El primer deber de un preso político es liberarse de la dictadura para seguir luchando y Antonio Ledezma lo hizo.
Con ello, al igual que con la valentía de Leopoldo López, entre
otros, se ha puesto de nuevo en el tapete que en Venezuela hay
centenares de presos políticos, torturados, perseguidos y exiliados por
pensar distinto. Descaradamente el régimen monta falsos positivos.
Sobre la mentira, construye expedientes y emite órdenes de captura para
juicios amañados.
Quedó demostrado con el testimonio de la arrepentida juez que condenó
a Leopoldo López, Ralenis Tovar, quien ha solicitado asilo político en
Canadá, declarando que sus colegas, un juez y un fiscal, fueron
asesinados. Antes de ella, el fiscal del caso, Franklin Nieves, había
confesado que “el 100% de las pruebas contra López, se inventaron”.
Por eso creo que la decisión de Antonio Ledezma de liberarse de las
ataduras a la que estaba sometido ilegal e injustamente por el régimen
madurista, ofrece una oportunidad para que el dirigente opositor pueda
influir positivamente con su experiencia en el esfuerzo unitario
indispensable para restablecer la vigencia plena de la Constitución y el
Estado de Derecho.
El ilegal encarcelamiento de 316 dirigentes políticos y sociales es
la prueba mas contundente de que estamos frente a una dictadura que no
respeta a los representantes escogidos legítimamente por el pueblo, como
los diputados Freddy Guevara, vicepresidente de la AN, Lester Toledo y
hasta un diputado del PSUV como Germán Ferrer, todos perseguidos, al
igual que la Fiscal General Luisa Ortega Díaz , sin olvidar la tortura
al General Raúl Baduel, encerrado en lo que llaman “La Tumba” en los
sótanos del Sebin. Como el alcalde de San Cristóbal, Daniel Ceballos y
los diputados Gilber Caro y Wilmer Azuaje, detenidos e incomunicados en
cárceles militares o en penales de alta peligrosidad.
Por un país preso del hambre, la miseria y la violencia que ha
acabado con la vida de 250.000 personas por la inseguridad, además de
los muertos por desnutrición, sobre todo niños, y los 2 millones de
venezolanos que han emigrado forzosamente, es que estamos obligados
-independientemente de los matices y la pluralidad que son las
características de la alternativa democrática – a dialogar también entre
nosotros para debatir nuestras diferencias y establecer una agenda que
sirva de guía a una acción más coherente en los distintos escenarios
donde debemos actuar, en lo nacional e internacional.
Cualquier desenlace que facilite el cambio urgente que reclamamos
como país requiere de la fuerza y la musculatura de la sociedad
democrática que debe organizarse y movilizarse en todas las formas de
lucha, de manera óptima e inteligente.
Los líderes deben hablar entre ellos y evitar por todos los medios
calificarse, descalificando al otro. La mejor manera de calificarse es
con propuestas y trabajo. Todos hemos hecho aportes y sacrificios. Todos
somos necesarios en la transición para sacar a Venezuela del abismo
donde se encuentra.
Estamos ante una situación de verdadero desastre nacional. Los
venezolanos mueren de hambre y enfermedades no tratadas porque los
precios de los alimentos y las medicinas hace rato que se devoraron a
los salarios. Es como si hubiéramos sufrido un terremoto o un tsunami.
Las calamidades que estamos sufriendo nos obligan a todos los dirigentes
políticos y sociales democráticos a superar urgentemente nuestra
diferencias y enfrentar unidos esta tragedia.
Debemos sumar esfuerzos y no hacerle el juego al régimen,
dividiéndonos. Hay que articular la recuperación del país con sentido de
emergencia. No hay tiempo para las disquisiciones políticas. El momento
es ahora. Llegó la hora de remar en la misma dirección, apartados del
cálculo político pequeño y mezquino que no sabe de la grandeza que el
momento requiere para enfrentar al autócrata Nicolás Maduro y exigir
unidos la ayuda humanitaria de alimentos y medicinas, la libertad de los
presos políticos, el cese de las persecuciones y el regreso de los
exiliados, la restitución de las competencias de la Asamblea Nacional,
la realización de elecciones libres independientes con un nuevo Consejo
Nacional Electoral y con observadores internacionales imparciales.
Finalmente, debemos superar el falso dilema de los que, desde el
régimen madurista, sin asumir sus errores, creen que mientras la
situación del país empeora, por sanciones y embargos, ellos adquieren un
mayor control y por otro lado, los radicales de la oposición, que
esperan que el Estado delincuente, en una Venezuela arrasada por el
hambre y el empobrecimiento, sea expulsado del poder.
En ambos casos, pareciera que la apuesta es la devastación final de
Venezuela, cuando lo que debemos hacer es convencer que la vía es la
negociación para derrotar el mensaje de odio y destrucción, que es una
de las principales causas de los males que padecemos, producto de la
dictadura de la corrupción de Maduro que impunemente permitió el saqueo
de más de 300 mil millones de dólares del patrimonio de todos los
venezolanos.
El foco debe ser que se realicen elecciones presidenciales en el 2018
con todas las garantías, que debemos conquistar con la mayor presión
posible, y lograr así una movilización gigantesca, de manera que sean
los votos los que permitan iniciar el camino de la transición hacia el
cambio. Para ello es indispensable fortalecer la unidad y escoger entre
todos, no sólo un líder, sino una agenda incluyente, con la amplitud
necesaria para conformar un gobierno de unidad nacional.
@TablanteOficial
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