El buen inicio de la Era Biden
Trino Márquez
Uno de los grades desafíos de Joe Biden consiste en acabar y
superar lo que podríamos llamar la cultura
Trump, basada en la pugnacidad permanente, la confrontación, el desprecio
por el adversario, el supremacismo blanco y el aislacionismo, en plena etapa de
despliegue de la globalización y la revolución informática, que han desbordado
las fronteras nacionales. Biden debe convertir esa pesadilla que fue Trump, en
una nota de pie de página; en un accidente que puede olvidarse con rapidez.
Su discurso de toma de posesión se
colocó en esa línea. Había quienes esperaban que se refiriera a los grandes
problemas del planeta en la actualidad. No fue así. Dada la situación existente
en Estados Unidos desde algunos meses antes de las elecciones de noviembre, el
nuevo Presidente de Estados Unidos tenía
que abordar, a partir de una visión general y estratégica, la compleja
encrucijada en la que se encuentra la sociedad norteamericana. Así lo hizo.
Trump deja un
país dividido y polarizado, en el cual el 6 de enero hubo un intento fallido de
golpe de Estado. Deja una sociedad enrumbada hacia una eventual guerra civil. Allí existen más armas de fuego
que población, muchas de las cuales se encuentran en manos de ese sector que simpatiza con el expresidente, precisamente el
más agresivo y belicoso. Washington fue militarizada para la transmisión de
mando. Parecía una ciudad en guerra. En ese ambiente erizado, las palabras del
nuevo mandatario tenían que dirigirse a desactivar la bomba solo mata gente
colocada por Trump en los cimientos del sistema institucional.
Biden dijo en su discurso inaugural:
“prevaleció la democracia”. “Querían expulsarnos de El Capitolio, pero no
pudieron”. En efecto, fue así. Luego de un breve parpadeo de algunas de las
figuras más importantes del Partido Repúblicano, estos recompusieron sus planos
e hicieron prevalecer los intereses de la democracia en un Estado federal tan
complejo como el estadounidense. Mike Pence -el vicepresidente, tratado siempre
como segundón por el empresario convertido en jefe de Estado- se le insubordinó
en el momento preciso. Se negó a desconocer la decisión de los colegios
electorales que habían ratificado la victoria inobjetable de Biden. El líder de la mayoría republicana en el
Senado, Mitch McConnell, también se distanció de Trump en el momento
crucial. Ahora lo señala como instigador de los bochornosos hechos ocurridos en
El Capitolio. El ala más moderada de los republicanos decidió no acompañar al
presidente saliente en esa aventura tan temeraria y peligrosa como era
descalificar los resultados de las elecciones del 3 de noviembre. Prevalecieron
los intereses nacionales sobre la insensatez de un megalómano, que no sabe cómo
manejar la frustración, y anda por la vida tratando de imponer su criterio
sobre la opinión de la mayoría.
Insistir en la importancia de la
“unidad nacional” estuvo entre los hilos conductores de la alocución de Biden.
Su diagnóstico fue breve, preciso e inapelable. La sociedad norteamericana solo
ha estado cohesionada durante períodos muy breves. Luego de finalizada la
Segunda Guerra Mundial. En algunos momentos de la Guerra Fría, especialmente cuando
la Crisis de los Misiles en octubre de 1962. Sin embargo, la nota dominante ha
sido la división entre blancos y negros;
entre el mundo rural y el mundo urbano; entre inmigrantes y nativos; entre
quienes se apañan con la globalización y quienes creen en el nacionalismo a
ultranza. Trump subrayó estos contrastes. Los alimentó. A la población negra la
despreció y agredió. Esa fue una de las causas fundamentales de su derrota. Ahora
a Biden le corresponde curar las heridas que las fracturas han provocado, como
él mismo lo señaló en sus palabras. Tiene que recomponer la nación, no a partir
de esos pedantes y odiosos slogans Make America
Great Again o America First,
sino del reconocimiento de que Estados
Unidos se convirtió en un país segmentado, atravesado por desigualdades y
contradicciones enormes, que ponen en peligro la posibilidad de emprender
proyectos nacionales de largo alcance.
Ahora, habrá que ver cuáles son las
primeras medidas que Biden anuncia con relación a América Latina y a Venezuela.
Por ahora, la oposición ha sido muy bien tratada. Juan Guaidó fue reconocido
como líder por Anthony Bliken, el nuevo Secretario de Estado; y Carlos Vechio estuvo
presente en el acto de juramentación, invitado por el nuevo Presidente.
El discurso de Biden no estuvo
dirigido al mundo. No fue urbi et orbi.
Se centró en la reconciliación, la lucha
contra los enemigos de la democracia y los factores que conspiran contra la
unidad nacional. Todo su esfuerzo, dijo, estará colocado en rehacer la unidad
de Estados Unidos. La crisis desatada por la Covid-19, inevitable de tratar,
fue tocada tangencialmente. Ya vendrán los anuncios.
¡Qué bueno ver de nuevo a un político
profesional de larga y probada trayectoria asumir la presidencia de Estados
Unidos! Los forasteros autoritarios y megalómanos solo causan grandes daños a
los países que gobiernan.
@trinomarquezc
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