ALEJANDRO TARRE
¿Cuál fue el principal problema de la oposición el pasado 15O? Para
muchos la respuesta es la oposición misma: los votantes que, azuzados
por líderes irresponsables que promovieron un boicot como el de 2005,
decidieron suicidarse a través de la abstención.
Si uno ve bien, sin embargo, el perímetro del error que señalan es
más estrecho. En comparación a las pasadas regionales la abstención fue
baja. El problema no fue entonces la abstención con mayúscula sino que
la participación no fue tan alta como la de las elecciones
parlamentarias de 2015.
A los votantes opositores, víctimas de un colapso social y económico
sin precedentes en la historia de América Latina, se le reclama que no
tuvieron un desempeño estelar.
Y, como si fuera poco, se les pide que acepten dos dudosas proposiciones:
I. ¿Se puede separar la abstención del fraude?
En una democracia es altamente improbable que un gobierno con un 20%
de popularidad, responsable de un colapso del PIB per cápita de casi el
40%, obtenga una contundente victoria electoral.
Pero Venezuela no es una democracia. En nuestro país hay un sistema político que hace posible esta anomalía.
El control casi absoluto del partido de gobierno sobre las
instituciones del Estado le permite manipular las condiciones
electorales a su favor. Pero le permite llevar a cabo otro tipo de
acciones que también tienen un impacto en el voto.
La fecha de las regionales, por ejemplo, fue escogida hábilmente por
la dictadura para dividir a la oposición. La fraudulenta ANC convocó
ilegalmente el proceso electoral para dividir a la oposición. El CNE se
subordinó a la ANC para dividir a la oposición. La MUD fue infiltrada
para deslegitimar a su liderazgo y profundizar las divisiones de la
oposición. La manera como se ordenaron estos abusos en el tiempo,
imposible de imaginar en una democracia, tuvo como objetivo dividir a la
oposición y promover la abstención.
No es una casualidad que las regionales se convocaron casi
inmediatamente después del fraude constituyente, cuando surgieron
pruebas de que el gobierno había fabricado millones de votos. No es una
casualidad que se le dio muy poco tiempo a la oposición para decidir si
iba a participar, haciendo difícil que se consultara la decisión con la
base. En muchos análisis se ve una inconsciente normalización de estas
arbitrariedades.
Es verdad que la oposición ha podido manejar mejor esta situación,
tomando medidas para minimizar los riesgos de división o no dejándose
arrastrar a un rincón donde era excesivamente vulnerable a las maniobras
de la dictadura. Pero esto no quiere decir que podemos desligar la
abstención de estos y otros abusos potencialmente decisivos cuyos
efectos no se pueden medir contrastando los resultados anunciados por el
CNE con las actas de votación. La manera como la dictadura utiliza
todas las palancas de su poder para dividir a la oposición y
desmovilizarla es parte del fraude. Es una poderosa ventaja que tiene el
gobierno que no tiene la MUD.
Pero ¿es esto nuevo? ¿No era la situación similar en las
parlamentarias de 2015 y en otros procesos electorales? Hay muchas
razones para pensar que la situación ahora es mucho peor. La dictadura
se ha vuelto más agresiva en sus esfuerzos para dividir y desarticular a
la MUD y estos esfuerzos han continuado después del 15O. Ya quedan
pocas dudas, por ejemplo, de que el gobierno lleva tiempo utilizando a
algunos miembros y partidos de la MUD como instrumentos para corroer el
vínculo de confianza entre el liderazgo opositor y su base. La manera
como se está mangoneando ahora a Yon Goicoechea para este propósito es
particularmente vil.
En otras categorías de abuso, el chavismo también se ha vuelto más
perverso. Sin un Carnet de la Patria, por ejemplo, la gente no tiene
acceso a los CLAPS. Este carnet muestra si una persona votó, lo cual le
da al gobierno el poder de condicionar el acceso a alimentos a la
participación electoral. Las implicaciones ponen los pelos de punta. El
PSUV podría estar explotando el hambre para forzar a millones a votar
por el partido cuya desastrosa gestión los ha llevado a pasar hambre.
Es muy difícil, sino imposible, medir el impacto de estos abusos. La
orquestación del anuncio de las regionales con la instalación de la ANC
es solo un ejemplo entre muchos. Pero que no podamos probar que el 15O
fue mucho peor que las parlamentarias no debe llevarnos a concluir que
el nivel de abuso fue más o menos similar. Porque lo cierto es que eso
tampoco lo podemos probar. Asumir que fue similar es tan arbitrario y
probablemente más irresponsable que asumir que fue peor.
II. ¿Sería la realidad muy distinta con más votos?
Es ingenuo pensar que hoy la MUD tendría 15 o más gobernaciones si más gente hubiese salido a votar.
Y una prueba es el mismo 15O. La oposición obtuvo apenas seis de las
23 gobernaciones y la dictadura ya le quitó dos de esas seis, Bolívar y
Zulia. Casi la mitad.
No solo eso: Maduro nombró protectores en los cuatro estados restantes, las despojó de competencias e intervino sus policías.
Maduro, pues, no se conformó con forjar un sistema que le permitió a un gobierno ampliamente rechazado obtener 17 de las 23 gobernaciones. Él quiere ganar más estados.
Maduro, pues, no se conformó con forjar un sistema que le permitió a un gobierno ampliamente rechazado obtener 17 de las 23 gobernaciones. Él quiere ganar más estados.
Sabiendo esto y sabiendo que el gobierno es capaz de fabricar votos
de la nada como lo hizo el 30J, ¿no podemos entonces asumir que con más
votos opositores el resultado no habría sido radicalmente distinto? Por
ejemplo, ¿no era capaz el gobierno de hacer en más estados lo que
hicieron en Bolívar y Zulia?
Sugerir que el reto se limita a aumentar la participación es
descartar convenientemente todo lo que ha ocurrido durante los últimos
dos años, desde la suspensión del RR y la disolución de facto de la AN
al fraude de la ANC y la disposición de la dictadura a asesinar a más de
cien personas antes que ceder un milímetro de poder. Es descartar lo
que ha ocurrido después de las elecciones, incluyendo no solo los abusos
ya mencionados, sino también la clara intención de descabezar a
Voluntad Popular y Primero Justicia.
El gobierno tiene un rango de opciones en cada elección que se amplió
significativamente con el fraude del 30J; un rango que puede estirar y
encoger como un acordeón para cerrarle el espacio a la oposición y ceder
solo hasta el punto que desea ceder. Su estrategia es hacer cada vez
más difícil que se cuelen por el sistema victorias opositoras. Las que
logren colarse, si son consideradas un peligro, pueden ser anuladas
inmediatamente con otros métodos como los utilizados en Bolívar, Zulia y
la ANC.
“Hubo un momento en que Cuba se convirtió en Cuba”, escribió hace
poco Álvaro Vargas Llosa en un artículo sobre el colapso de la MUD.
Nosotros podríamos estar cruzando esa línea mientras muchos se dedican a
buscar maneras creativas de demostrar que la situación actual es culpa
de los opositores que decidieron no votar.
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