EL EXPERIMENTO
MACARIO SCHETTINO
La Revolución Rusa, que hoy cumple cien años, creó el primer país comunista de la historia. El golpe de mano de Lenin no sólo le permitió llegar al poder, sino aplicar su versión de las ideas de un filósofo alemán muerto tres décadas antes: Carlos Marx.
Rusia se extendió en 1922 para conformar la URSS, y por los siguientes 25 años fue el único país comunista en el mundo. (Por cierto, ayer cometí un error imperdonable, Stalin era georgiano, y cometió su más terrible matanza en Ucrania). La derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial le permitió extender su influencia a lo que por muchos años se llamó “Europa del Este”, convirtiendo a muchos países en comunistas. En 1949, el Partido Comunista Chino logró derrotar a la república en ese país, y se sumó al grupo, y para 1953 logra un arreglo con Estados Unidos para dividir Corea, quedando bajo control comunista la parte norte. Para 1959 se suma Cuba,
y en los años setenta varios países africanos, con gobiernos promovidos
por la URSS y Cuba, especialmente. También en esa década terminan las
guerras de liberación en Indochina, y Camboya, Laos y Vietnam se suman al grupo de países comunistas.
Al día de hoy, sólo cinco países dicen seguir siendo comunistas:
Corea del Norte, Cuba, Laos, China y Vietnam. Los dos primeros son en
realidad monarquías familiares, Laos es más bien una dictadura militar,
y los otros dos tienen gobiernos autoritarios, pero con un sistema
económico que difícilmente puede considerarse comunista. Son los únicos
que crecen, por cierto, los tres primeros viven en absoluta miseria.
A pesar de que las “predicciones” de Marx indicaban que el comunismo
sería una fase evolutiva del capitalismo, lo normal fue que se
convirtieran al comunismo países que no habían pasado por aquel sistema.
Los países africanos y de Indochina se hicieron comunistas como
resultado de sus guerras de liberación nacional (como entonces se les
decía); Rusia y China pasaron de ser imperios (de servidumbre y
esclavismo) al comunismo. Sólo los países de Europa del Este tenían algo
de desarrollo capitalista, y su paso al comunismo no fue decidido por
ellos, sino impuesto por la URSS. Cuba, finalmente, era el país con
mayor desarrollo económico de América Latina antes de Fidel Castro.
El fracaso económico del comunismo no debería requerir explicación.
La idea de que se puede planear la producción de forma centralizada
fracasó rotundamente, y en todos los casos los habitantes de países
comunistas vivían en peores condiciones materiales que sus vecinos
capitalistas. Hubo gran cobertura en educación y salud,
sin embargo, y desde los años sesenta los países comunistas utilizaron
al deporte y la cultura como instrumentos de promoción. En esas áreas sí
existía una meritocracia, y quienes destacaban podían vivir bien. Las
mayorías, sin embargo, no tenían acceso a esa vida. A la caída de la
URSS, creo que no podemos encontrar diferencia significativa en
educación y salud entre quienes vivieron bajo regímenes comunistas y
occidente, y sí había una gran distancia en todo el resto del bienestar
material, así como en libertades y derechos humanos. Un fracaso, pues.
Quienes defienden a Marx afirmaron por mucho tiempo que en esos
países se vivía mejor, aunque raro fue el que decidió marcharse a ese
paraíso. Después nos dijeron que el problema fue aplicar el marxismo en
sociedades atrasadas. Lo que nunca hicieron fue reconocer que todas las
predicciones de Marx fueron erradas, que su interpretación del
funcionamiento de la economía no tiene sentido, y que sus ideas acerca
de la sociedad, como muchas otras contemporáneas, son naturalmente
autoritarias.
El gran fracaso del experimento comunista no se ha reflejado en una
revisión profunda de la academia. Las utopías son difíciles de destruir.
Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 7 de noviembre de 2017.
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