COLLAGE SOBRE RÓMULO BETANCOURT (XXXVII)
(Año 1958 -I-)
Carlos Canache Mata
Tras la fuga del
dictador Marcos Pérez Jiménez en la madrugada del 23 de enero de 1958, los
representantes de las Fuerzas Armadas Nacionales, reunidos en el Palacio de
Miraflores, constituyen la Junta Militar de Gobierno, integrada por el
contralmirante Wolfgang Larrazábal, Comandante en Jefe da la Marina, quien la
preside, el coronel Pedro José Quevedo, Director de la Escuela Superior de
Guerra, el coronel Carlos Luis Araque, Comandante de las Fuerzas Armadas
de Cooperación, el coronel Roberto Casanova (Ejército) y el coronel Abel
Romero Villate (Aviación). En el Acta Constitutiva de la Junta Militar, se
declara que las Fuerzas Armadas han resuelto poner término a la situación que
atravesaba el país “a fin de enrumbarlo hacia un Estado democrático de Derecho”
y que la Junta “asumirá todos los poderes de Estado, y por lo tanto, ejercerá
el Poder Ejecutivo de la Nación mientras se organizan constitucionalmente los
Poderes de la República”. La Junta Militar se amplía con la incorporación de
los civiles Eugenio Mendoza y Blas Lamberti, mutansu nombre al de Junta de
Gobierno. El día 24, en virtud de que se producen protestas, tanto en la
población civil como en las propias Fuerzas Armadas, contra la presencia de
Casanova y Romero Villate, estos dos coroneles se ven obligados a abandonar la
Junta y ese mismo día un avión militar los lleva a la antilla holandesa de
Curazao. A las siete de la noche del 23
de enero se juramentaron los nuevos ministros del Gabinete Ejecutivo y el
Gobernador del Distrito Federal. El Gabinete quedó integrado por 12 civiles y
un militar, el coronel Jesús María
Castro León, en el Ministerio de la Defensa, nombramiento que causó inquietud y preocupación en las fuerzas democráticas por
haber estado involucrado en reuniones conspirativas en Maracay y La Victoria
antesdel derrocamiento del Presidenta Gallegos en 1948.
Al mediodía del
mismo 23 de enero, el Presidente de la
Junta de Gobierno se dirigió a la nación a través de la radio y la televisión,
reiterando la promesa de “conducir a la República hacia una organización
jurídica y política acorde con las prácticas universales de la democacia y del
derecho”. En cumplimiento de ese propósito, permitió una irrestricta libertad
de expresión e información, el derecho de reunión, de asociación y de
funcionamiento de los partidos políticos, el regreso de todos los exiliados
políticos, se devuelve a las organizaciones sindicales sus sedes y locales,
además de indultar a los militares que se habían rebelado contra Pérez Jiménez
antes y después del 1° de enero de 1958. La Junta autoriza al recién nombrado
Procurador General de la Nación para que los bienes de Pérez Jiménez, en nombre
suyo o en el de personas interpuestas, sean ocupados preventivamente. No se
detiene a ningún ministro de la dictadura, pero no se pudieron evitar los
saqueos a las residencias de sus altos jerarcas (Pérez Jiménez, Llovera Páez,
Vallenilla Lanz) y a los talleres y
archivos del diario oficial El Heraldo.
Sobre la Seguridad Nacional, donde se hallaban hacinados cerca de mil detenidos
políticos, en el periódico El Nacional del día 24, aparece esta información:
“Como consecuencia de la actitud por demás criminal de los agentes de Seguridad
Nacional que se encontraban refugiados en el edificio de dicho organismo en la
Plaza Morelos de Los Caobos, que procedieron a disparar impunemente contra la
muchedumbre que pedía libertad de los presos políticos, el edificio fue objeto
de un saqueo general e incendio de sus dependencias una vez que las Fuerzas
Armadas habían logrado sacar el cuantioso parque allí almacenado y detener a
los oficiales que ofrecían resistencia (1). Por la descarga de metralla que salía del seno de la
Seguridad Nacional, hubo, por lo menos, siete muertos.
Centenares de
exiliados políticos comienzan a regresar al país. De los máximos dirigentes de
los partidos políticos, el primero en retornar fue el doctor Jóvito Villalba,
el día 26 de enero, proveniente de Estados Unidos, y en el discurso que
pronuncia desde el Aeropuerto de Maiquetía
aboga por la unidad de las
fuerzas democráticas y critica el respaldo que Estados Unidos le había dado a
Pérez Jiménez. Gustavo Machado llega el 27, y también habla desde el Aeropuerto
de Maiquetía y sostiene la tesis de la unidad democrática. Rafael Caldera
regresó, también desde Nueva York, el 1° de febrero, siendo recibido con gran
entusiasmo, como lo reseña El Nacional del día siguiente: “El doctor Rafael
Caldera, máximo dirigente del partido político Copey, regresó ayer al país,
desde Nueva York, donde estaba exilado. Millares de personas lo esperaron en
Maiquetía, y más tarde, en la plaza Diego Ibarra, una multitud extraordinaria
se congregó allí para escuchar la palabra del líder socialcristiano” (2).
El 9 de febrero
regresa, igualmente desde Nueva York, Rómulo Betancourt. Transcribiré
textualmente la información de prensa y de otras fuentes. En el diario La
Esfera, del 10 de febrero, se lee: “En una brillante improvisación, Rómulo
Betancourt se dirigió a una multitud de más de 50.000 personas, congregadas en
la plaza ‘Diego Ibarra’ del Centro Simón Bolívar…El pueblo venezolano unificado,
sin diferencias de tipo partidista, dió una apoteósica bienvenida al dirigente
democrático, expresando con vítores y jubilosos aplausos su alegría por el
retorno de uno de sus más calificados represntantes” (3). El diario El
Universal, del 10 de febrero, escribió: “Una gran multitud se congregó ayer en
la Plaza Diego Ibarra, con el objeto de tributar caluroso recibimiento al líder
de Acción Democrática Rómulo Betancourt, quien después de nueve años de exilio,
retornó nuevamente a su Patria…Las gentes, en su deseo de tributar su
admiración a Rómulo Betancourt, se apostaron a todo lo largo de la Avenida
Sucre, en donde tomaron en hombros al
líder de AD y así lo trasladaron hasta el sitio donde pronunció su discurso”
(4). El historiador Ramón J. Velásquez, dice: “Miles de personas se apostaron a
lo largo de la Avenida Sucre, a la entrada de la ciudad y trasladaron en
hombros, al jefe máximo de Acción Democrática a la Plaza Diego Ibarra en donde
la multitud se había concentrado para oir sus primeras declaraciones al regreso
de nueve años de exilio. Señaló Betancourt como primera necesidad la
colaboración de todos los venezolanos en la empresa de lograr la estabilización
del régimen democrático y en este camino ofreció el total apoyo de su partido a
las gestiones de la Junta de Gobierno. Al referirse a las jornadas del 23 de
enero afirmó: ‘La revolución pasada no ha sido un milagro, sino es el resultado
de una resistencia que se inició el 25 de noviembre de 1948, demostrando los
venezolanos tanto en la cárcel como en el exilio, que estaba viva la pasión por
la libertad que ahora ha estallado en forma magnífica, mediante la unión de
todos los venezolanos, sin distingos de partidos políticos, ni de clases
sociales’ “(5). Luis José Silva Luongo, en su libro “De Cipriano Castro a
Carlos Andrés Pérez (1899-1979)”, comenta: “Finalmente llega al país el líder
cuyo regreso crea mayores expectativas entre los venezolanos: Rómulo
Betancourt. En el Aeropuerto de Maiquetía y en la Avenida Sucre, siente la
calurosa benvenida que le tributan millares de compatriotas. Una multitud
entusiasmada espera su palabra en la plaza Diego Ibarra, después de nueve
largos años de exilio. Trae un lenguaje sereno y propiciador del entendimiento
entre las fuerzas fundamentales del país. Ofrece también el decidido respaldo
de su partido Acción Democrática a los esfuerzos que realiza la Junta de
Gobierno para conducir al país a un rápido proceso electoral” (6). Por su
parte, Alfredo Tarre Murzi (Sanín), en su libro “Rómulo”, mediante el método de
la confidencia imaginaria (“con respeto a la verdad histórica”), pone en boca del fundador de Acción
Democrática la siguiente visión de su regreso al país; “El 9 de febrero
llegamos mi familia y yo, en vuelo directo desde Nueva York. Tanto en el aeropuerto
como en la avenida Sucre, en Catia, había miles de personas que me saludaron a
mi regreso. La organización del partido había cumplido. Una gran multitud,
estimada en 50.000 personas, se dio cita en la plaza Diego Ibarra de El
Silencio, para recibirme y escuchar mi discurso. Dije un discurso aparentemente
improvisado, con palabras racionalmente seleccionadas para evitar cualquier
desliz, ya que sabía que no pocas personas me estaban cazando para comenzar el
ataque personal y dar rienda suelta a sus odios contra AD…Ese día me di cuenta
de que AD mantenía su primer lugar entre las fuerzas políticas del país, ya que
el pueblo desbordaba las calles a mi paso…” (7). Rafael Caldera, en relación al
regreso de Betancourt al país después de
su tercer y último exilio, expresa: “Y vino a Venezuela con el firme propósito
de corregir lo que hubiera que corregir, de orientar de acuerdo con la realidad
social, que no se puede inventar ni deformar, los factores que habían de
intervenir para lograr la misma finalidad que esencialmente lo había llevado a
la lucha en su tiempo de estudiante” (8).
Se presentaron
graves incidentes en ocasión de la llegada a Caracas, el 13 de mayo, del
Vicepresidente de Estados Unidos, Richard Nixon. Antes de su llegada, los
estudiantes unversitarios lo habían
declarado “visitante indeseable en la patria de Bolívar”. Se le atribuye a
Larrazábal, respecto a las protestas anunciadas por los estudiantes, la
supuesta declaración de que “si yo fuera estudiante también protestaría”. Nixon fue objeto de agresiones en la avenida
Sucre, siendo apedreados los vehículos donde se desplazaban él y su comitiva.
Según cable de Washington, fechado ese mismo día, en relación con esos
incidentes, unos mil hombres de infantería y paracaidistas fueron enviados al
Caribe por el Ejército de los Estados Unidos. Fueron suspendidos los actos
oficiales previstos, y Rómulo Betancourt, en representaión de Acción
Democrática, al igual que Rafael Caldera y Jóvito Villalba, en representación
de sus respectivos partidos, condenaron los
hechos de violencia. Al día siguiente, el Vicepresidente Nixon fue
despedido en el Aeropuerto Internacional de Maiquetía por la Junta de Gobierno
y el Gabinete Ejecutivo en pleno, representantes de las Fuerzas Armadas y del
Cuerpo Diplomático.
Según Ramón J.
Velásquez, en la composición de la Junta de Gobierno, desde el punto de vista
militar, no había reepresentación de los dos grupos que participaron en la
rebelión contra la dictadura en la primera quincena de enero: no estaban ni
Trejo ni Castro León.
El Coronel Hugo
Trejo, líder de insurgencia del 1° de enero, al salir de la cárcel el día 23,
es incorporado al Ejército y se le designa Sub-jefe del Estado Mayor. Tenía
prestigio en el sector militar y en los medios estudiantiles universitarios. Se
empezó a sospechar que podría estar en actividades conspirativas, y el día 30
de abril de 1958, los miembros militares de la Junta (Larrazábal, Quevedo y
Araque), junto con Castro León, ponen a Trejo frente al dilema de irse al
exterior como Embajador o ser hecho preso. En medio de la tensión militar y
estudiantil (se le había invitado a refugiarse en la Universidad Central), en
la noche decidió aceptar la Embajada de
Venezuela en Costa Rica, país al que viajó el día siguiente.
Más grave, mucho
más grave, es la crisis que se va a presentar en el mes de julio con el general
Jesús María Castro León. Veamos lo que dice, en su libro “Los Golpes de Estado
desde Castro hasta Caldera, el general de división Iván Darío Jiménez Sánchez:
“Expulsado Trejo, queda el general de Brigada (Av.) Jesús María Castro León con
el monopolio de los descontentos; Castro León ha sido uno de los más
persistentes conspiradores a través de la historia profesional, lo hizo contra
Gómez, lo hace contra Medina, contra Betancourt, no es partidario de Delgado
Chalbaud, conspira contra Pérez Jiménez, y seguía conspirando después…Las
razones del descontento miran hacia Rómulo Betancourt, muchos oficiales están
convencidos de que Betancourt podría volver al poder, con su odio ocultado hábilmente
hacia los hombres de uniforme, de su intención de debilitar la estructura
castrense, argumentan también que quienes están en la Junta no son los mejores
oficiales, los más calificados, que había muchos, mejores, para tan delicada
función de transición” (9). En esa apreciación, coincide el historiador Ramón
J. Velásquez: “La prédica que a lo largo de una década había realizado la
dictadura contra Acción Democrática y su jefe máximo, Rómulo Betancourt, había
logrado abrir brecha en numerosos oficiales que se habían incorporado a las
filas en los días confusos del trienio revolucionario y habían ido ascendiendo durante
la década 1948-1958…Desde mediados de junio, el movimientos conspirativo que
tenía como sede La Planicie estaba en marcha…” (10). El día 22 de julio hay el
rumor de que el Ministro Castro León, en nombre de cien oficiales, va a exigir en un pliegoque presentará a la
Junta: 1) supresión de AD y del PCV; 2) censura de prensa; 3) aplazamiento por
tres años de elecciones y 4) formación de un nuevo Gobierno, de acuerdo con las
Fuerzas Armadas. La Junta y el Gabinete se trasladan a la Comandancia General
de la Marina en Macuto. Civiles armados, sin identificación, asaltan y
registran la residencia de Rómulo Betancourt, y soldados de la Policía Militar
apresan a Fabricio Ojeda y otros miembros de la Junta Patriótica y los llevan
al Palacio de Miraflores. Al mediodía de ese día 22, una inmensa muchedumbre
–yo estaba allí- se concentró frente al Palacio Blanco, sede del Gobierno
Provisional, y oyó los discursos de varios oradores. El Comité Sindical
Unificado ordena un paro general. Castro León invita a su despacho en La
Planicie a Jóvito Villalba, Rafael Caldera y Eugenio Mendoza, trata de
justificar su conducta y le ofrece la Presidencia de una nueva Junta a Mendoza,
que la rechaza. Los Comandantes del Ejército, de la Fuerza Aérea, de la Marina
y de la Guardia Nacional no secundan a Castro León, quien se traslada al
Palacio Blanco.En la madrugada del día 23 de julio, Castro León presenta su
dimisión y es sustituido en el Ministerio de la Defensa por el General de la
Aviación Josué López Henríquez. Al día
siguiente, 24, Castro León y un numeroso grupo de oficiales salen al exterior.
En la
madrugada del domingo 7 de septiembre estalla otra asonada militar, encabezada
por los tenientes coroneles Juan de Dios Moncada Vidal y Ely Mendoza Méndez,
quienes habían sido expulsados a raíz de la fracasada rebelión de Castro León,
y habían ingresado clandestinamente al país. Se proponían tomar el Palacio
Blanco, el Ministerio de la Defensa, estaciones de radio y televisión y detener
a los principales líderes de Acción Democrática y del Partido Comunista. El
Comité Sindical Unificado decretó la huelga general indefinida , la toma de las
calles de Caracas y la construcción de barricadas. Una multitud intentó tomar
el cuartel de la Policía Militar, y el enfrentamiento dejó un saldo de
dieciocho muertos y cien heridos. El pronunciamiento golpista fracasó en la
mañana del propio domingo 7 de septiembre, y algunos de sus cabecillas fueron detenidos
y otros se refugiaron en Embajadas.
Continuaremos
con el análisis la próxima semana.
Notas:
1-Historia
Gráfica de Venezuela. José Rivas Rivas. Tomo 7. El Gobierno de Larrazábal 1958.
Pág. 13.
2-Obra
citada. Pág. 47.
3-Obra citada.
Pág. 58.
4-Obra
citada. Pág. 59-60.
5-Ramón J.
Velásquez. “Aspectos de la Evolución Política de Venezuela en el Último Medio
Siglo”. Venezuela Moderna. Fundación Eugenio Mendoza. Caracas 1976. Pág.
163-164.
6-Luis José
Silva Luongo. “De Cipriano Castro a Carlos Andrés Pérez” (1899-1979). 1ª
edición Monte Avila Editores 2000. Pág. 291.
7-Sanín
(Alfredo Tarre Murzi). “Rómulo”. Vadell Hnos Editores. 1984. Pág. 316-317.
8-Rafael
Caldera. “La Venezuela Civil”. 1ª edición. Cyngular. 2011. Pág. 51.
9-G.D. Iván
Darío Jiménez Sánchez. “Los Golpes de Estado desde Castro hasta Caldera”.
Centralca. 1996. Pág. 114.
10-Ramón J.
Velásquez. Obra citada. Pág. 170-171-
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