COLLAGE SOBRE RÓMULO BETANCOURT (ILVII)
(Gobierno Constitucional –IX-)
Carlos Canache Mata
En los meses de
octubre y noviembre de 1960 aparece en el escenario político nacional un
proyecto o propuesta de derrocamiento del Gobierno Constitucional que preside
Rómulo Betancourt, distinto al ya conocido del clásico golpe militar;
posteriormente, ambos guiones sediciosos participaron en acciones conjuntas. El
año anterior, 1959, la dictadura cubana de Fulgencio Batista había sido desalojada
del poder por el triunfo de la guerrilla de Sierra Maestra, encabezada por
Fidel Castro, la cual, por cierto, no se declaraba marxista (eso lo hizo
después), por lo cual obtuvo el apoyo de los demócratas de todo el mundo,
incluyendo la no disimulada simpatía de sectores norteamericanos liberales. La
revolución cubana tiene gran repercusión en los países latinoamericanos. El
historiador Ramón J. Velásquez lo reseña magistralmente: “El triunfo de Fidel
Castro va a significar el comienzo de
una tumultuosa etapa en la historia continental, tanto por la intervención que
la URSS y la China continental van a tener en la política interna e
internacional del nuevo régimen cubano, adscrito a poco de existir a las tesis
marxistas-leninistas, como por la influencia que la tesis de Fidel Castro
tendrá de inmediato en la vida política y social de los otros países
latinoamericanos…Una nueva generación surge a las responsabilidades de la
política en los diversos países simultáneamente con el triunfo de Fidel Castro
sobre la tiranía de Batista y van a querer repetir la hazaña, lo mismo en
Venezuela que en el Perú, en Bolivia y en Colombia y los partidos de izquierda
se dividirán dando paso a nuevas organizaciones que en muchas ocasiones obligan
al comunismo tradicional a tomar posiciones que dentro de su estrategia
mundial, Moscú condena o mira con reserva” (1). En anterior Collage, hicimos
referencia a la incidencia del fidelismo cubano en el seno del partido fundado
por Rómulo Betancourt y su influencia en el proceso de la primera división de
Acción Democrática. El escritor Manuel Caballero, en su libro “Rómulo
Betancourt, leninismo, revolución y reforma”, lo comenta así: “Los estudiantes
se encienden al calor de la Revolución cubana, y el sector radical de Acción
Democrática monta tienda aparte en abril de 1960 y poco meses después estará
llamando a la insurrección contra el gobierno” (2).
El 14 de octubre
de 1960, el semanario Izquierda,
órgano del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), partido surgido de
aquella primera división de Acción Democrática, publicó un editorial titulado
“Hacia un cambio de gobierno”, del cual
tomaré algunos párrafos: “Venezuela es un país sin dirección. El gobierno que
rige los destinos de la nación está inmovilizado por una parálisis escalofriante
que deja sentir sus catastróficos efectos sobre todo el conjunto de nuestra
sociedad…La orfandad social del gobierno es cada día más evidente. Los mismos
sectores oligárquicos que saludaron su advenimiento, le están dando la espalda.
La burguesía quiere sirvientes. Pero los quiere diligentes, efectivos,
trabajadores…Hemos destruído mediante nuestra acción sistemática los últimos
vestigios de apoyo que pudiera tener el gobierno en algunos sectores…Nuestro
trabajo ha servido para aprovechar el estado inorgánico de descontento y
sistematizarlo en un gran movimiento de opinión adverso al régimen…Hemos
cumplido la primera etapa…Pero ahora necesitamos una línea permanente que
movilice para la acción de las grandes masas populares…Ahora es evidente que no
hay solución dentro del marco de la situación actual. No hay posibilidad de
viraje con un gobierno cuya naturaleza de clase lo imposibilita para acometer
esta empresa…No puede haber otra salida que el cambio de gobierno, la
sustitución del régimen actual por otro que responda a los intereses del
pueblo…Este es el objetivo concreto de lucha…Nosotros hemos hecho línea del
movimiento el sentir total del pueblo: la consigna del cambio de gobierno. El
pueblo tiene la última palabra” (3).
El Ministro de Relaciones
Interiores, doctor Luis Augusto Dubuc, consideró que el contenido del editorial
era francamente insurreccional y que el Gobierno no podía permanecer
indiferente ante el mismo, porque “estaba obligado a garantizar la estabilidad
de las instituciones democráticas que el pueblo venezolano se había dado
después de duros años de batallar contra distintas dictaduras, y de haber
alcanzado un régimen democrático en unas elecciones que eran orgullo no sólo de
Venezuela, sino de todo el continente”. Señaló, además, que se había ordenado
la detención de algunos de los redactores del semanario.
Octubre y
noviembre de 1960 fueron, como dice Ramón J. Velásquez, “meses candentes”, con “mitines
estudiantiles, fogatas frente a los liceos, asaltos y quemas de autobuses,
choque a piedras con los policías”, acciones que se intensifican con las detenciones
provocadas por el editorial antes mencionado. Velásquez relata: “El Ministerio
de Educación ordena la clausura temporal de labores docentes en los liceos de
Caracas frente a la repetición de los actos de violencia que interrumpían la
actividad normal de la capital. La medida de suspensión de labores en los
planteles de educación secundaria es el motivo alegado por la Federación de
Centros Universitarios para ir a la huelga. Acuerda la asamblea universitaria
enviar brigadas estudiantiles a los barrios, a los cerros y a las fábricas ‘a explicar la gravedad de la situación
nacional y la necesidad de estar alerta’. El Consejo Universitario decide el 26
de octubre, suspender las clases, mientras que el Ministro Dubuc acusa al
Partido Comunista y al Movimiento de Izquierda Revolucionaria de los sucesos y
el Presidente Betancourt declara que estos partidos han lanzado a los
adolescentes como carne de cañón, a la calle. Se producen manifestaciones en
Coro, Maracaibo y Maturín. Serios incidentes en Valle de La Pascua y
Barquisimeto. En el curso de tres semanas han estallado dieciocho bombas en San
Cristóbal. Hay disturbios en los barrios del oeste de Caracas, en Lomas de Urdaneta,
en Pro Patria, tiroteos en El Cementerio, muertos y heridos en el ’23 de
Enero’. Ocho hombres armados asaltan los talleres donde se imprimen ‘Tribuna
Popular’, ‘Dominguito’, ‘URD´, los periódicos de la oposición, destruyen las
instalaciones eléctricas, destrozan máquinas y desaparecen” (4). Lo contado
conforma, a ojos vista, un evidente y preocupante cuadro insurreccional.
Ante esa
situación, el 1° de noviembre de 1960 se realiza en la Plaza de El Silencio de
Caracas una gigantesca manifestación de masas obrero-campesinas, en respaldo
del Gobierno Constitucional, con la participación de delegaciones del interior del país.
Después de los líderes de los trabajadores, intervino el Presidente Betancourt,
quien resaltó en su discurso que era “la
primera vez en que dialogo verbo a verbo con el pueblo de Venezuela después del
atentado del 24 de junio”. Ratificó que “Venezuela no está dispuesta a tolerar
la implantación en el país de una dictadura de tipo totalitario y fascistoide,
ni de una dictadura de tipo totalitario y comunistoide”. En relación a los
sucesos que habían conmovido al país, expresó: “Y precisamente, si algo hay de
repudiable en quienes, en días recientes, mantuvieron a la ciudad de Caracas y
a algunas otras del país en zozobra permanente, lo constituye el hecho de
utilizar como instrumento de sus actividades políticas insurreccionales a
adolescentes de los liceos, y a los muchachos que en las barriadas periféricas
de Caracas deambulan sin oficio ni beneficio. Frente a esos brotes insurreccionales,
de cuya perfecta elaboración esquemática tenemos las pruebas en documentos
incautados por la policía, adoptó el
Gobierno una actitud que fue calificada de blanda. Durante tres o cuatro días
centenares de adolescentes estuvieron incendiando vehículos, atentando contra
las personas y contra las propiedades. El Gobierno no procedía a disolverlos
por temor de que un muchacho o una muchacha de catorce años fuera alcanzado por
una bala; pero llegó el momento en que se estableció un sólido, compacto y absurdo
frente único entre esos hombres de la ultraizquierda, los residuos de la
dictadura y el hamponato. Y una mañana, la populosa barriada del 23 de Enero,
donde viven más de cien mil personas, contempló el espectáculo de
establecimientos comerciales saqueados y destruídos, de hogares asaltados, del
Banco Obrero desmantelado, y en ese momento asumí ante mi país y ante la
Historia la responsabilidad de ordenarles a las Fuerzas Armadas que
restablecieran la tranquilidad pública”.
Luego pasó a
defender su gestión gubernamental. “Las campañas de todo orden adelantadas
contra el régimen constitucional, en armonioso frente único los epígonos con
añoranzas de la dictadura liquidada el 23 de enero y los seudoizquierdistas, se
orientan a decir que éste es un Gobierno de brazos cruzados, inmovilista,
despreocupado ante los problemas colectivos”. Como se había repartido una hoja
suelta anónima en la que se decía que “el Gobierno no se acuerda de los
campesinos sino para echarlos a pelear contra los estudiantes; pero les niega
los créditos y la tierra”, el Presidente afirmó: “Bien saben ustedes cómo en
dos años de Gobierno Constitucional se han distribuído entre los campesinos sin
tierra más de 800.000 hectáreas (líneas más adelante señaló que “de aquí al mes
de diciembre serán distribuídas quinientas mil hectáreas más entre los campesinos
sin tierra”, nota de CCM) y se han dado préstamos por casi 100 millones de
bolívares, y está financiada la compra por el Banco Agrícola, a precios fijos y
remunerativos, de las extraordinarias cosechas de maíz, arroz, caraotas y
verduras que se producirán en Venezuela. Saben ustedes cómo el Banco Obrero y
la División de Vivienda Rural del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social,
han construído, en lo que va de régimen costitucional, 5.500 casas; y están en
construcción 6.000; y personas de la clase media y trabajadora han recibido
préstamos del Banco Obrero por más de 100 millones de bolívares, para
construír, refaccionar o ampliar sus casas de habitación”. Como se criticaba un
aumento de la burocracia, el Presidente alegó que lo que no se dice es que “entre ese aumento de la burocracia se
cuenta el de trece mil maestros de escuelas y
ha sido posible así elevar hasta un millón doscientos mil (medio millón
más que en 1957) los niños que acuden a desasnarse en las escuelas de la
República” y que “se ha aumentado en 12.500 los empleados y trabajadores de los
hospitales del Estado, porque si algún propósito definido y enérgico tenemos es
el de defender la salud del principal capital de la nación: su capital humano”.
Ante la acusación
de que el Gobierno es entreguista frente al capital extranjero, el Presidente
Betancourt hizo una argumentación contundente: “Somos antiimperialistas, pero
entendemos el antiimperialismo como una actidud de defensa de los intereses de
Venezuela y de nuestra América. Y no el antiimperialismo que en el juego
mundial de las potencias ataca a Estados Unidos para ponerse al servicio de la
política expansionista soviética. Y por entiimperialistas no se ha concedido ni
se concederá un milímetro de subsuelo venezolano a concesionarios extranjeros.
Y por antiimperialistas vamos a poner a funcionar la Corporación Venezolana del
Petróleo; y por antiimperialistas vamos a Bagdad y a Beirut a promover un
acuerdo entre los países productores de petróleo, a fin de defender el justo
precio a que debe ser pagado este producto privilegiado de la naturaleza”. Se
refirió a otras realizaciones de su Gobierno.
Volvió a los
sucesos insurreccionales del mes de octubre. El Presidente Betancourt,
manifestó; “Creo que ustedes saben, sin decírselo yo mismo, cómo han sido
ásperos, duros para mí estos días recientes. Cuando sentía el foetazo de los
balazos en la alta noche se me encogía el corazón, porque si algo he querido
siempre y deseé siempre es que bajo mi Gobierno nadie padeciera por acción del
Gobierno…Quiero aquí decirles a los familiares de quienes fueron las víctimas
en esta jornada: gentes del pueblo, gentes humildes, ya que ninguno de los
líderes fue víctima porque ellos mandaban a los otros como carne de cañón
mientras se quedaban escondidos; quiero decirles a los familiares de las
víctimas civiles y militares de estos sucesos, que el Gobierno velará por su
suerte” (5).
Entra el mes de
noviembre, y los disturbios no cesan. En el centro de Caracas, en los barrios,
en los alrededores de los liceos, en la Universidad, la agitación y las
prostestas subversivas aumentan. El día 16 se retira URD del Gobierno de
coalición, problema adicional en el clima de tensión que se vivía. “La quema de
vehículos casi paraliza la circulación”, anota Ramón J. Velásquez, quien
también señala: “El balance de los sucesos de octubre y noviembre fue de 19
muertos (15 civiles, 2 soldados, 1 vigilante de tránsito, 1 policía); 300
heridos; 4 jefaturas civiles asaltadas; 6 casillas de policía incendiadas; 18
radiopatrullas quemadas y 14 autobuses de pasajeros quemados” (6).
El 28 de noviembre, el Presidente Betancourt
en Consejo de Ministros, decide la suspensión de las garantías constitucionales
en todo el territorio nacional para ayudar al logro de la vuelta a un clima de
paz y tranquilidad, y se dirige al país en una exposición, de cuya versión
taquigráfica tomamos algunos párrafos: “Debo informarles que en la mañana de
hoy el Consejo de Ministros acordó suspender las garantías constitucionales por
tiempo indeterminado y en todo el territorio nacional. Esta medida extrema la
ha adoptado el Gobierno que presido porque tiene la convicción, avalada por
documentos serios, de que en Venezuela se está proyectando una insurrección de
los sectores extremistas de los cuales han sido episodios una serie de
acontecimientos violentos que se han realizado a lo largo del país…Se ha
producido en Caracas un brote que es un paso más dentro del plan perfectamente
articulado por los sectores extremistas, a los cuales voy a ponerles nombre y
apellido: el Partido Comunista y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Ese
plan tiene como objetivo el derrocamiento del Gobierno constitucional para que
en Venezuela se establezca un régimen similar al que existe en Cuba…Puede tener
la seguridad la ciudadanía de que en un Gobierno por mí presidido y con un
Consejo de Ministros integrado por miembros de partidos políticos de honrosa
trayectoria y por ciudadanos políticamente independientes de bien probada
vocación democrática, esta suspensión de garantías no será utilizada para
realizar desmanes…Debo decirle al país que al suspenderse las garantías, he
ordenado que, como un respaldo a las fuerzas policiales y a las Fuerzas Armadas
de Cooperación, salgan a las calles contingentes del ejército y de la
infantería de marina en el Departamento Vargas…Tengan fe en que su Gobierno
procederá con energía, pero en ningún caso se desmandará porque nosotros
queremos evitar hasta lo imposible que se derrame sangre de venezolanos…Por eso
se mantendrán suspendidas las garantías constitucionales hasta que haya un
clima cabal de paz y tranquilidad en la nación” (7).
En el próximo
Collage, nos referiremos a las medidas económicas dictadas a finales de ese año
1960.
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Notas
1-Ramón J.
Velásquez. “Aspectos de la evolución política de Venezuela en el último medio
siglo”. Venezuela Moderna. Fundación Eugenio Mendoza. Caracas 1976. Pág.
186-187.
2-Manuel
Caballero. “Rómulo Betancourt, leninismo, revolución y reforma”. Fondo de
Cultura Económica. México. Primera edición, 1997. Pág. 31.
3-Historia Gráfica
de Venezuela. José Rivas Rivas. Tomo VIII. El Gobierno de Rómulo Betancourt.
1959-1960. Centro Editor, c.a. Caracas. 1982. Pág. 195.
4-Ramón J. Velásquez.
Obra citada. Pág. 212 y 213.
5-Todas las citas
de ese discurso del Presidente, pronunciado en la Plaza de El Silencio el 1° de
noviembre de 1960: en Rómulo Betancourt. “La Revolución Democrática en
Venezuela”. 1959-1964. Caracas/1968. Tomo I. Pág. 426-433.
6-Ramón J. Velásquez.
Obra citada. Pág. 214 y 215.
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