2021: ¿tiempo de consensos?
Ramón Escovar León
El Nacional
El inicio de cada año invita a los pronósticos sobre el futuro. En esta faena de ejercicios proféticos suele imponerse la mirada pesimista basada en la idea de que “Todo es perfectamente empeorable”, como le decía Juan de Mairena a sus alumnos. Y esto porque cuando las cosas marchan mal, el transcurso del tiempo suele empeorar la situación.
El 2020 deja la pandemia en plena expansión, pero también una vacuna que comienza aplicarse masivamente en algunos países del planeta. (El papa Francisco pidió “vacuna para todos” en su mensaje de Navidad). Esto último abre una esperanza al mundo de que al final de este año podríamos estar mejor, en lo que atañe al covid-19. Sin embargo, no todos los países están en el mismo nivel ante los planes de vacunación ni se sabe si todas las opciones son iguales en eficiencia.
En Venezuela no se dispone de información sobre si existen posibilidades reales de vacunar a toda la población ni el momento en que cada habitante podrá recibir la vacuna. He aquí una materia que debe separarse de la lucha política cotidiana, por ser un espacio de interés general ajeno a discriminaciones y favoritismos populistas.
El principal objetivo mundial de este año 2021 es vencer el covid-19. Y ese es también la prioridad en Venezuela. En esta materia se requiere un consenso para sacar el combate contra el virus del terreno de las ideologías y de los dogmatismos. Los venezolanos debemos tener el derecho de escoger entre varias opciones aquella que cada cual estime sea la más segura. No es una decisión política sino de salud pública. Por esta razón, son los expertos quienes deben escoger la vacuna más conveniente para los venezolanos. Aquí no hay espacio para las solidaridades automáticas. Una comisión integrada, entre otros, por los doctores Rafael Orihuela, Enrique López Loyo, Julio Castro y Gustavo Villasmil, quienes, más allá de sus posiciones políticas, tienen mucho que aportar en esta fundamental área.
En el campo de la política los venezolanos tenemos razones para ser pesimistas. Una crisis política, económica y de salud pública que nos ha llevado a una situación de anarquía y de debilitamiento progresivo del Estado, como lo es el control de zonas del territorio por el hampa. Los hechos anuncian más radicalización y represión, lo que parece se va a imponer sobre el espíritu de tolerancia y reconciliación que una crisis como la que tenemos recomienda. La materia de los derechos humanos es algo que debe resolverse mediante la política. El fallecimiento del pemón Salvador Franco es un mal presagio sobre el continuo deterioro de los derechos humanos en nuestro país.
Una nueva Asamblea Nacional, que muchos se niegan a reconocer por ser producto de un proceso electoral cuestionado, le imprime más complejidad al asunto. Por si fuera poco, otro sector advierte que el período de la actual Asamblea concluye hoy, pero que extiende su vigencia hasta que haya un nuevo proceso electoral con garantías. La comunidad internacional está dividida frente a este caso inédito. Todo esto contribuye con la anarquía que impide atender las tareas fundamentales que la Constitución exige, y perjudica a los venezolanos de rompe y rasga. De esta manera, Venezuela puede dejar de ser un hecho integral para convertirse en una querella interminable.
Adicionalmente tenemos la disputa con Guyana, que es del más alto interés nacional y debe ponerse por encima de las luchas políticas internas. Este no es conflicto para solidaridades ideológicas ni para sectarismos excluyentes. Por eso, este asunto debe dejarse en manos de los expertos venezolanos, que los hay muy capacitados y confiables.
En el contexto anterior surge la necesidad del consenso, es decir, de acuerdos adoptados por el mayor número de participantes de la sociedad que le den sustentación a las políticas de Estado. El consenso es fuente de legitimidad y en Venezuela hemos tenido buenas experiencias como lo fue en 1958 el Pacto de Puntofijo: un acuerdo político que le dio base de apoyo a la naciente democracia, y que cumplió su objetivo. El consenso de ahora debe ser más amplio y profundo para que pueda comprometer a los distintitos sectores políticos y sociales. Resolver los problemas de salud pública, la disputa con Guyana, la crisis de gobernabilidad y de respeto a los derechos humanos son prioridades para el destino nacional.
Aquí adquiere relevancia el papel de los moderados en la búsqueda de los entendimientos necesarios. Los extremos radicalizan la lucha política cuando no hay nada en el medio. Los extremistas imponen sus agendas cuando los moderados guardan silencio. Todo esto requiere de discusión y confrontación fecunda de las ideas para que cada cual exprese su manera de ver el porvenir del Estado y de la sociedad.
La política no suele generar resultados previsibles. Pero en la medida en que se establezcan mecanismos de consensos, en lugar de confrontación, los habitantes de Venezuela podrán vivir mejor y más seguros. De ser así habrán razones para el optimismo y para que mañana pueda ser mejor que hoy.
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