COLLAGE SOBRE RÓMULO BETANCOURT (XXXVIII)
(Año 1958 –y II)-)
Carlos Canache Mata
Recuperada la
libertad el 23 de enero, Acción Democrática, al igual que los otros partidos,
emprendió la tarea de la reorganización de sus organismos de dirección y de su
militancia de base. Los dirigentes nacionales, a la cabeza de ellos Rómulo
Betancourt, recorrieron el país para accionar el proceso de reestructuración
partidista. El reajuste de la maquinaria de Acción Democrática se simultaneaba
con el contacto con todos los sectores económicos, sociales y políticos de
Venezuela. El fundador de Acción Democrática dedicó atención especial a su
empeño de dictar charlas y conferencias en las cámaras de comercio y de industriales,
diagnosticando y planteando soluciones a los problemas de la economía nacional.
Por su parte, la
Junta de Gobierno nombra, en el mes de marzo, la Comisión Redactora del
Estatuto Electoral, cuyo intenso trabajo permitió que se promulgara la Ley
Electoral el 24 de mayo, bajo la cual habrían de regirse las elecciones del 7
de diciembre de 1958. La Junta de Gobierno tiene cambios en su composición. El
18 de mayo salen de la Junta Eugenio Mendoza y Blas Lamberti, siendo
sustituidos por Edgar Sanabria y Arturo Sosa. El 30 de junio, aparece en la
Gaceta Oficial la designación de los miembros del nuevo Consejo Supremo
Electoral, cuyo presidente es Fidel Rotondaro.
En su condición de
Presidente de Acción Democrática, Rómulo Betancourt presentó, el 12 de agosto
de 1958, el Informe Político a la IX Convención Nacional de su partido. A
grandes rasgos, hizo un recuento y balance de una labor de diez años, ya que la
VIII Convención Nacional se había realizado en mayo de 1948, poco antes del
derrocamiento del gobierno constitucional presidido por Rómulo Gallegos. Analizó, entre otros
aspectos, el punto de la relación y el entendimiento con los otros partidos, y
dijo esto: “Este mantenimiento de la unidad con los partidos no ha sido
obstáculo para que el nuestro asuma sus propias responsabilidades autónomas y
adopte posiciones diferenciadas en determinadas ocasiones. Así sucedió, para
hacer referencia a un reciente y sobresaltante hecho, en la noche del 23 de
julio. En algunas zonas prevalecía la creencia de que era posible la
transacción y el acuerdo con el grupo virtualmente alzado en La Planicie; y en
esa coyuntura nuestro Partido asumió la responsabilidad de propiciar en todos
los organismos civiles la consigna de huelga y de lucha indefinidas mientras no
fuese dominada la insubordinación y no se aplicaran a sus promotores las
sanciones a que se hubieran hecho acreedores por el golpe de Estado que pusieron
en ejecución para hacer retroceder al país a una nueva dictadura” (1).
A este respecto,
relata Sanín (Alfredo Tarre Murzi) que la noche del 22 de julio cuando Jóvito,
Caldera y Eugenio Mendoza entraron en la sala de conferencias del Palacio
Blanco, venían de La Planicie y habían hablado con los alzados; mientras
Caldera y Mendoza permanecieron en silencio, habló Villalba: “Señores, la
situación es muy grave. Allá están trescientos oficiales dispuestos a todo.
Ellos tienen el respaldo de muchas guarniciones, en Caracas y en el interior.
Si no obtienen pacíficamente sus finalidades, se levantarán en armas. Debo
decirles que no hay cómo resistirles. O la resistencia resultaría una masacre.
Yo creo que es preferible negociar con ellos. El general Castro León me ha
encomendado la misión y yo creo que él cumplirá su compromiso en bien de la
nación y de nuestra democracia. Lo contrario podría ser la guerra civil…” (2).
La posición de Villalba no fue aceptada por los presentes en el Palacio Blanco.
En su Informe
Político, al final, Betancourt tocó “el problema electoral”, señalando que “sin
procurarlo y sin desearlo, mi nombre ha estado envuelto, a través de
comentarios de prensa extraña a nuestro control, en ese controvertido campo de
las candidaturas…he preferido que sea un calificado equipo de compañeros el que
recoja y resuma ante la Convención las distintas modalidades que ofrece el
problema electoral” (3).
Fueron muchas, en
efecto, las propuestas o alternativas que se manejaban, dentro del marco de la
exigencia unitaria de lo que se llamó “el espíritu del 23 de enero”, para darle
a la nueva institucionalidad un piso firme de estabilidad democrática. Con el
objeto sopesar y evaluar las diversas fórmulas que surgían sobre la candidatura
presidencial única, y ponerle un nombre a ésta, se constituyeron
las mesas redondas, con la participación de las representaciones partidistas.
Al decir de Luis Herrera Campins, “los partidos se dedicaron a la empresa de
encontrar el mirlo blanco de la candidatura presidencial de unidad” (4). Rafael
Caldera tuvo esta reflexión: “Predominaba la firme voluntad de no volver atrás.
De no reincidir en los errores cometidos a través de todas las soluciones
prometidas y de todas las iniciativas fracasadas desde 1821 hasta 1958. Ciento
treinta y siete años de experiencia tenían que hacernos madurar. Y estaba muy
fresca la lección de la última dictadura, para que pudieran relegarse al olvido
o menospreciarse sus verdaderas causas y factores” (5). Durante semanas, se celebraron reuniones, la primera en la casa nacional de URD, y las demás en la sede
del recién creado partido “Integración Republicana”, en San Bernardino. Hubo un
desfile de candidaturas, como se ha dicho. Centenares de profesores de la
Universidad Central presentaron el nombre del doctor Rafael Pizani. Sectores representativos de las fuerzas
económicas lanzaron el nombre de José Antonio Mayobre. Maestros y estudiantes
universitarios presentan el nombre Julio de Armas. Copei y URD proponen el
nombre del doctor Martín Vegas. Por su parte, Acción Democrática, en su IX
Convención Nacional que tuvo lugar en el mes de agosto, como se indicó líneas
arriba, aprobó y presentó a la consideración de la mesa redonda una fórmula con
cinco alternativas: 1) que la candidatura unitaria se escogiera entre Rafael
Pizani, José Antonio Mayobre y Carlos Morales; 2) que las militancias
partidistas eligieran el candidato unitario entre Vegas y cualquiera de los
tres candidatos mencionados en la primera alternativa; 3) un Ejecutivo colegiado
integrado por Wolfgang Larrazábal, los líderes máximos de los tres partidos
–Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba- y Alejandro Hernández,
como representante de los sectores económicos; 4) en todo caso, la coalición de
partidos; 5) lanzamiento de candidaturas partidistas propias.
Copei y URD acogieron la alternativa 5): no se
pudo encontrar el mirlo blanco de la candidatura de unidad, al que se refirió Luis Herrera
Campins, y vino el lanzamiento de las candidaturas partidistas. URD lanzó la candidatura
de Larrazábal el 12 de septiembre de 1958 (dice Ramón J. Velásquez que se
“descubrió” en Larrazábal “al hombre para oponerlo a Betancourt”, Venezuela
Moderna, pág. 164); Copei lanzó la candidatura de Caldera en su VII Convencion
Nacional, que se realizó entre el 4 y el 7 de octubre, dejando abierta la
posibilidad de retirarla si se hallaba un candidato de unidad; y AD, por
último, lanzó el 12 de octubre la candidatura de Betancourt, dejando también
abierta la posibilidad de apartarla si se daba el milagro de la candidatura de
unidad antes del 7 de diciembre. Se planteó, entonces, la necesidad, más que la
posibilidad, de un acuerdo para la integración del gobierno y para el programa
que se debía cumplir. Así fue que aparecieron, prácticamente como un
imperativo, el Pacto de Punto Fijo, la Declaración de Principios y el Programa
Mínimo de Gobierno.
El Pacto de Punto
Fijo (tomó el nombre de la casa del doctor Caldera, donde se realizó la reunión
que le dio origen) fue suscrito el 31 de octubre de 1958 por los representantes
de Copei, URD y AD, encabezados, respectivamente, por Caldera, Villalba y
Betancourt. Fueron testigos del acto los representantes de Fedecámaras, del
Comité Sindical Unificado Nacional, de la Junta Patriótica, de la Federación de Centros Universitarios y de
la Federación de Gremios Universitarios. Ese Pacto, en opinión del historiador
Ramón J. Velasquez, es un testimonio de que “los jefes de los partidos
políticos, a diferencia de los Borbones, sí olvidan y aprenden, cuando las circunstancias
los obligan” (6), y más adelante afirma:
“Lo del candidato de unidad era un imposible político, pero era un hecho menor.
Lo trascendental era la decisión de compartir el ejercicio del poder en los
próximos años y de respaldar al gobierno de turno frente a las amenazas
conspirativas de cualquier signo” (7). La Declaración de Principios y el
Programa Mínimo de Gobierno, previstos en el Pacto de Punto Fijo, fueron
firmados por los tres candidatos presidenciales (Rómulo Betancourt, por AD;
Rafael Caldera, por Copei; Wolfgang Larrazába, por URD y el PCV) en la sede del
Consejo Supremo Electoral el día 6 de diiciembre de 1958, víspera de las
votaciones.
Con una abstención
mínima, se celebró la jornada electoral del 7 de diciembre de 1958. Las cifras
definitivas y oficiales del Consejo Supremo Electoral son las siguientes:
Rómulo Betancourt: 1.284.092 votos; Wolfgang Larrazábal: 903.479 votos; Rafael
Caldera: 423.262 votos. La votación para el Congreso
Nacional dió a AD:
32 senadores y 73
diputados; URD: 11 senadores y 34 diputados; Copei: 6 senadores y 19 diputados;
PCV: 2 senadores y 7 diputados.
Aun cuando la
ventaja de votos de Betancourt fue amplia, estoy absolutamente seguro de que
hubiera sido mayor si no existiese la resistencia que tenía en ciertos sectores
militares por la campaña adversa que en éstos realizó Pérez Jiménez contra él
durante 10 años, lo que suscitaba el temor de que, si triunfaba en los comicios
del 7 de diciermbre, podría ser derrocado y volvería el país a una nueva
dictadura. Ese temor era importante en el ámbito de los independientes
simpatizantes de AD y también entre los independientes en general. Es más, ese
temor también se manifestó en el seno de AD, a tal punto que Betancourt ganó la
candidatura, en el CDN (Comité Directivo Nacional) de su partido, compitiendo
con la postulación interna del independiente doctor Rafael Pizani. Y hasta un
dirigente tan respetable y responsable como Rafael Caldera también sintió
preocupación por la futura estabilidad democrática, y, por tal razón, nos
cuenta este episodio de su exilio estadounidense: “Por cierto, en nuestro
encuentro en Nueva York, yo mismo le manifesté a Betancourt con toda lealtad
que su posible candidatura, a la cual tenía todo derecho a aspirar y
probablemente con éxito, agravaría los problemas
de la reconstrucción institucional del país…” (8). Ante esa
aureola de riesgo, por una eventual reacción militar, que rodeaba a la
candidatura de Rómulo Betancourt, la gran consigna de su campaña electoral fue
CONTRA EL MIEDO, VOTA BLANCO.
En la sesión
solemne del Congreso de la República realizada en conmemoración del primer
aniversario del fallecimiento de Rómulo Betancourt, me correspondió pronunciar
el discurso de orden, oportunidad en que, al referirme a las elecciones del 7
de diciembre de 1958, afirmé: “Recuperada la democracia el 23 de enero de 1958,
el voto ampliamente mayoritario del pueblo venezolano lleva esta vez a Rómulo
Betancourt a la Presidencia de la República. Hizo esfuerzos sinceros para que
en esa ocasión todas las fuerzas democráticas se nuclearan alrededor de un
candidato presidencial de unidad, en cuenta como estábamos de los riesgos que
aún acechaban a la libertad recién nacida. Hay quienes no creen en ese propósito
que entonces lo animó porque magnifican lo que se ha dado en llamar su
‘ambición de poder’. Lo que sus adversarios no advierten es que si fuera cierta
su hipótesis de que la candidatura de unidad naufragó porque las diversas
fórmulas y alternativas propuestas eran una simple maniobra para arribar
finalmente a las candidaturas de partido, habría que llegar a la conclusión
inevadible de que en esa ocasión Rómulo Betancourt dio una lección insuperable,
plasmó una obra maestra y legítima de estrategia y sabiduría política” (9).
En el
próximo Collage, iniciaremos el análisis del Gobierno Constitucional del
período 1959-1964.
Notas
1-Rómulo
Betancourt. Selección de Escritos Políticos 1929-1981. Compilador Naudy Suárez
Figueroa. Fundación Rómulo Betancourt. Caracas. 2006. Pág. 287-288.
2-Sanín
(Alfredo Tarre Murzi). “Rómulo”. Vadell hermanos Editores. 1984. Pág. 335.
3-Rómulo
Betancourt. Selección de Escritos Políticos. Obra citada. Pág. 288.
4-“1958
Tránsito de la dictadura a la democracia en Venezuela”. Luis Herrera Campins.
Editorial Ariel. 1ª edición: junio de 1978. Pág. 128.
5- Rafael
Caldera. “Los Causahabientes de Carabobo a Puntofijo”. Editorial Panapo. Pág.
137.
6 y 7- Ramón
J. Velásquez. “Aspectos de la Evolución Política de Venezuela en el Último
Medio Siglo”. Venezuela Moderna. Fundación Eugenio Mendoza. Caracas 1976. Pág.
177 y 178.
8-Rafael
Caldera. “Los Causahabientes de Carabobo a Puntofijo”. Obra citada. Pág.
138-139.
9-Folleto “Homenaje a Rómulo Betancourt”. Discurso del diputado Carlos Canache Mata. Ediciones del Congreso de la República. 1982. Pág. 26-27.M
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