martes, 10 de noviembre de 2020

COLLAGE SOBRE RÓMULO BETANCOURT (XXXVIII)

                                     (Año 1958 –y II)-) 


             Carlos Canache Mata


Recuperada la libertad el 23 de enero, Acción Democrática, al igual que los otros partidos, emprendió la tarea de la reorganización de sus organismos de dirección y de su militancia de base. Los dirigentes nacionales, a la cabeza de ellos Rómulo Betancourt, recorrieron el país para accionar el proceso de reestructuración partidista. El reajuste de la maquinaria de Acción Democrática se simultaneaba con el contacto con todos los sectores económicos, sociales y políticos de Venezuela. El fundador de Acción Democrática dedicó atención especial a su empeño de dictar charlas y conferencias en las cámaras de comercio y de industriales, diagnosticando y planteando soluciones a los problemas de la economía nacional.

Por su parte, la Junta de Gobierno nombra, en el mes de marzo, la Comisión Redactora del Estatuto Electoral, cuyo intenso trabajo permitió que se promulgara la Ley Electoral el 24 de mayo, bajo la cual habrían de regirse las elecciones del 7 de diciembre de 1958. La Junta de Gobierno tiene cambios en su composición. El 18 de mayo salen de la Junta Eugenio Mendoza y Blas Lamberti, siendo sustituidos por Edgar Sanabria y Arturo Sosa. El 30 de junio, aparece en la Gaceta Oficial la designación de los miembros del nuevo Consejo Supremo Electoral, cuyo presidente es Fidel Rotondaro.

En su condición de Presidente de Acción Democrática, Rómulo Betancourt presentó, el 12 de agosto de 1958, el Informe Político a la IX Convención Nacional de su partido. A grandes rasgos, hizo un recuento y balance de una labor de diez años, ya que la VIII Convención Nacional se había realizado en mayo de 1948, poco antes del derrocamiento del gobierno constitucional presidido por  Rómulo Gallegos. Analizó, entre otros aspectos, el punto de la relación y el entendimiento con los otros partidos, y dijo esto: “Este mantenimiento de la unidad con los partidos no ha sido obstáculo para que el nuestro asuma sus propias responsabilidades autónomas y adopte posiciones diferenciadas en determinadas ocasiones. Así sucedió, para hacer referencia a un reciente y sobresaltante hecho, en la noche del 23 de julio. En algunas zonas prevalecía la creencia de que era posible la transacción y el acuerdo con el grupo virtualmente alzado en La Planicie; y en esa coyuntura nuestro Partido asumió la responsabilidad de propiciar en todos los organismos civiles la consigna de huelga y de lucha indefinidas mientras no fuese dominada la insubordinación y no se aplicaran a sus promotores las sanciones a que se hubieran hecho acreedores por el golpe de Estado que pusieron en ejecución para hacer retroceder al país a una nueva dictadura” (1).

A este respecto, relata Sanín (Alfredo Tarre Murzi) que la noche del 22 de julio cuando Jóvito, Caldera y Eugenio Mendoza entraron en la sala de conferencias del Palacio Blanco, venían de La Planicie y habían hablado con los alzados; mientras Caldera y Mendoza permanecieron en silencio, habló Villalba: “Señores, la situación es muy grave. Allá están trescientos oficiales dispuestos a todo. Ellos tienen el respaldo de muchas guarniciones, en Caracas y en el interior. Si no obtienen pacíficamente sus finalidades, se levantarán en armas. Debo decirles que no hay cómo resistirles. O la resistencia resultaría una masacre. Yo creo que es preferible negociar con ellos. El general Castro León me ha encomendado la misión y yo creo que él cumplirá su compromiso en bien de la nación y de nuestra democracia. Lo contrario podría ser la guerra civil…” (2). La posición de Villalba no fue aceptada por los presentes en el Palacio Blanco.

En su Informe Político, al final, Betancourt tocó “el problema electoral”, señalando que “sin procurarlo y sin desearlo, mi nombre ha estado envuelto, a través de comentarios de prensa extraña a nuestro control, en ese controvertido campo de las candidaturas…he preferido que sea un calificado equipo de compañeros el que recoja y resuma ante la Convención las distintas modalidades que ofrece el problema electoral” (3).

Fueron muchas, en efecto, las propuestas o alternativas que se manejaban, dentro del marco de la exigencia unitaria de lo que se llamó “el espíritu del 23 de enero”, para darle a la nueva institucionalidad un piso firme de estabilidad democrática. Con el objeto sopesar y evaluar las diversas fórmulas que surgían sobre la candidatura presidencial  única,  y ponerle un nombre a ésta, se constituyeron las mesas redondas, con la participación de las representaciones partidistas. Al decir de Luis Herrera Campins, “los partidos se dedicaron a la empresa de encontrar el mirlo blanco de la candidatura presidencial de unidad” (4). Rafael Caldera tuvo esta reflexión: “Predominaba la firme voluntad de no volver atrás. De no reincidir en los errores cometidos a través de todas las soluciones prometidas y de todas las iniciativas fracasadas desde 1821 hasta 1958. Ciento treinta y siete años de experiencia tenían que hacernos madurar. Y estaba muy fresca la lección de la última dictadura, para que pudieran relegarse al olvido o menospreciarse sus verdaderas causas y factores” (5). Durante  semanas, se celebraron reuniones, la primera  en la casa nacional de URD, y las demás en la sede del recién creado partido “Integración Republicana”, en San Bernardino. Hubo un desfile de candidaturas, como se ha dicho. Centenares de profesores de la Universidad Central presentaron el nombre del doctor Rafael Pizani.  Sectores representativos de las fuerzas económicas lanzaron el nombre de José Antonio Mayobre. Maestros y estudiantes universitarios presentan el nombre Julio de Armas. Copei y URD proponen el nombre del doctor Martín Vegas. Por su parte, Acción Democrática, en su IX Convención Nacional que tuvo lugar en el mes de agosto, como se indicó líneas arriba, aprobó y presentó a la consideración de la mesa redonda una fórmula con cinco alternativas: 1) que la candidatura unitaria se escogiera entre Rafael Pizani, José Antonio Mayobre y Carlos Morales; 2) que las militancias partidistas eligieran el candidato unitario entre Vegas y cualquiera de los tres candidatos mencionados en la primera alternativa; 3) un Ejecutivo colegiado integrado por Wolfgang Larrazábal, los líderes máximos de los tres partidos –Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba- y Alejandro Hernández, como representante de los sectores económicos; 4) en todo caso, la coalición de partidos; 5) lanzamiento de candidaturas partidistas propias.

 Copei y URD acogieron la alternativa 5): no se pudo encontrar el mirlo blanco de la candidatura  de unidad, al que se refirió Luis Herrera Campins, y vino el lanzamiento de las candidaturas partidistas. URD lanzó la candidatura de Larrazábal el 12 de septiembre de 1958 (dice Ramón J. Velásquez  que  se “descubrió” en Larrazábal “al hombre para oponerlo a Betancourt”, Venezuela Moderna, pág. 164); Copei lanzó la candidatura de Caldera en su VII Convencion Nacional, que se realizó entre el 4 y el 7 de octubre, dejando abierta la posibilidad de retirarla si se hallaba un candidato de unidad; y AD, por último, lanzó el 12 de octubre la candidatura de Betancourt, dejando también abierta la posibilidad de apartarla si se daba el milagro de la candidatura de unidad antes del 7 de diciembre. Se planteó, entonces, la necesidad, más que la posibilidad, de un acuerdo para la integración del gobierno y para el programa que se debía cumplir. Así fue que aparecieron, prácticamente como un imperativo, el Pacto de Punto Fijo, la Declaración de Principios y el Programa Mínimo de Gobierno.

El Pacto de Punto Fijo (tomó el nombre de la casa del doctor Caldera, donde se realizó la reunión que le dio origen) fue suscrito el 31 de octubre de 1958 por los representantes de Copei, URD y AD, encabezados, respectivamente, por Caldera, Villalba y Betancourt. Fueron testigos del acto los representantes de Fedecámaras, del Comité Sindical Unificado Nacional, de la Junta Patriótica, de  la Federación de Centros Universitarios y de la Federación de Gremios Universitarios. Ese Pacto, en opinión del historiador Ramón J. Velasquez, es un testimonio de que “los jefes de los partidos políticos, a diferencia de los Borbones, sí olvidan y aprenden, cuando las circunstancias los obligan” (6), y más adelante  afirma: “Lo del candidato de unidad era un imposible político, pero era un hecho menor. Lo trascendental era la decisión de compartir el ejercicio del poder en los próximos años y de respaldar al gobierno de turno frente a las amenazas conspirativas de cualquier signo” (7). La Declaración de Principios y el Programa Mínimo de Gobierno, previstos en el Pacto de Punto Fijo, fueron firmados por los tres candidatos presidenciales (Rómulo Betancourt, por AD; Rafael Caldera, por Copei; Wolfgang Larrazába, por URD y el PCV) en la sede del Consejo Supremo Electoral el día 6 de diiciembre de 1958, víspera de las votaciones.

Con una abstención mínima, se celebró la jornada electoral del 7 de diciembre de 1958. Las cifras definitivas y oficiales del Consejo Supremo Electoral son las siguientes: Rómulo Betancourt: 1.284.092 votos; Wolfgang Larrazábal: 903.479 votos; Rafael Caldera: 423.262 votos. La votación para  el  Congreso  Nacional  dió a  AD: 32  senadores  y  73 diputados; URD: 11 senadores y 34 diputados; Copei: 6 senadores y 19 diputados; PCV: 2 senadores y 7 diputados.

Aun cuando la ventaja de votos de Betancourt fue amplia, estoy absolutamente seguro de que hubiera sido mayor si no existiese la resistencia que tenía en ciertos sectores militares por la campaña adversa que en éstos realizó Pérez Jiménez contra él durante 10 años, lo que suscitaba el temor de que, si triunfaba en los comicios del 7 de diciermbre, podría ser derrocado y volvería el país a una nueva dictadura. Ese temor era importante en el ámbito de los independientes simpatizantes de AD y también entre los independientes en general. Es más, ese temor también se manifestó en el seno de AD, a tal punto que Betancourt ganó la candidatura, en el CDN (Comité Directivo Nacional) de su partido, compitiendo con la postulación interna del independiente doctor Rafael Pizani. Y hasta un dirigente tan respetable y responsable como Rafael Caldera también sintió preocupación por la futura estabilidad democrática, y, por tal razón, nos cuenta este episodio de su exilio estadounidense: “Por cierto, en nuestro encuentro en Nueva York, yo mismo le manifesté a Betancourt con toda lealtad que su posible candidatura, a la cual tenía todo derecho a aspirar y probablemente con éxito,  agravaría  los problemas  de  la reconstrucción  institucional del país…” (8). Ante esa aureola de riesgo, por una eventual reacción militar, que rodeaba a la candidatura de Rómulo Betancourt, la gran consigna de su campaña electoral fue CONTRA EL  MIEDO, VOTA BLANCO.

En la sesión solemne del Congreso de la República realizada en conmemoración del primer aniversario del fallecimiento de Rómulo Betancourt, me correspondió pronunciar el discurso de orden, oportunidad en que, al referirme a las elecciones del 7 de diciembre de 1958, afirmé: “Recuperada la democracia el 23 de enero de 1958, el voto ampliamente mayoritario del pueblo venezolano lleva esta vez a Rómulo Betancourt a la Presidencia de la República. Hizo esfuerzos sinceros para que en esa ocasión todas las fuerzas democráticas se nuclearan alrededor de un candidato presidencial de unidad, en cuenta como estábamos de los riesgos que aún acechaban a la libertad recién nacida. Hay quienes no creen en ese propósito que entonces lo animó porque magnifican lo que se ha dado en llamar su ‘ambición de poder’. Lo que sus adversarios no advierten es que si fuera cierta su hipótesis de que la candidatura de unidad naufragó porque las diversas fórmulas y alternativas propuestas eran una simple maniobra para arribar finalmente a las candidaturas de partido, habría que llegar a la conclusión inevadible de que en esa ocasión Rómulo Betancourt dio una lección insuperable, plasmó una obra maestra y legítima de estrategia y sabiduría política” (9).

En el próximo Collage, iniciaremos el análisis del Gobierno Constitucional del período 1959-1964.

Notas

1-Rómulo Betancourt. Selección de Escritos Políticos 1929-1981. Compilador Naudy Suárez Figueroa. Fundación Rómulo Betancourt. Caracas. 2006. Pág. 287-288.

2-Sanín (Alfredo Tarre Murzi). “Rómulo”. Vadell hermanos Editores. 1984. Pág. 335.

3-Rómulo Betancourt. Selección de Escritos Políticos. Obra citada. Pág. 288.

4-“1958 Tránsito de la dictadura a la democracia en Venezuela”. Luis Herrera Campins. Editorial Ariel. 1ª edición: junio de 1978. Pág. 128.

5- Rafael Caldera. “Los Causahabientes de Carabobo a Puntofijo”. Editorial Panapo. Pág. 137.

6 y 7- Ramón J. Velásquez. “Aspectos de la Evolución Política de Venezuela en el Último Medio Siglo”. Venezuela Moderna. Fundación Eugenio Mendoza. Caracas 1976. Pág. 177 y 178.

8-Rafael Caldera. “Los Causahabientes de Carabobo a Puntofijo”. Obra citada. Pág. 138-139.

9-Folleto “Homenaje a Rómulo Betancourt”. Discurso del diputado Carlos Canache Mata. Ediciones del Congreso de la República. 1982. Pág. 26-27.

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