MOISES NAIM
La segunda guerra civil que estallará en Estados Unidos será más
devastadora que la que comenzó en 1861. En ese primer conflicto murieron
más estadounidenses que los que han fallecido en todas las guerras en
las que ha participado ese país desde entonces.
Pero la segunda guerra civil que ocurrirá a finales de este siglo
será mucho peor. La nación quedará dividida entre los estados “rojos”
del sur y los “azules” del norte. El cambio climático habrá alterado
drásticamente fronteras y formas de vida. El estado de Florida, por
ejemplo, ya no existirá y más bien se podrá navegar por lo que para
entonces se llamará el mar de la Florida. Un ataque terrorista esparcirá
un nuevo agente biológico que desencadenará una pandemia que durará una
década y matará a más de 110 millones de personas.
Estos no son los pronósticos de un futurólogo, sino los de un
novelista. Omar El Akkad (35 años) nació en Egipto, creció en Qatar y
trabajó como periodista en Canadá. Ha cubierto la guerra en Afganistán,
la prisión de Guantánamo, la primavera árabe y los conflictos raciales
en Ferguson, Misuri. Esos y otros acontecimientos le sirven de
inspiración para su inquietante primera novela, American War (La guerra americana).
Últimamente han proliferado las novelas distópicas, historias que
ocurren en un futuro espantoso y esta, ciertamente, puede incluirse en
esta categoría.
La “guerra americana” de este libro ocurre entre 2074 y 2095 y, si
bien el desencadenante más inmediato es el asesinato del presidente de
Estados Unidos a manos de un terrorista suicida, el contexto que la
nutre es una sociedad profundamente dividida en sus valores, estilos de
vida y preferencias políticas. Esta extrema polarización se desborda a
raíz de la promulgación de una ley que prohíbe el uso de combustibles
fósiles en todo el país. Inmediatamente Misisipi, Alabama, Georgia,
Carolina del Sur y Texas rechazan la ley y declaran su independencia,
comenzando así la segunda guerra civil.
El Akkad desarrolla la trama a partir de los Chestnut, una familia
“normal” de esos tiempos. Parte de esa“normalidad” es que la guerra les
alcanza y terminan viviendo durante largos años en un campamento de
refugiados que, cruel ironía, se llama Campo Paciencia. El autor conoce
bien los campamentos de refugiados de Oriente Próximo y usa lo que ha
visto para transmitirnos vívidamente las terribles condiciones de estas
precarias ciudades temporales que casi siempre terminan siendo
permanentes.
Las circunstancias de la familia Chestnut se ven constantemente
sacudidas por conflictos políticos que se nutren de odios ancestrales, y
que son potenciados por el cambio climático y las nuevas tecnologías.
El personaje central es una de las hijas, Sara T. Chestnut, a quien
todos llaman Sarat. Dana, su hermana gemela, muere cuando su autobús es
atacado con misiles disparados desde un avión sin tripulantes, un drone.
En esta historia los drones son una presencia constante. También el
terrorismo. En el Campamento Paciencia, la joven Sarat es reclutada y
radicalizada por un hombre mayor que resulta ser un agente del Imperio
Buazizi. Este inesperado imperio ha surgido después de que múltiples
revoluciones en los países árabes y regiones de Asia Central crearan las
condiciones para formar una sola nación, cuya capital es Cairo. China y
el Imperio Buazizi tienen las economías dominantes del planeta, y
millones de europeos emigran al norte de África para buscar allí las
oportunidades de trabajo que no consiguen en sus países, después del
colapso de la Unión Europea. El nombre de este nuevo imperio está
cargado de significado: Mohamed Buazizi fue el joven tunecino cuya
inmolación en 2010 provocó las revueltas populares que terminaron
derrocando al dictador de ese país y estimulando la primavera árabe. En
la novela, el Imperio Buazizi hace lo que puede para fomentar los
conflictos y divisiones en Estados Unidos e impedir que este potencial
rival se recupere. Y obtiene un triunfo en este sentido cuando su agente
Sarat logra infiltrarse en la ceremonia que marca la reunificación de
Estados Unidos e introduce el agente biológico que desencadena la
pandemia que postrará al país durante largos años.
El propósito implícito de muchas novelas distópicas es ilustrar el
mundo de hoy a través de la descripción del futuro. Esto lo logra muy
bien El Akkad. Él ha dicho que cuando comenzó a escribir el libro, hace
tres años, su propósito era “acercar a sus lectores a los horrores
producidos por la violencia sectaria y mostrarles cómo el deseo de
venganza es universal”. También reconoce que no había anticipado que su
entonces muy especulativa premisa (que una potencia foránea interviene
en la política estadounidense para ampliar las fisuras existentes)
pudiese llegar a ser la realidad que hoy domina la conversación nacional
americana.
Pero quizás el mayor logro de esta novela es que nos hace sentir
que ominosas situaciones extremas que ahora nos parecen inverosímiles
quizás no sean tan improbables y remotas como creemos. Y que todo
depende de nosotros y lo que hagamos ahora.
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