lunes, 27 de septiembre de 2021

 DICTADURA  IMPRESENTABLE

         Carlos Canache Mata

Todas las dictaduras son imprensentables, pero si además se coronan con el oscuro adorno de unas  relaciones cómplices con el narcotráfico  y  el narcoterrorismo, alcanzan  la  cima del desprecio nacional  e  internacional, con la sola excepción  de los  países con gobiernos de igual prosapia antidemocrática. Ése es el caso del régimen que desde hace más de veintidos años despotiza a Venezuela.

Aquí no hay libertad de expresión, se han cerrado y se siguen cerrando medios de comunicación, se reduce el espacio de los partidos políticos y sus autoridades legítimas se ven obligadas a confrontar  la  pretendida  usurpación de autoridades  asignadas  judicialmente,  se  hostiliza  hasta a las organizaciones no gubernamentales (ONGs), las cárceles se hinchan con presos políticos, han muerto las libertades democráticas que  deambulan insepultas por las calles públicas, se enterró la separación de poderes (¡Ay!, gime Montesquieu desde su tumba), la Constitución  y  las  leyes son papel mojado postrado a los pies de la arbitrariedad. El doctor Ramón  Escovar  León  registra  la tragedia  que  azota al país  y  señala  su  causa  en  artículo  que  publicó en El Nacional del día 14 de este mes de septiembre: “…Una demostración de que en Venezuela  no  hay  Estado  de  derecho  es que nuestro  país  se  encuentra  en  el último  puesto  del  índice  de  Estado  de  derecho  publicado  por la organización World Justice Projec (WIP). Y ello porque el Poder Judicial está altamente  sometido  al  grupo  que  controla el poder  y  sus sentencias carecen de credibilidad”.  Por su parte, el doctor Víctor Rodríguez Cedeño, al referirse a la necesaria reinstitucionalización de la justicia, expresa: “…Reestructurar el sistema implica, entre otras, la constitución inmediata de un Tribunal Supremo de Justicia independiente, integrado por profesionales  capaces,  honestos,  liberados  de las órdenes  y  de  las  presiones  políticas a las que  ha  estado  sometido  el  actual  tribunal,  convertido en el brazo ‘judicial’  de la dictadura para perseguir  y  castigar sistemáticamente  a  la  oposición y a la disidencia”. Solo así pasaría a ser  árbitro  de  los  conflictos  de  la sociedad  venezolana  y  no guardia al servicio del Estado  pretoriano que usurpa el poder en nuestro país.

Como es sabido, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU creó en el año 2019 la Misión Internacional Independiente de Determinación de Hechos sobre Venezuela para investigar las acusaciones de violaciones de los derechos humanos (torturas, violencia sexual, tratos crueles)   contra opositores del régimen que preside Nicolás Maduro, acusaciones soportadas en medios de prueba manipulados o sembrados; fue precisamente esa Misión la que presentó el pasado jueves 16 de septiembre  su  segundo  informe,  de 212 páginas, acerca  del cual Marta Valiñas, la presidenta  de  la  Misión,  dijo: “ Según nuestra última investigación  existen  motivos  razonables para  creer  que  en  razón  de  una  presión  política  que  fue  intensificándose,  los  jueces, las  juezas  y  las y los  fiscales  han  desempeñado, a través  de sus  actos y  omisiones, un papel importante en graves  violaciones  de  derechos  humanos  y  crímenes  cometidos  por diversos actores del Estado en Venezuela”.

También es muy grave que en ese informe, punto 73,  de la Misión de la ONU, se reproduzca, a manera  de  confirmación,  el testimonio  de una víctima que informó a un tribunal venezolano que  durante  la sesión  de  interrogatorio  fue  asfixiado, lo  que  originó que  fuera trasladado a un  hospital  militar  para  ser  reanimado,  y  que “funcionarios de la DGCIM  le señalaron que aplicarían  el ‘Sippenhaft’… algunos  funcionarios  de  la  DGCIM  fueron  posteriormente a su casa y arrestaron a sus dos hermanas y a su cuñado”. ¿Qué es el Sippenhaft?  Una práctica de castigo colectivo  que  utilizaban los nazis  contra familiares  y  amigos  del  disidente  acusado  de un presunto  delito,  como forma  de  presión  para  obtener  confesiones. En el informe de la Misión de  la  ONU se  evidencia que  ese  procedimiento nazi, totalitario, lo aplica  la dictadura venezolana, tal  como  también  ha sido  denunciado,  con  la presentación  de  casos concretos, por los medios de comunicación del país.

Se tiene  al  totalitarismo  como  un  fenómeno  característico  del  siglo  XX, aunque  diversos autores  citan como antecedentes  históricos,  el dominio absoluto de los espartanos sobre los ilotas  en  la  antigüedad  griega, la  época  de Diocleciano  con su  régimen  corporativo  en  el Imperio  Romano,  la existencia  del  que se llamó despotismo oriental en Asia, y  la dictadura teocrática de  Calvino  en  Ginebra  que  tuvo su mayor  desarrollo desde 1555 hasta 1564. El totalitarismo moderno  surge, en el siglo pasado, sobre la base de  ideologías  conservadoras,  como  el fascismo  o  el nazismo, liderados por Mussolini y Hitler, respectivamente, o sobre bases  revolucionarias o de izquierda, como la dictadura soviética de Stalin.

Pero,  en  todos  los casos,  el  totalitarismo  recurre   al  terror,  que  forma parte  de  su  ser,  de  su  naturaleza.  Se  ha  señalado  “la utilización  del  terror como verdadera  esencia  del  totalitarismo  en  cuanto  sistema de gobierno”.  Así  lo apunta, en sus conclusiones, Hannah Arendt  en  su libro  “Los Orígenes del Totalitarismo” (1951),  del cual no  puedo  hacer la cita textual  porque  el  ejemplar  que  tenía  en  mi  biblioteca  se  lo regalé,  poco antes  de  su muerte, a  mi amigo Pompeyo Márquez, sí, a Pompeyo  Márquez,  quien  al final de su tránsito vital  fue  autocrítico de la actuación guerrillera del Partido Comunista  de  Venezuela,  en cuyas filas militó.

Entretanto,  después  del  informe  acusatorio   de la Misión de la ONU, que  deja al desnudo el talante totalitario de un régimen que recurre al terror policiaco del ‘sippenhaft’ nazi, los democraticidas de manos ensangrentadas  refugiados en  el Palacio de Miraflores  continúan  escribiendo  órdenes  que aumentan  su propio  prontuario, y  los venezolanos,  envueltos  con  la bandera  de  la “solidaridad  del  martirio”  de  que  habló   Albert  Camus, seguiremos  en  la resistencia y  en la lucha.

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