6D: ¿VOTAR O NO VOTAR?
TRINO MARQUEZ C.
Pasadas las elecciones norteamericanas -que Donald Trump insiste en enrarecer inventando fraudes que solo existen en su imaginación y poniendo en peligro el complejo sistema federal de Estados Unidos- hay que volver a ocuparse de los comicios parlamentarios del 6 de diciembre. La campaña comicial comenzó el 3 de noviembre, el mismo día de las votaciones estadounidenses. Muy poca gente se ha interesado en esa cita. Debe de haber un grueso sector de la población que ni siquiera sabe que las votaciones fueron convocadas. La gente está ocupada en resolver los numerosos y graves problemas cotidianos que la acosan. Con una inflación desbordada en los alimentos, y sin electricidad, agua, bombonas de gas, gasolina, transporte público e Internet, resulta muy difícil que los ciudadanos se sientan atraídos por la elección de un cuerpo legislativo, al cual el Ejecutivo Nacional y el Tribunal Supremo de Justicia le amputaron sus miembros cuando la oposición obtuvo la mayoría absoluta.
No es necesario ser politólogo para saber que en un país dominado por una autocracia afincada en el poder de los uniformados, de los grupos paramilitares y del TSJ, alcanzar la mayoría en el Parlamento no es suficiente para modificar la correlación de fuerzas, y cambiar el cuadro que corrija las políticas públicas e introduzca los ajustes que alienten la recuperación económica e institucional de la nación. Ya esa mayoría se alcanzó con comodidad en 2015, cuando la unidad opositora logró quedarse con dos tercios de la Asamblea Nacional. Esa victoria glamorosa sirvió para que el Parlamento pasase a ser dominado por los demócratas, pero también para que se evaporara la relevancia institucional desde la perspectiva democrática e institucional. Ni siquiera el Presupuesto Nacional es aprobado en esa instancia. Tampoco pudo exigirles cuentas a los ministros y otros miembros del tren ejecutivo. El reconocimiento internacional de la actual AN y del liderazgo de Juan Guaidó, aunque importantes, no ocultan el secuestro del Poder Legislativo
Lo único que le ha dolido al régimen es que la AN no le haya aprobado los tratados o convenios internacionales, que le habrían permitido endeudarse mucho más de lo que ya está. Esa competencia aparece en el artículo 187 de la Constitución. Darles algún viso de legalidad a los eventuales futuros convenios, es tal vez la razón por la cual Maduro tiene tanto interés en que esas elecciones se realicen cuanto antes. Pero, no creo que el dominio de la nueva AN lo ayude demasiado. La Unión Europea ha dicho en repetidas ocasiones que no avala esa convocatoria. Estados Unidos ha sido más categórico aún. Los organismos financieros internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo, que siguen las instrucciones de los gobiernos que los integran, difícilmente auxiliarán al gobierno de Maduro. Gran parte de esos gobiernos rechazan, por ilegítimos, la realización de esos comicios. Maduro seguirá obteniendo el respaldo de Rusia, China, Irán, Turquía, sus socios tradicionales. De ellos, salvo China, ninguno posee el músculo financiero para apuntalar las gigantescas inversiones que deberán realizarse en Venezuela para retomar el camino del crecimiento sostenido. Para seguir contando con el apoyo de los países mencionados, no era necesario realizar unas elecciones que, a pesar de estar contempladas en la Constitución, no podían efectuarse por las precarias condiciones impuestas por la Covid-19.
En la atmósfera impuesta por la pandemia, no era posible que la oposición llevase adelante una campaña electoral con la mínima posibilidad de que se expresara el enorme rechazo que el país siente por el gobierno. Maduro parte con una base de 25%, conformada por quienes están sujetos a la extorsión y el chantaje, porque son presionados en el barrio donde viven; o se les amenaza con quitarles la cajas clap o los subsidios monetarios repartidos a través de la banca oficial y otros auxilios otorgados por el régimen. A Maduro, en realidad, no le hacía falta realizar una campaña para obtener la mayoría de la Asamblea. Él vive en campaña. Copa o silencia a los medios de comunicación. Domina la mayoría de los medios radioeléctricos e impresos. Posee el control casi absoluto de la banda ancha de Internet. Sus candidatos no necesitaban salir de sus casas para llevar a cabo la cruzada. Cuentan con el respaldo irrestricto de la maquinaria gubernamental y del Poder Electoral. Mucho más difícil les resultaba lograr un puesto en la apretada lista del PSUV, que obtener la curul.
Ese no era el caso de los candidatos opositores. A estos en las semanas de confinamiento se les impide recorrer una barriada popular, y visitar casa por casa, o decirles a los ciudadanos de forma directa cuáles son las ventajas de votar y por qué ellos se beneficiarán si el aspirante demócrata de su circuito llega a la AN. Ese vínculo vivencial que el aspirante opositor requiere para empatizar con su elector, no podía tejerse. Ni los candidatos podían hacer campaña, ni los electores conocer la oferta electoral. Lo más democrático era postergar la consulta hasta mediados del año entrante, como planteaba la comunidad internacional. Ahora hay que dejarlos solos.
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