Luis Ugalde
El Nacional
El poder tiene sus tentaciones y produce sus monstruos. La democracia los restringe y sabe salir sin traumas de los gobernantes que son indeseables hoy, aunque amados ayer; eligen a otro y se acabó.
En las autocracias la agonía del dictador se convierte en matadero para el país, porque su poder perpetuo vale más que la gente. Hitler al final decía que si el pueblo alemán no era capaz de defender el Tercer Reich con su vida, no era digno de seguir existiendo. Como Gadafi: "Todo el mundo me adora" y, si no, muerte a los traidores. Los que ayer lo adoraban hoy gritan: "Queremos que se vaya, no podemos aguantar más", "han sido 42 años de represión, no tenemos nada. Todo el dinero, todas las tierras, todos los edificios... todo es suyo", "queremos que nuestro país nos pertenezca".
A los dictadores disfrazados de mesías salvadores, hoy en Libia, ayer en Egipto y Túnez, se les cae la máscara en este carnaval del poder.Los gobernantes terminan su mandato, y próximamente lo hará el nuestro. ¿Democráticamente y en paz, o trágicamente, como los dictadores? Es la pregunta hoy en Venezuela.Llegaron en nombre de los pobres, para acabar con la corrupción y liberar a los oprimidos.Luego se apropiaron de todo el poder para el mesías y, disfrazados, jugaron a la perpetuación en el poder. En Libia, en Egipto, en Cuba... desde la "revolución" formaron dinastías familiares, se olvidaron de los pobres, ignoraron las necesidades de los jóvenes y se apropiaron de las riquezas del país miles de millones de dólares para ellos, su familia y su camarilla.
En Venezuela, a pesar de la miseria real y del fracaso de este modelo insensato e inviable, continúa la máscara retórica "revolucionaria", como la música en el naufragio del Titanic.
Piensan que es invencible la mentira presentada con gráficos, láminas "científicas" y econometría, o con elocuencia demagógica revestida de bella propaganda pro agricultura con inexistentes campos floridos, siembras cargadas de cosechas y cientos de miles de viviendas soñadas... Pero no hay Carnaval eterno y el Miércoles de Ceniza "en polvo te has de convertir".
Caída la máscara de las promesas por incumplimiento, se revela la cruel realidad venezolana, con producción paralizada, importaciones desbocadas, ineficacia, corrupción e inflación. Luego de 12 años, no bastan la mentira, el miedo y el clientelismo con altos precios petroleros para perpetuarse. El Gobierno venezolano ha fracasado; lamentable es su realidad y peor su proyecto, empecinado en implantar un estatismo a la cubana. Guardan en la nevera la Habilitante y decenas de leyes aprobadas a medianoche e inconstitucionalmente, listas para imponerlas cuando el país esté distraído. Sin propiedad privada, ni productividad, sin descentralización y con todo el poder para el jefe.
Esa fórmula de nuestra "revolución" ha fracasado en todas partes y la miseria cubana sin libertades es su última muestra, después de Gadafi. Razón tienen los obispos cuando advierten: "Las autoridades del Estado no pueden asumir el control total de la vida de las personas, y tampoco establecer las condiciones para eternizarse en el ejercicio del poder. Es contrario a los valores cristianos, a los derechos humanos y al sentido común destruir al que piensa diferente o condenarlo al silencio".
El cambio pacífico depende de las virtudes de los demócratas y de la visión de sus líderes, de su rápida unión en lo fundamental y su apertura a los demócratas de todo color, con un candidato visible y claro, con una propuesta que entusiasme, aglutine y movilice al país para el cambio el año que viene. La mayoría se siente amenazada y quiere cambio, pero le parece que los líderes andan dispersos y distraídos en sus pequeños intereses. No es toda la verdad, pero sí la percepción de muchos que necesitan ver señales positivas inequívocas. Necesitamos llegar a las Navidades con un candidato único, elegido democráticamente en primarias y con un mensaje claro, afilado y rotundo. Todos los que quieren ser candidatos que se midan en primarias cuanto antes y luego apoyen al ganador para lograr lo único imprescindible. Las tentaciones del poder también viven en la oposición, aun en los que tienen menos probabilidades, pero hay que vencerlas. La población está impaciente y mañana será tarde
El poder tiene sus tentaciones y produce sus monstruos. La democracia los restringe y sabe salir sin traumas de los gobernantes que son indeseables hoy, aunque amados ayer; eligen a otro y se acabó.
En las autocracias la agonía del dictador se convierte en matadero para el país, porque su poder perpetuo vale más que la gente. Hitler al final decía que si el pueblo alemán no era capaz de defender el Tercer Reich con su vida, no era digno de seguir existiendo. Como Gadafi: "Todo el mundo me adora" y, si no, muerte a los traidores. Los que ayer lo adoraban hoy gritan: "Queremos que se vaya, no podemos aguantar más", "han sido 42 años de represión, no tenemos nada. Todo el dinero, todas las tierras, todos los edificios... todo es suyo", "queremos que nuestro país nos pertenezca".
A los dictadores disfrazados de mesías salvadores, hoy en Libia, ayer en Egipto y Túnez, se les cae la máscara en este carnaval del poder.Los gobernantes terminan su mandato, y próximamente lo hará el nuestro. ¿Democráticamente y en paz, o trágicamente, como los dictadores? Es la pregunta hoy en Venezuela.Llegaron en nombre de los pobres, para acabar con la corrupción y liberar a los oprimidos.Luego se apropiaron de todo el poder para el mesías y, disfrazados, jugaron a la perpetuación en el poder. En Libia, en Egipto, en Cuba... desde la "revolución" formaron dinastías familiares, se olvidaron de los pobres, ignoraron las necesidades de los jóvenes y se apropiaron de las riquezas del país miles de millones de dólares para ellos, su familia y su camarilla.
En Venezuela, a pesar de la miseria real y del fracaso de este modelo insensato e inviable, continúa la máscara retórica "revolucionaria", como la música en el naufragio del Titanic.
Piensan que es invencible la mentira presentada con gráficos, láminas "científicas" y econometría, o con elocuencia demagógica revestida de bella propaganda pro agricultura con inexistentes campos floridos, siembras cargadas de cosechas y cientos de miles de viviendas soñadas... Pero no hay Carnaval eterno y el Miércoles de Ceniza "en polvo te has de convertir".
Caída la máscara de las promesas por incumplimiento, se revela la cruel realidad venezolana, con producción paralizada, importaciones desbocadas, ineficacia, corrupción e inflación. Luego de 12 años, no bastan la mentira, el miedo y el clientelismo con altos precios petroleros para perpetuarse. El Gobierno venezolano ha fracasado; lamentable es su realidad y peor su proyecto, empecinado en implantar un estatismo a la cubana. Guardan en la nevera la Habilitante y decenas de leyes aprobadas a medianoche e inconstitucionalmente, listas para imponerlas cuando el país esté distraído. Sin propiedad privada, ni productividad, sin descentralización y con todo el poder para el jefe.
Esa fórmula de nuestra "revolución" ha fracasado en todas partes y la miseria cubana sin libertades es su última muestra, después de Gadafi. Razón tienen los obispos cuando advierten: "Las autoridades del Estado no pueden asumir el control total de la vida de las personas, y tampoco establecer las condiciones para eternizarse en el ejercicio del poder. Es contrario a los valores cristianos, a los derechos humanos y al sentido común destruir al que piensa diferente o condenarlo al silencio".
El cambio pacífico depende de las virtudes de los demócratas y de la visión de sus líderes, de su rápida unión en lo fundamental y su apertura a los demócratas de todo color, con un candidato visible y claro, con una propuesta que entusiasme, aglutine y movilice al país para el cambio el año que viene. La mayoría se siente amenazada y quiere cambio, pero le parece que los líderes andan dispersos y distraídos en sus pequeños intereses. No es toda la verdad, pero sí la percepción de muchos que necesitan ver señales positivas inequívocas. Necesitamos llegar a las Navidades con un candidato único, elegido democráticamente en primarias y con un mensaje claro, afilado y rotundo. Todos los que quieren ser candidatos que se midan en primarias cuanto antes y luego apoyen al ganador para lograr lo único imprescindible. Las tentaciones del poder también viven en la oposición, aun en los que tienen menos probabilidades, pero hay que vencerlas. La población está impaciente y mañana será tarde
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