista como algo positivo, exige una sustancial dosis de autoengaño, una parte importante del cual debemos atribuir a la señora Díaz y sus irrisorias opiniones sobre Marx y Engels.
Sin embargo, creemos que aún más que a la ignorancia y al autoengaño, nos enfrentamos con relación a este y otros casos semejantes a lo que el destacado filósofo y psicólogo estadounidense William James calificó como “la voluntad de creer”, en su magnífico ensayo-conferencia de ese título publicado por vez primera en 1896.
Entre otros temas, James focaliza en su texto la tendencia a creer en algo más allá de toda evidencia, y aún más allá de una comprobada verdad que contradiga nuestras convicciones. Hablamos aquí de un fenómeno que todos conocemos, con mayor o menor intensidad según el caso, un fenómeno que pensamos se hace patente con fuerza en las palabras de la ministra Díaz. A la posible ignorancia que las explica, al posible autoengaño que le induce a encubrir y justificar su cinismo, Yolanda Díaz, orgullosa predicadora de un comunismo que nunca será otra cosa que criminal, se añade, no lo dudemos, la voluntad de creer contra viento y marea, contra la historia, contra el pasado, contra el presente y contra el futuro, al que desde ya se apuesta con imperdonable irresponsabilidad.
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